Huellas N.11, Diciembre 2008

Hijos del Padre

El deterioro de la convivencia, el desánimo ante la pérdida del empleo, el caso de Eluana Englaro. Son síntomas de un malestar que va más allá de la crisis económica. Quizás su nombre más certero sea “soledad”. Ante la dureza de la vida aflora un vacío más hondo que la falta de dinero.

Si somos honrados ante estos hechos no podemos evitar que surjan ciertos interrogantes. Se abre una brecha demasiado profunda entre el dolor y nuestra medida, que nos obliga a decidir entre aceptarlo o evadirnos, abrazarlo o rechazarlo. Todo ello implica optar entre dar crédito al Misterio, que es Padre, o secundar la duda que se insinúa y nos aboca a una soledad radical.
En un acto público sobre el caso Englaro, Julián Carrón describía la insidia que encierra esta duda: «El problema del mal no es simplemente que nos produce dolor, sino que produce un daño. Y el peor daño que produce es que rompe la ligazón que nos une a la vida, corta la relación que nos constituye. Cuando sucede algo que supera nuestras medidas, cuando el mal choca contra nuestra capacidad de entender, produce un daño. Un daño grave. Corta el nexo que nos une al Misterio bueno que nos da la vida, e introduce la sospecha: “¿será verdad que Dios es bueno?”, “¿le importará de verdad mi dolor?”».
Es una sospecha que todos tenemos que mirar a la cara cuando consideramos la realidad de la vida de Eluana. Y también cuando las relaciones cotidianas son contradictorias, falta el trabajo o no nos salen las cuentas: «¿será verdad que Dios es bueno?».

La Navidad responde a este interrogante. Es «un hecho» presente en una «una humanidad distinta», que vence la soledad ofreciendo una relación y una compañía. Gracias a esta compañía que entra en la historia personal y social, aunque el dolor y la dureza de la vida siguen ahí, no se pone en tela de juicio el vínculo con el Misterio. No vence la duda. Pero es necesario estar con Cristo, seguirle e imitarle para ser hijos del Padre como Él lo es. Así iremos comprobando que el fundamento de la vida es la relación con el Padre, incluso en la prueba y en la cruz. ¡Jamás estaremos solos!, porque somos amados y Dios salva la distancia con Su presencia hecha carne a nuestro lado.
¡Feliz Navidad!