Huellas N.4, Abril 2005

Una verdadera autoridad ejercida como testimonio personal

«Amigos míos, sirvamos a este hombre, ¡sirvamos a Cristo en este gran hombre con toda nuestra existencia!». Esto nos expresó don Giussani al salir de su primera audiencia con Juan Pablo II a comienzos de 1979. A lo largo de todos estos años de vida del movimiento de Comunión y Liberación hemos tratado de responder a esta invitación, adhiriéndonos a la tarea que el Papa mismo nos confió con ocasión de una audiencia en 1984: «“Id por todo el mundo” (Mt 28, 19) es lo que Cristo les dijo a sus discípulos. Y yo os repito a vosotros: “Id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz, que se encuentran en Cristo Redentor”. Ésta es la consigna que os dejo hoy» (En el trigésimo aniversario del nacimiento de CL, Roma, 29 de septiembre de 1984).

Llenos de gratitud, reconocemos admirados el cumplimiento de la vida del Papa, que ha ejercido su autoridad ante el mundo, en primer lugar, como testimonio personal de Cristo –«centro del cosmos y de la historia» (Redentor hominis)–, con entrega y sacrificio infatigables.

En el vigésimoquinto aniversario de su pontificado, don Giussani escribió sobre Juan Pablo II: «Siguiendo el recorrido del Papa en estos veinticinco años, lo que destaca con mayor fuerza es que el cristianismo tiende verdaderamente a ser la realización de lo humano. Todos sus viajes, como una larga marcha hacia la muerte, han tenido su razón de ser en la evidente unidad que corresponde al genio del Cristianismo: “Gloria Dei vivens homo” (la gloria de Dios es el hombre que vive)».

El Papa deja el mundo más pleno de la humanidad de Cristo y la Iglesia más consciente de ser ella misma “movimiento”.