Padre Berton entre sus chavales

Bepi Berton. La semilla del mango

Hace diez años murió el misionero javeriano que entregó su vida en Sierra Leona. El cuidado de las comunidades locales, la acogida de los pequeños, los niños soldado… El recuerdo de uno de aquellos jóvenes «abrazados por él»
Ernest Sesay

Bumbuna, el lugar donde el padre Giuseppe Berton pasó más de 25 años y donde fundó la organización Movimiento Casas Familia – FHM, ha sido escenario de historias únicas, aunque sencillas, que han abierto el camino a la evangelización a través de cosas prácticas que este gran misionero puso en marcha en Sierra Leona. El pueblo de Bumbuna era una de las zonas externas de la parroquia de San José en Magburaka, diócesis de Makeni, donde el padre Berton mandó construir una pequeña capilla para llegar más fácilmente a las comunidades cercanas.

El propio padre Berton nos contó una de esas historias únicas. Cuando estaba desbrozando un terreno para la construcción de las casas, decidió quemar los restos de hierba y árboles que los jóvenes habían cortado, pero el fuego se extendió y se tragó varias hectáreas de tierra. Aquello preocupó mucho al jefe de la tribu local: «Padre, ¿a qué se debe este enorme incendio?». «No te preocupes, ayudará a iluminar el pueblo». «Está bien, padre, ¡pero es demasiada luz!». Aquella discusión y aquel incendio llevaron en cierto modo la luz de Cristo a Bumbuna Town, y miles de personas encontraron la luz de la Esperanza, el Amor y la Caridad en las obras de este humilde misionero.

Me siento orgulloso a recordar hoy a este sacerdote y agradecido porque toda una generación en Sierra Leona y en el extranjero celebra hoy la vida de Bepi Berton a los 10 años de su llamada a la casa del Padre. Yo me crie con mi madre, abandonada por mi padre cuando estaba embarazada. Después de años de incertidumbre y fatiga, ir a la iglesia cada domingo para hacer de monaguillo me hizo conocer al padre Berton cuando solo tenía 10 años, y me sentí abrazado por él. Hoy soy quien soy gracias a él. Pero esta también es la historia de miles de jóvenes que se cruzaron en su camino y experimentaron y sintieron su amor gracias a su labor misionera en Sierra Leona.

Los misioneros javerianos del norte del país construyeron escuelas y desarrollaron programas educativos, y el padre Berton también fue decisivo en esto con la creación de nuevas parroquias y comunidades. Siempre le decía: «Padre, ¿no crees que será difícil recoger fondos para un programa así?». Él respondía con una sonrisa diciendo: «No te preocupes. Ten fe en la Divina Providencia».

Nos contaba cómo había levantado su parroquia de Cristo Rey en Bumbuna con los restos del material de una empresa de construcción italiana que había levantado una presa allí cerca. Chatarra, cemento, arena y piedras que tiraban día tras día, y que él recogía y reciclaba para construir la iglesia y la pequeña casa parroquial, al principio, para luego seguir con la escuela secundaria y las casas que albergarían a niños vulnerables y jóvenes huérfanos. Así surgió la idea de crear una asociación-movimiento con familias laicas católicas dispuestas a dedicar su vida al cuidado de los niños. Era el año 1986. Cuando estalló la guerra y Bumbuna quedó arrasado por los rebeldes, todos los acogidos y algunos responsables de las familias se marcharon a la capital, Freetown.

Fue el peor momento para todos. La vida allí era tan dura que la gente tenía que recorrer kilómetros para buscar comida, pero Berton seguía con ellos, protegiendo y dando esperanza a sus hijos. A mediados de los años 90, una noche me llamó para discutir sus intenciones sobre el nombre, la forma jurídica y los proyectos futuros para aquella entidad que crecía rápidamente. «No quiero crear una asociación ni una ONG. Quiero que sea un movimiento de familias cristianas que dedican su vida y se comprometen a vivir su fe cristiana cuidado a estos niños, implicándose en varias obras humanitarias. Ya lo estamos haciendo y lo llamaré “The Family Homes Movement”». Así nació lo que hoy es un legado que dejó a los fieles laicos bajo la supervisión espiritual y la guía del arzobispo y los obispos de las localidades donde FHM está presente.

Hay dos aspectos fundamentales en la misión del padre Berton en Sierra Leona. El primero se refiere a la relación con las culturas locales tradicionales; el segundo, a su intento de salvar a los niños soldado durante los 11 años de guerra civil.

En 1989 la actividad de este misionero fue objeto de debate porque, con prudencia y cuidado paternal, estaba al lado de los niños de los que se ocupaba incluso cuando participaban en los ritos tradicionales de sus pueblos. Alguno entonces le criticó por comprometer la fe cristiana permitiendo creencias y prácticas tradicionales. Años después, todos se dieron cuenta de que aprovechó aquella oportunidad para mostrar los valores que estaban en la raíz de aquellas prácticas y transformarlas en instrumento para encontrar a Cristo y para que la comunidad pudiera crecer.

Pero en 1997, cuando los rebeldes entraron en la capital Freetown, la historia de los niños soldado se convirtió en una triste realidad para los habitantes de Sierra Leona y para la comunidad internacional. El padre Berton había empezado a acercarse a los mandos militares, pidiéndoles permiso para rescatar a aquellos niños y llevarlos al centro de rehabilitación de Lakka, una tarea arriesgada y realmente difícil. Recuerdo que una noche, un niño soldado al que llamaban “Killer” se me acercó con una bolsa de plástico negra. Quería dársela al padre Berton porque estaba cansado de arrastrarla consigo por la jungla donde vivía. Le llevamos la bolsa al padre Bepi Berton y la abrimos. Contenía un cráneo humano. “Killer” había matado a una persona y había conservado el cráneo siguiendo un ritual. Era algo que le angustiaba. El padre Berton pasó toda la noche con él rezando y aconsejándole. Así era el padre Bepi. Su amor y su entrega a la recuperación de más de treinta mil niños soldado llegó con el tiempo a oídos de Naciones Unidas, que empezaron a invitarle para que contara lo que estaba haciendo, llevando incluso al entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, a visitar el centro de Lakka.

En 2002 llegó la paz a Sierra Leona y comenzó la reconstrucción. El padre Berton volvió a ocuparse de “su” movimiento de acogida de niños abandonados en familias cristianas, y de la construcción de escuelas y otras iniciativas que involucraron con el tiempo a muchos amigos de otras entidades. Una vez, durante una entrevista sobre el Movimiento de las Casas Familia, el padre Berton explicó el nacimiento de cada obra o proyecto con el ejemplo de alguien que en un viaje se come un mango y tira la semilla que hay dentro sin darse cuenta. Al cabo de cinco años vuelve a pasar por ese lugar y se encuentra con un gran árbol de mango que genera frutos que muchos otros pueden saborear. Así es FHM, una semilla que hoy se ha convertido en un gran árbol, un lugar de esperanza para muchos.