Huellas N.3, Marzo 2014

Personas

Era imposible imaginarlo hace un año, pero la sacudida que ha generado el gesto grande y profético de Benedicto XVI desembocando en el pontificado del Papa Francisco está realmente tocando a la Iglesia entera y al corazón de todo creyente. Desde que Bergoglio apareció en el balcón de San Pedro, su pontificado es una sucesión de gestos y de palabras tan sorprendentes que hacer surgir la pregunta: ¿Qué nos está indicando el Papa? ¿Qué nos pide que cambiemos? ¿Qué clase de conversión le pide a mi corazón? No se puede responder a esta pregunta de una vez por todas. No sólo por la riqueza de contenidos que nos ofrece el Papa (basta con leer el reportaje en Primer Plano en este Huellas para darse cuenta), sino por la naturaleza misma del hecho. El Papa nos dice muchas cosas que tenemos que mirar palabra por palabra, pero en todas ellas nos invita a profundizar en la relación con Cristo. Nos remite incansablemente a la relación con Él. «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor”». Es una llamada personal a una relación viva. Todo nace de allí y encuentra allí su orientación. Y una relación no se “define”, se vive.
Sin esta «personalización de la fe», como recordaba Julián Carrón en un reciente encuentro con algunos responsables de CL (véase la Página Uno), sin que el vínculo con Cristo se convierta en una experiencia real y personal, no podremos comprobar que «la fe sirve para vivir» porque hace crecer la conciencia de uno mismo y de la realidad. En una palabra, porque hace crecer personas.

La persona parece nada en un mundo donde arden las plazas, como en Kiev o en Caracas. Donde la guerra sigue en Siria o en la República Centroafricana y la ideología asola a Europa. ¿Qué aporta la fe a este mundo? ¿Qué diferencia introduce en el mundo una persona que vive del encuentro con Jesús?

En estas páginas encontráis algunos indicios. Empezando por la Plaza Maidán, donde en medio del drama de la revolución y del cambio de régimen, de los francotiradores y de los muertos, afloran hechos que muestran una diferencia. Como el sacerdote que toma de la mano a una fila de berkut, de soldados capturados por los violentos, llevándoles a salvo entre los manifestantes: en medio de la guerrilla alguien es capaz de gestos humanos, gracias a Cristo. Es difícil negar que ese sacerdote está ya cambiando la historia, está ya reconstruyendo un tejido humano.
Así como no puede dejar de sorprender que, en un momento dado, uno de los protagonistas de la lucha (de momento, ganada) en contra de la eutanasia en Canadá derrumbe toda lógica de “enfrentamiento ideológico”. O los testimonios contenidos en las cartas. Personas. Parecen poca cosa, pero cambian la historia.