Huellas N.2, Febrero 2013

Cuestiones de fondo

En Italia, en este mes de febrero se celebran las elecciones nacionales. Una cita importante para el país y para Europa entera, afectada por la crisis internacional y equilibrios económicos sumamente frágiles. Una cita que llega en medio de una confusión que perciben también los que no siguen de cerca la situación política italiana: el final del gobierno técnico de Mario Monti, la vuelta a escena de Silvio Berlusconi, la fragmentación de los partidos... Un contexto caótico que dificulta la posibilidad de juzgar y decidir. Hace unas semanas, Comunión y Liberación difundió una Nota sobre la situación política que vale la pena leer. Obviamente, está relacionada con el voto y con ciertos asuntos nacionales. Pero contiene también algunas cuestiones de fondo que van mucho más allá de las elecciones italianas. Son tres pasajes que don Luigi Giussani, el fundador de CL, subrayaba en un libro-entrevista de hace años (1976, para ser precisos), pero que al releerlos hoy ofrecen, como la misma nota indica, «una contribución para vivir como cristianos en los diversos ámbitos de la sociedad».

Primer reclamo, decisivo: «El primer nivel de incidencia política de una comunidad cristiana viva es su misma existencia, pues esta implica un espacio y unas posibilidades de expresión»; esta, «por su propia naturaleza, no requiere la libertad de vivir y de expresarse como un privilegio particular, sino como el reconocimiento para todos del derecho a esa libertad. Así que, por el solo hecho de existir, si son auténticas, las comunidades cristianas son precisamente garantes y promotoras de democracia sustancial». En este sentido, «la multiplicación y el crecimiento de comunidades cristianas vitales y auténticas no pueden dejar de impulsar el nacimiento y desarrollo de un movimiento, cuyo influjo en la sociedad civil tiende inevitablemente a ser cada vez más relevante; la experiencia cristiana se convierte de este modo en uno de los protagonistas de la vida civil, en constante diálogo y confrontación con todas las demás fuerzas y las demás presencias que la componen».
De ahí, el segundo punto. «Una comunidad cristiana vive en constante relación con el resto de los hombres, cuyas necesidades comparte totalmente, y junto a los cuales participa de los mismos problemas. Por la profunda experiencia fraternal que se desarrolla en ella, la comunidad cristiana tiende necesariamente a tener sus propias ideas y su propio método para afrontar los problemas comunes, tanto teóricos como prácticos, que puede ofrecer como específica colaboración a todo el resto de la sociedad en la que vive».
Sólo en virtud de estos dos primeros se puede llegar al tercer nivel, al de una implicación política directa por parte de algunos: «Cuando se pasa de la fase de solicitación y animación político-cultural a la militancia política propiamente dicha, ya no es la comunidad en cuanto tal quien se compromete sino las personas, quienes, bajo su propia responsabilidad, aunque formadas en la vida concreta de la comunidad misma, se comprometen a buscar instrumentos adicionales de incidencia política».

A esta implicación se puede llegar o no. Y de manera distinta: depende de las condiciones históricas, de las circunstancias... De mil factores. Pero los dos primeros puntos abordan cuestiones de fondo que van mucho más allá de la cita electoral. ¿Qué quiere decir que una «comunidad cristiana viva» es por sí misma un sujeto que incide en la sociedad? ¿Y qué significa verdaderamente estar presentes, incidir? ¿Es una cuestión de partidos y poder, o se trata de otra cosa? Y aún más: ¿qué tiene que ver la fe con esto? ¿En qué sentido nos ayuda? En resumen, ¿de qué modo, «la inteligencia de la fe» puede convertirse en «inteligencia de la realidad» – como nos reclama insistentemente Benedicto XVI – en cualquier circunstancia de la vida: la familia, la economía, el trabajo... hasta la política?
En este número de Huellas encontraréis una ayuda para profundizar en estas cuestiones y algunos testimonios que se centran en ellas. Son sólo un punto de partida para un trabajo personal, pero sirven para entender mejor. Y, por tanto, para vivir.