Huellas n.10 Noviembre 2020

La grieta y el dique

En cinco palabras describió el momento actual. Y lo hizo hace ciento cincuenta años, cuando determinadas certezas aún se sostenían y la incertidumbre no había llegado a la raíz de todo. Sin embargo, esa frase de Friedrich Nietzsche resume el drama de hoy: «No hay hechos, solo interpretaciones». Profecía perfecta de una época en la que nos encontramos «sacudidos» por mil posiciones, como señalaba Julián Carrón en la Jornada de apertura de curso (el “momento de preparación” del trabajo propuesto al movimiento de CL para el nuevo curso), «sin saber distinguir cuál de ellas acoge lealmente los hechos». No hay nada que tenga la fuerza de sustraernos de una niebla en la que todo se vuelve confuso e incierto. «Ningún hecho nos “cautiva” hasta el punto de hacernos salir de la equivalencia de las interpretaciones. Todo nos parece igual», decía Carrón. Añadiendo una pregunta decisiva, nada retórica: «¿Hay algo capaz de desafiar este axioma?».

En el fondo, todo se juega aquí. En los hechos, y en cómo los miramos. Mejor dicho, en qué nos permite verlos, darnos cuenta de su alcance. Porque hechos que sacuden y abren claros en la niebla suceden. Muchos. En estas páginas hay varios. No siempre llamativos o clamorosos. La mayor parte de las veces son pequeños («el Señor obra también con susurros», recordaba don Giussani). Pero significativos, es decir, capaces literalmente de indicar un sentido, de abrir de par en par nuevas perspectivas. Basta con mirarlos. Y en ese «basta» nos lo jugamos todo. Porque dice de nuestra disponibilidad para dejarnos conquistar.

En la Jornada de apertura de curso hemos vuelto a ponernos frente a un recorrido potentísimo del que ya hablamos en el número pasado: el de Mikel Azurmendi, el intelectual vasco que, impactado por el encuentro con algunas personas de CL, se pegó a esa “extraña tribu” para estudiarla a fondo y entender su naturaleza. Admirado por esa forma de vivir, como él dice, empezó a ver. Hasta descubrir el origen de esa diferencia que le fascinaba: Cristo. Carrón ha querido «compartirlo con todos» porque «constituye una prueba de cómo, en estos tiempos en los que se extiende el nihilismo, una persona puede darse cuenta –cuando sucede– de una experiencia diferente, de lo que no es nihilismo, y puede asombrarse por derrotar el nihilismo secundando simplemente la primera evidencia, por tenue que sea, de esa diferencia. Y ha sido suficiente una grieta para hacer caer el dique». En este número tiramos de ese hilo, buscando su rastro en la vida de cada uno de nosotros. Hechos, imprevistos. Un corazón dispuesto a acogerlos. Y un camino de conocimiento que se abre y «amplía la mirada», como propone el Papa en su última encíclica, Fratelli tutti. Esto es lo que nos saca de la niebla, cuando sucede. Y lo hermoso es que sucede.