Huellas N.11, Diciembre 2009

Delante de Él

El manifiesto de Comunión y Liberación (www.revistahuellas.org), que se difundió con ocasión del debate sobre los crucifijos en las aulas, dice entre otras cosas: «Jesucristo colgado en la cruz no es una reliquia objeto de piedad popular, que sirva, como mucho, para un devoto recuerdo. Tampoco es un símbolo genérico de nuestra tradición cultural y social. Jesucristo es un hombre vivo, que ha introducido un juicio nuevo en el mundo…».
Pero muchas veces sin quererlo, y casi sin darnos cuenta, todos tratamos al Crucificado como a una reliquia. Basta poco. Basta con quedarnos en la superficie, contentarnos con un sentimiento o una idea, para no ver qué es la Navidad, para no advertir la novedad absoluta que Cristo introduce en este mundo, en nuestro mundo.

Algo que jamás se vio ni se pudo imaginar antes: una realidad que corresponde sin comparación posible a la aspiración infinita de nuestra naturaleza humana. Alguien que entró en la historia para quedarse con nosotros. Alguien que puede vencer los límites inexorables del espacio y del tiempo para alcanzar el corazón de cada hombre, en cualquier lugar del mundo. Una presencia contemporánea a todo hombre, de cualquier cultura y tradición, capaz de librarnos de todas esas ataduras que parecen insuperables.
Desde Tierra Santa, donde el Hecho cristiano sigue siendo un misterioso factor de esperanza para todos los que conviven allí, hasta Centro Europa donde, aunque el cristianismo se arrincona al ámbito del pasado, viven personas que reconocen la presencia de Jesús cuando Él, de repente, entra en sus vidas. Situaciones muy distintas, casi mundos diferentes, pero donde Su presencia, que empezó de manera casi imperceptible (un niño en un pesebre), establece hoy un diálogo vivo con el corazón del hombre. Hasta regenerarlo, si la libertad lo acepta, y hacerlo florecer.

Qué es la Navidad lo comprendemos mirando nuestra experiencia: delante de Él recobramos vida y aliento, gozamos como nunca de la realidad y del mundo. Incluso aprendemos a amarnos a nosotros mismos y a amar a los demás, como dice el Cartel de 2009 que es portada de este número: «Si Cristo no es una presencia ahora –¡ahora!–, no puedo amarme, ni puedo amarte a ti, ahora».
En cambio, sucede que uno aprende a quererse y a querer. Ningún hecho del pasado sería capaz de obtener algo así. Sólo una presencia viva, cercana, buena y fuerte, lo logra también hoy. ¡Feliz Navidad!