Huellas n.11 Diciembre 2018

Pobres de espíritu

Los lectores habituales de Huellas lo saben. No solo porque ese texto se adjuntó a la revista del mes de octubre, sino porque en estos meses ha marcado el rumbo del camino en el movimiento de CL. Se trataba de una extraordinaria lección de don Giussani dirigida a un grupo de adultos del Centro Cultural Charles Péguy, reunidos en Varigotti en 1968. Son palabras que, al cabo de cincuenta años, resultan más actuales que nunca, porque ofrecen proféticamente un camino transitable para afrontar la confusión contemporánea.
En aquella lección –que, mientras tanto, miles de personas han escuchado y leído en distintos idiomas en medio mundo, allí donde hay una comunidad de Comunión y Liberación– hay un pasaje que resulta llamativo para todos, indistintamente, porque condensa en dos palabras una diferencia sutil que es decisiva: «Ya no puede ser ni la historia, ni la doctrina, ni la tradición, ni el discurso lo que mueva el hombre de hoy. Tradición y filosofía cristiana, tradición y discurso cristiano, han creado y crean todavía la cristiandad, no el cristianismo». El cristianismo, insiste don Giussani, «es otra cosa»; es «un anuncio», «una realidad viva y presente».
Difícil encontrar una fórmula más sintética y eficaz para señalar la irreductibilidad de la fe a cualquier elemento cultural, valor ético o ímpetu naturalmente humano, por buenos y nobles que sean. La fe es otra cosa. ¿Cómo podemos descubrir esa diferencia hoy? ¿Cómo nace, cómo entra en el ámbito de nuestra experiencia?

Este número de Huellas se ocupa de esto, tratando de mostrarlo, sorprendiéndolo allí donde esta diferencia aflora con claridad. Tanto en los pliegues de la sociedad occidental (en la sección de Primer Plano tenéis algunos testimonios imponentes) como en las “periferias” de África, entre los estudiantes de un instituto de Miami o en el trabajo de uno de los arquitectos españoles más conocidos a nivel mundial (y más queridos para nosotros).
Lo hacemos en unos días que no son iguales a los demás porque nos aproximan a la Navidad. Es decir, al punto y al momento en que esta diferencia se asomó por primera vez al curso de la historia, de un modo muy sencillo: el nacimiento de un niño. Ninguna traducción cultural, sistema de pensamiento o suma de valores. El «cauce socio-histórico» de la cristiandad, como lo llama don Giussani, estaba todo por inventar, literalmente, y se desarrollaría en los dos mil años de historia que nos han llevado hasta el día de hoy. Sin embargo, el cristianismo ya estaba vivo. Porque con aquel Niño entraba en el mundo algo inaudito, «una Presencia con una propuesta cargada de significado» jamás vista ni oída antes.
Este es el corazón de donde nace todo. Lo expresa la imagen que CL ha elegido para su Cartel de Navidad: un rey mago tan sacudido por el anuncio recibido que se postra ante el Niño; inclina su figura, su historia y su saber, su dignidad real ante la presencia más indefensa que podamos imaginar.
Verdaderamente debía tener un corazón «pobre de espíritu» aquel sabio. Es el deseo más sincero que podemos tener unos con los otros en estas Navidades, para poder reconocer también nosotros la misma entrañable Presencia.