Don Bosco con sus jóvenes (Foto Avsi)

India. Una familia para el padre Don Bosco

Para su bautismo, eligió el nombre del salesiano apasionado por los jóvenes. En 2019 abrió el centro Talitha Cumi Unnati, donde acoge a chicas en riesgo de exclusión
Davide Perillo

Treinta millones de niños solos, huérfanos o sin familia. Y solo dos de cada cien encuentran sitio en alguna institución. Estamos hablando de la India donde las cifras se disparan a una escala mucho mayor de lo que estamos acostumbrados. Hace falta pararse a pensar para darse cuenta de que los niños sin hogar son mucho más de la mitad de la población española, por ejemplo. Una marea humana. A lo que hay que añadir la pobreza, el hambre y un analfabetismo que supera el 20% y llega hasta casi el 30 entre las mujeres, según datos de la UNESCO. «Hay miles de niñas que por falta de recursos dejan de estudiar y acaban quién sabe dónde. En el mejor de los casos, en las redes de trabajo infantil. O las mandan fuera, a Qatar, Arabia Saudí, Emiratos…». Pero muchas de ellas tienen otro destino: «prostitución, esclavitud, tráfico de órganos. Queremos acabar con todo eso, queremos darles una oportunidad».

Habla el padre Don Bosco Darsi, 43 años, desde 2009 sacerdote salesiano en la diócesis de Vijayawada, en el estado de Andhra Pradesh. Desde 2019 es el alma fundacional de Talitha Cumi Unnati, un centro educativo que acoge a 240 chicas de la zona de Gunadala, cerca de la costa este del gigante asiático. La India rural, profunda. Tanto como las necesidades de quienes vienen a estas aulas, donde las actividades se enmarcan en cuatro programas: «educación, mentoring, prevención y protección». Pero la primera palabra que pronuncia Don Bosco cuando lo explica es sheltering, refugio. «Estas chicas tienen entre 9 y 24 años, algunas se han criado aquí, otras acaban de llegar». Para todas ellas, este lugar es más que una escuela. Es una casa, donde trabajan ocho personas contratadas y una veintena de voluntarios. La también ayuda llega de lejos. Este año Talitha Cumi es uno de los proyectos financiados por la campaña de Navidad de AVSI.

Don Bosco con las jóvenes de Thalita Cumi Unnati, en la India (Foto www.tcuindia.org)

La recaudación servirá para financiar actividades muy diversas. «Cursos de artesanía, informática, agricultura, pero también apoyo personal y orientación profesional. La idea de fondo es crear un impacto positivo más amplio, enfocando la totalidad de la persona». Las chicas llegan aquí por una gran red de contactos y solidaridad. «Se trata de jóvenes que corren el riesgo de quedar marginadas y excluidas para siempre, por la pobreza, por las castas o por su fe. Tratamos de entender dónde hay más necesidad, cuáles son los casos de marginación más grave. A veces nos las trae la policía, otras veces vienen de la parroquia».

En muchos casos se trata de poner fin a cualquier tipo de abuso, o de intentar abrir alternativas a una vida que las ha marcado desde pequeñas. «Por ejemplo, intentamos prevenir los matrimonios precoces de chicas que se casan a los 14-15 años. Aquí es bastante normal, pues se ve como una opción de escapar del tráfico de personas». De aquí parten al menos 4.500 jóvenes al año que se envían como si fueran paquetes, o casi, a Oriente Medio. Acaban trabajando en casas o algo peor. «Muchas veces las chicas que llegan ya han perdido la esperanza. Nosotros intentamos devolvérsela».

De familia pobre, con otros cuatro hermanos y hermanas, «Don Bosco» es el nombre que eligió en su bautismo, después de conocer a los sacerdotes misioneros de la región donde nació, el pueblo de Thukkuluru. «¿Qué es lo que me atrajo? Que hablaban del amor de Dios y de la dignidad de la persona. En la sociedad hindú, si eres de una casta baja no tienes dignidad. El cristianismo es otra cosa. Estás hecho a imagen de Dios, Génesis 1,26. En el fondo, eso es lo más importante que queremos comunicar a estas chicas: “Eres alguien grande, puedes llegar a ser una persona maravillosa”».

Se hizo sacerdote enseguida, como su hermano Jeeva (que murió por Covid en 2020). «Estaba impactado por la figura de don Bosco, por su pasión por los jóvenes y por la educación. Por ahí me llegó la vocación y de ahí mi nombre, aunque sé que en Europa suena raro…».

Sonríe mientras cuenta su trayectoria europea, pues estudió Teología moral en Lovaina (Bélgica). «De allí me traje ideas muy prácticas sobre la solidaridad, el bien común y la doctrina social de la Iglesia. En India todavía rige el sistema de castas y es normal que los pobres queden marginados, sin educación ni protección. Las redes de tráfico de personas están creciendo muy deprisa. No sé si en Europa han visto The Sound of Freedom, con Jim Caviezel: no está ambientada aquí, pero cuenta bien lo que sucede».

«Ellas», añade, lo tienen aún peor. A las barreras que complican la vida de las chicas se añade otra más: «la persecución de los cristianos. En los últimos años se han quemado 350 iglesias. Eso supone comunidades enteras que se quedan sin el corazón que las mantiene vivas, que sostiene la educación que reciben, la ayuda… Hay una ley anti-conversión que es terrible, muy cruel. Se mira a los cristianos como si no fueran patriotas. Es como si en vuestro país acusaran a los católicos de no ser buenos ciudadanos». ¿Cómo afecta eso a su trabajo? «Siempre estás observado. Es peligroso. Pero tienes que medirte con eso. Un lugar como Talitha Cumi también sirve para esto, para infundir coraje a nuestras comunidades. Con nuestro trabajo intentamos construir la paz y convertir a estas chicas en embajadoras de paz».

Los colegios también han caído en manos de la corriente anticristiana del gobierno, que ha cerrado los centros católicos «porque no permiten prácticas hindús. Tenemos que mandar a las chicas a colegios públicos y muchas no quieren ir, a veces por traumas que han sufrido. Prefieren aprender un oficio, como coser. Otras sí. Por ejemplo, tenemos muchas estudiantes de enfermería». En todo caso, insiste en que la educación es el factor clave. «Mejora su vida. Y cuanto más tiempo están aquí, más seguras están. Están protegidas y aprenden».

Don Bosco habla de chicas para las que el centro se ha convertido en un «gamechanger», un factor que cambia el juego. Como es el caso de Sindu, «que se graduó como enfermera y ahora está trabajando, se gana la vida. Si no fuera así, probablemente hoy estaría en Qatar». Swati es otra chica que dejó de estudiar muy pronto. «Su familia quería casarla cuanto antes para salvarla de las redes de tráfico, pero ella ahora trabaja y se mantiene por sí misma». Es más libre para elegir. «Las chicas quieren libertad. Con nuestra ayuda pueden llegar a ser enfermeras, ingenieras, profesoras… y eso lo puede cambiar todo». Pueden «levantarse y caminar», como dice el nombre del Centro, que remite al evangelio de la niña resucitada por Jesús.

Otra palabra bíblica que Don Bosco usa mucho como acrónimo es «Amén, el nombre de nuestro programa social. “A” de Accompaniment (acompañamiento, ndt.), “M” de Mentoring: las seguimos personalmente, una a una». “E” de Education y Empowerment (empoderamiento, ndt.), que aquí son casi sinónimos. Y “N” de «Networking, formamos redes con la gente que trabaja como nosotros. Es fundamental. Y uno de los puntos de conexión más importante es AVSI. Me llama mucho la atención cómo trabajan en África, Sudamérica y otras partes del mundo».

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Esa sintonía nace de un vínculo que surgió durante sus años en Lovaina, donde Don Bosco conoció a la gente de CL. «Yo celebraba las misas para la Escuela de comunidad de allí y me invitaron al Meeting de Rímini. Allí conocí a Davide Prosperi, que invitó a La Thuile, a la Asamblea internacional de responsables. He ido dos veces. Me pidieron que contara la situación en la India y así surgió la relación con AVSI». Pero si le preguntas qué significa CL para él, responde con una palabra: «Una familia. Yo estaba lejos de casa y muy solo. Conocer a esa gente fue para mí una gran ayuda, espiritual y humana».

A esa compañía también se ha incorporado su hermano Joseph, «que ha empezado en la parroquia un grupo de CL». Relaciones que seguirán creciendo estos meses por la campaña de AVSI. Pero, aparte de fondos, ¿qué espera recibir de ella? Don Bosco lo piensa un instante y dice: «Una experiencia de fe y de paz».