El Papa saluda a los enfermos al término de la audiencia del 15 de octubre de 2022 (Giovanni Dinatolo/Fraternità CL)

Una amistad que cruza la pantalla

Entre ellos se llaman “quadratini”, porque se ven en cuadraditos en la pantalla durante sus conexiones para seguir la misa diaria. Son 1200 amigos enfermos, muchos graves, de los que un centenar ya ha subido al cielo
Paola Mastrangelo

Para los enfermos graves, las fiestas de Navidad y Pascua son siempre momentos de tristeza o soledad, especialmente para aquellos que, como yo, no tenemos un cónyuge o hijos que vivan con nosotros y nos cuiden. Pero mi perspectiva sobre las circunstancias de mi vida y mi enfermedad, la ELA que sufro desde hace diez años, que me ha dejado tetrapléjica y muda, cambió hace un año cuando entré en el grupo de los “quadratini” con Eugenio Nembrini, una fraternidad que ha llegado a contar con casi 1.200 enfermos que se reúnen a diario para seguir la celebración de la misa online, para compartir la vida a corazón abierto y para rezar por los casos más graves. La mayoría pertenecemos a Comunión y Liberación, y sufrimos patologías «duras», como dice don Eugenio: tumores graves, leucemias, esclerosis múltiple, ELA, Alzheimer, depresión, patologías cardiacas, también en niños recién nacidos o jóvenes con graves discapacidades que dependen totalmente de sus padres desde que nacieron. El grupo abarca toda Italia y otros países de Europa, llegando también a Kazajistán, Uganda y algunos rincones de Asia. Es increíble que una idea que nació durante el confinamiento para permitir que algunos enfermos pudieran participar de la misa se haya transformado en algo tan extraordinario gracias a la acción del Espíritu Santo y a la presencia viva de Cristo en medio de nosotros.

Nos dedicaron en junio de 2022 un programa de Tv2000 de El diario del papa Francisco. Y Julián Carrón, que se ha reunido con nuestro grupo siempre por Zoom y que tuvo un diálogo con nosotros el verano pasado, dijo en su saludo inicial a la Asamblea internacional de responsables de CL de 2022 que se había «quedado impactado al constatar que el don del Espíritu concedido a don Giussani permite, a nuestros amigos que sufren y lo secundan, afrontar la enfermedad e incluso la muerte con la certeza del amor del Padre, al que responden con obediencia, abandonándose con una alegría que sorprende a quienes los ven vivir así esta circunstancia de su camino». Esto es ejemplar en las últimas palabras de una de nuestros 106 “santos”, como los llamamos nosotros, que ya han abrazado a Jesús a lo largo de estos dos años. Decía Caterina Simoncelli, que murió con solo 46 años por un trasplante de hígado que fue mal el pasado mes de febrero: «Ya viva o muera, soy suya. Yo soy de Cristo. Acepto hacer Su voluntad, que no es nada fácil, pero Él subió a la cruz y esto lo puedo hacer. Esta es la certeza granítica de mi vida».

Pero sucedió algo extraordinario en las fiestas de Pascua que hizo evidente la presencia del Misterio. La idea surgió de dos de nosotros, un Ricardo de Verona y un Ricardo de Milán (al que todos llamamos Zen), que prometieron ir a Pescara por Pascua. Roberto, el marido de otra enferma de ELA, quería regalar a su mujer, Adalgisa, la visita del mayor número posible de “quadratini”. Al final se juntaron unas setenta personas que se alojaron en el Instituto Don Orione, que ofreció sus habitaciones, el comedor e incluso el personal a pesar de ser días festivos. Roberto contrató a una empresa de catering para las comidas.

Todo se organizó perfectamente y Jesús hizo el milagro de permitir que los “quadratini” aguantaran un viaje tan largo en coche o tren para celebrar la Pascua con Adalgisa y yo, las “quadratine” más estrujadas de todas. Estamos paralizadas, respiramos gracias a un ventilador conectado con un tubo a la traqueotomía y solo podemos comunicarnos con los ojos gracias a un puntero (este texto lo que “escrito” también con los ojos) y con nuestras sonrisas y nuestras lágrimas, de tristeza o alegría. Pero Jesús ha resucitado y este año nos ha concedido la gracia de tener nuestras casas más llenas que nunca de gente que ha venido a vernos. Nos ha mostrado Su inmenso amor en los rostros sonrientes y en el afecto de estos queridos amigos. Yo, que vivo sola con dos cuidadores, no sé describir la alegría y agradecimiento que tengo al Señor y a los “quadratini”, la mayoría de los cuales veía por primera vez en persona. Lloré de alegría cuando por fin Zen, que va en silla de ruedas, con sus mil dificultades logró entrar en el ascensor para subir a mi casa.

Ricardo, mi amigo del alma, me llevó a ver a Enrico a su mujer, con sus hijos; por la tarde vinieron Eugenio, su secretaria infatigable, nuestra amada Rosa, y Marianna de Suiza. Era cierto: «Cuando Jesús acontece», como nos ha enseñado don Eugenio siguiendo el carisma de don Giussani, «todo se hace nuevo». El lunes de Pascua éramos setenta personas en Don Orione, cada uno cargando su pesada cruz, pero todos transfigurados por la luz de Cristo resucitado. Con otros 250 “quadratini” conectados online, éramos una nube de testigos de la victoria de Cristo sobre la muerte y el mal.

Tras los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, he pensado mucho en esa «nube de testigos» de la que nos habló el padre Lepori citando a san Pablo. Pensaba que nosotros, humildes e insignificantes “quadratini”, también estamos en «esa nube del Espíritu Santo en la que el Padre nos revela el don de su Hijo predilecto al que estamos llamados a seguir». Todo ha sido testimonio de nuestro amor infinito por Jesús y de Él por nosotros en esta alegre fiesta de Pascua en Pescara.

Incluso me hicieron un regalo precioso, una camiseta azul como si fuera la del equipo de todos los amigos “quadratini”, acompañada de una tarjeta con unos versos de lo que se ha convertido en el himno de nuestra fraternidad, tomados de la canción La preferenza de Paolo Amelio: «Tú eres preciosa para nosotros». No sé cómo expresar la inmensa gratitud que siento que me estalla por dentro, por todo el afecto que me da esta gran familia, gratitud a Jesús por Su amor y Su preferencia.