Huellas N.10, Noviembre 2007

Es el Misterio quien nos hace protagonistas

«La vida es una trama de circunstancias». El sábado 27 de octubre, en Moscú, en el salón de la Biblioteca del Espíritu, Paolo Pezzi se dirige así a la comunidad rusa de CL, pocas horas antes de ser consagrado Arzobispo de la capital. ¿Qué nos quiere decir esta circunstancia excepcional? El padre Romano Scalfi, que promovió nuestros primeros contactos con los cristianos en Rusia, habla sin medias tintas: «Era totalmente imposible imaginar qué iba a ocurrir cuando de joven soñaba con ser párroco en un pequeño pueblo de Rusia. ¡Sólo Dios es capaz de responder a los deseos más profundos del corazón! ¡Dios me ha respondido creando obispo a Paolo! Después de cincuenta años, tengo que dar gracias a Dios por sus obras imprevisibles».
¿Qué se pone de manifiesto? Que Otro guía la historia del hombre. Y también que Dios necesita nuestro “sí” aunque no somos nada. El mismo “sí” que Paolo dijo la primera vez durante el servicio militar. El Misterio llamó a su puerta, a través de un compañero, diciéndole: «Soy yo el Señor de tu vida y de la historia; no los poderes de este mundo». Es fácil pensarlo paseándose por las calles de un Moscú en pleno desarrollo, repleto de luces y colores, irreconocible con respecto a la ciudad oscura y gris de 1989. Un régimen que se creyó eterno y omnipotente se vino abajo derrotado por su misma pretensión de gobernar “la vida y el destino” de los hombres, diríamos utilizando las palabras de Grossman.

El drama del mundo se desarrolla dentro del corazón de cada uno. «No entendemos qué es el cristianismo si no llegamos al hecho más elemental: yo soy un extranjero para mí mismo; es preciso que Alguien venza en mí esta extrañeza y me permita decir “yo” con esa familiaridad que señala un modo nuevo de relacionarse con la realidad», añadió Paolo Pezzi. Si nos resistimos ante el Misterio, a través de nosotros avanza el desierto. Si cedemos ante su Bondad, empieza en nosotros el cambio del mundo.
Necesitamos mirar ejemplos concretos y ser educados constantemente para salir de la confusión que reina en la sociedad. Esta necesidad no concierne simplemente a la situación social, concierne a la persona en todas sus relaciones: la cultura, el amor, el trabajo y el descanso.
En este número ofrecemos algunos ejemplos de una educación en acto y de obras. Obras en un sentido amplio del término, es decir, personas que asumen hasta el fondo su realidad y, por ello, pueden acompañar a otros, porque llegan hasta el corazón de la experiencia humana.
En septiembre publicamos la carta de una mujer seropositiva de Kampala que contactó allí con el Meeting Point. En ella recordaba la frase que ha cambiado su vida: «¡Vicky, tu persona tiene un valor!, ¡un valor más grande que todo el peso de tu enfermedad y de la muerte!».
Los ejemplos a los que podemos mirar –el Centro In-presa de Carate; los jóvenes que se reúnen en Milán en torno a un adulto; la casa para madres solteras que AVSI promueve en Novosibirsk y el Centro de Apoyo Educativo que CESAL coordina en Huachipa– hacen presente esa misma afirmación: «Tú tienes valor», capaz de devolver protagonismo a las personas. Ya sea un chico conflictivo o un joven que quiere formar una familia, una madre soltera de la periferia siberiana o un sacerdote al que el Papa ha nombrado arzobispo de Moscú, es el Misterio quien nos hace protagonistas.

Decir «tú tienes valor» significa hacerse cargo de la necesidad del otro, acompañarlo en lo concreto y sostenerlo siempre. Pero basta con ser madre o padre para saber que educar no es sustituir al otro, ni “hacer” en su lugar.
Al final de la Jornada de apertura de curso de CL en Milán, Julián Carrón leyó ante los veinte mil asistentes la carta de Vicky, y comentó: «Estos son los amigos que me acompañan, aunque quizás no los vuelva a ver jamás; porque después de haber conocido personas así no hay ninguna circunstancia que yo no pueda mirar de frente y todo puede cambiar si lo miramos con esta apertura que Cristo hace posible para todos en cualquier situación. Quizás nos convenga mirar a esos testigos». Ciertamente, nos conviene.