Adam Zagajewski ©Marijan Murat/picture alliance via Getty Images

Adam Zagajewski. «Este innombrable me da esperanza»

El gran poeta polaco ha muerto en Cracovia este 21 de marzo. Una de las grandes voces de la poesía contemporánea que habló con Huellas el pasado mes de enero y nos regaló un texto inédito
Luca Fiore

«Recogías bellotas en el parque en otoño / y las hojas sobrevolaban girando las cicatrices de la tierra. / Alaba al mundo herido / y la pluma gris perdida por un mirlo, / y la luz delicada que vaga y desaparece / y regresa» (Cf. Poemas escogidos, Pre-Textos 2005). Estos versos, escritos por Adam Zagajewski meses antes y con otras referencias, terminaron en las páginas del New Yorker en los días posteriores a los atentados del 11 de septiembre. El poema causó sensación. Newsweek, no sin énfasis, define a Zagajewski como «el poeta del 11 de septiembre». El crítico Harvey Shapiro llegó a escribir que «es como si Estados Unidos entrara por primera vez en la pesadilla de la historia y solo un poeta polaco pudiera mostrarnos el camino».
Ya el premio Nobel Derek Walcott, el gran poeta caribeño, sin esperar al 11 de septiembre, había hablado de él como de «una voz suave en el contexto de la inmensa devastación de un siglo obsceno, más íntimo que el de Auden, no menos cosmopolita que los de Miłosz, Celan, Brodsky». Cosmopolita también porque, en 1982, Zagajewski se vio obligado a exiliarse tras la introducción de la ley marcial en Polonia después de las huelgas convocadas por Solidarnosc. Se instala en París. Con la caída del comunismo se repartirá entre Chicago, donde daba clase, y Cracovia. Sus versos beben del arte y de la música. Rembrandt y Schubert, Brugel y Brahms. Delacroix y Chopin. Viaja a Italia, Turquía, Provenza. Pero sobre todo su Leópolis, ciudad de la Galitzia oriental, actualmente parte de Ucrania, su ciudad-útero, donde nació en 1945 y de la que se ve obligado a huir de niño para refugiarse en Gliwice, en la Alta Silesia. Hace unas semanas, Mondadori publicó una amplia selección de sus poemas en italiano, con el título Guarire dal silenzio (Sanar del silencio, ndt). Una oportunidad para descubrir a un hombre para quien «la poesía es la búsqueda del fulgor. / La poesía es un camino real, / que nos lleva al punto más remoto, más encumbrado, más allá». Hablamos sobre esto y mucho más con él en un diálogo por Zoom.

¿Cuál es la imagen poética que mejor describe su ser poeta?
Me siento en una situación de dualidad entre la escucha del mundo y la expresión que de él deriva. Atención silenciosa y expresión que, por definición, no es silenciosa: produce imágenes y sonidos. Vivo en este umbral entre la atención y la voz.

Su libro se titula Guarire dal silenzio. ¿A qué silencio se refiere?
No hay un solo silencio, hay varios. Está el de la desesperación, el de la tristeza, pero también el del enriquecimiento. «Sanar del silencio» podría indicar la transición de la desesperanza al silencio positivo, lleno de ideas y acciones. Por un lado, el silencio como entrega, por otro lo que nos prepara para la acción.

En su poema Maleta escribe: «Soy tan solo un turista distraído / pero amo la luz». ¿De qué luz está hablando?
Los poetas aborrecemos que se nos hagan este tipo de preguntas. No es mi trabajo descifrar este tipo de imágenes. Para mí, la luz es algo místico, positivo, bello. Pero no sé qué es. Hay una diferencia entre poesía y catecismo. El poeta no sabe exactamente lo que está diciendo. Lo que importa es la dirección, no el contenido exacto de las palabras.

Muchos de sus poemas recientes tratan sobre un amigo que ha fallecido. En Charlie escribe: «La amistad es la prosa del amor».
Existe una profunda afinidad entre el amor y la amistad. El amor es más emocional, histérico. La amistad es más pacífica, eso es, es prosa. No corre, camina. El amor, en cambio, corre. A quienes le preguntaban qué era lo más importante en su vida, el filósofo polaco Leszek Kołakowski respondía: la amistad. No sé si estoy de acuerdo con él, pero es una posición interesante. Hay muchos amores que terminan mal. Ocurre menos con las amistades. Hay algo más estable entre amigos. Por supuesto, hay amores que duran mucho tiempo pero, observando el mundo, las amistades parecen más sólidas.

Se le considera, no solo por su biografía, un hombre cosmopolita. En su poema Tierra escribe: «Algunos hablaban polaco, otros alemán, solo el llanto era cosmopolita». ¿Qué une a los pueblos?
Dolor y risa. El sentido del humor también es muy importante. Este poema está anclado a mi biografía. Mi familia tuvo que huir de Leópolis, yo era un niño y llegamos a Gliwice. En ese poema no digo que solo el dolor sea universal. Me refiero a esa situación específica. Porque, como decía, la risa también es universal. En este período, sin embargo, noto que los niños no se ríen, no son capaces, más bien sonríen.

¿Qué ha descubierto escribiendo poesía?
Los momentos en los que eres capaz de escribir un poema son aquellos en los que estás lleno de una sensación de riqueza. El mundo es increíblemente rico en emociones, colores, personas. El problema del poeta es que esta apertura al mundo va y viene. Hay días en los que, durante unas horas, tus ojos están bien abiertos, tus oídos atentos y tu corazón también está abierto. De repente, comprendes más y tratas de registrarlo en la escritura. Pero no es fácil ser poeta.

¿Por qué?
Porque esos momentos no duran. Cuando pasan, te encuentras de nuevo sin comprender. No aprendes mucho. Es un tipo de conocimiento que no es práctico. Si no fuera así, los poetas serían elegidos primeros ministros. Pero rara vez lo son. Y, cuando lo son, no siempre son experiencias positivas. La nuestra no es una sabiduría que dure las 24 horas del día.

¿Qué nutre la capacidad de ver poesía en las cosas? ¿Qué alimenta estos momentos de apertura?
Por un lado, la literatura, la poesía que lees, la tradición. Pero cuando eres joven y el conocimiento de la literatura es limitado, ya tienes esos ojos místicos. Ves que el mundo es mucho más de lo que parece en una conversación banal o en las páginas de los periódicos. Hay algo más allá de eso. Es una especie de sabiduría, es un horizonte. Puedes tocarlo, pero no puedes poseerlo. Es la combinación de tradición y visión, pero no me preguntes qué es esta visión. Porque no puedo decírtelo.

Cuando dice «hay algo más allá», ¿a qué se refiere? ¿Se considera una persona religiosa?
Sí, me considero una persona religiosa. Nací y vivo en un contexto católico, Polonia. Pero me resulta un problema situarme en el campo de las religiones positivas. Una vez escribí un poema titulado Mística para principiantes. Para mí la poesía es eso: vivir algo que roza la experiencia mística. Vives esta situación particular y tratas de escribir lo que percibes, pero no trates de dibujar un sistema de pensamiento, una ideología. Es como si les diera este poema al lector y le dijera: «Bueno, ahora es tu turno. Intenta comprender de qué se trata». Es lo opuesto a un sermón.

¿Es una invitación a vivir la misma experiencia que el poeta?
Si, absolutamente. Los filósofos antiguos lo llamaban «experiencia trascendental», que no coincide con la experiencia mística. Comienza con lo empírico, que se puede tocar y medir. Me gusta la dimensión del mundo que se encuentra con los sentidos. Pero además de este nivel, existe la percepción de una presencia en las cosas. El poeta se da cuenta de esta presencia. Entonces viene el sacerdote y dice: es esto o aquello. El artista no hace eso. Sí, soy religioso, pero es difícil ser religioso hoy en mi país, porque me parece que la Iglesia católica polaca ha traicionado, en un sentido nacionalista, la vocación universal del cristianismo. Estaría tentado de entrar en la Iglesia, pero no me gusta lo que hay ahora.

Conoció a Joseph Brodsky, poeta ruso y disidente político. En una entrevista, cuando le preguntaron cuál era la tarea de un intelectual en la sociedad, Brodsky contestó: «Escribir cosas hermosas».
La de Brodsky es una respuesta clásica. Pero los filósofos distinguen entre poetas e intelectuales. Los poetas, como los artistas, crean objetos. Los poemas son esculturas o pinturas. Y hacer esto es ligeramente diferente a entender cómo funciona el mundo. Un poeta que escribe una poesía excelente no necesariamente pretende comprender el mundo. Es solo crear un objeto hermoso. Un intelectual produce opiniones, juicios. Hay muchos poetas que se encuentran en la frontera entre los dos campos, como Czesław Miłosz, también premio Nobel, también amigo mío. Fue una combinación extraordinaria entre artista e intelectual. En sí mismo estoy de acuerdo con Brodsky. Pero como nunca hay suficientes personas inteligentes en la sociedad, es bueno que un poeta lo sea y pueda decir algo que ayude a la gente a comprender su época. No debemos limitar la actividad de un poeta a la escritura, aunque eso sea lo más importante.

En Autorretrato escribe: «Mi país se liberó de un mal. Quisiera / que le siguiera aún otra liberación. / ¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé». ¿A qué se refiere cuando habla de otra liberación?
Este poema fue escrito a mediados de la década de los 90. Antes era un disidente político en Polonia, estaba en contra del comunismo, que considero un sistema totalitario. Y los disidentes teníamos un sueño utópico, que la sociedad un día se liberaría del comunismo, convirtiéndose en un lugar de fraternidad. Fue una posición ingenua. Porque la sociedad nunca puede ser moralmente bella. En este poema resuena un eco de esa utopía: una vez que hubiéramos triunfado contra el totalitarismo, habríamos tenido una hermosa sociedad construida sobre el entendimiento mutuo y la amistad. Pero eso no es posible. La sociedad siempre tiene contradicciones, la gente tiene opiniones diferentes, se pelean entre sí. No hay que ser ingenuos.

Son tiempos difíciles. Está la pandemia y todo lo demás. ¿Todavía podemos tener esperanza? ¿En qué apoya su esperanza?
Sí, hay una pandemia, hay guerras, crece el populismo. Pero lo humano es mucho más. La esperanza proviene de la amistad, el amor, la belleza. Yo creo en la belleza, aunque no es el único valor que tengo en mi corazón. Pero creo que el arte, la poesía, la música nos muestran una idea de humanidad. Sé que estas cosas no son accesibles para todos. No creo que la belleza, en sí misma, sea capaz de transformar a toda la sociedad. Pero puede transformar a los pocos que pueden dar ejemplo. Dado que la belleza en el arte puede tener una dimensión moral, no es solo estética. No somos capaces de decir qué significa seguir siendo humanos, siempre hay algo más. Me preguntaba si soy religioso, todavía digo: sí, soy religioso también en este sentido. Creo en otra cosa. Hay algo más a lo que no podemos dar nombre. Pero este innombrable me da esperanza.

¿Qué palabras usaría para acompañar estos días difíciles?
Quizás las de un aforismo del poeta alemán Friedrich Christian Hebbel: «Si un árbol muere incluso en el peor de los suelos, es solo porque no enraíza suficientemente en lo profundo. Toda la tierra es suya».


Unos días después del diálogo aquí publicado, Zagajewski compuso este texto y nos lo regaló (Marco Bruno lo tradujo al italiano).

En la librería

Al acabar la lectura del volumen
donde Wacław Hryniewicz
habla de las cosas más importantes
he sentido el deseo de volver al Nuevo Testamento,
pero no he logrado encontrarlo
en mi desordenada biblioteca.

En la librería he mirado alrededor atentamente,
me he asegurado de que nadie
me estuviera oyendo y he preguntado
por el Nuevo Testamento. El vendedor
(con una camiseta que decía “Las hormigas vencerán”)
ha salido en su busca,
pero enseguida ha dicho, apesadumbrado,

por desgracia parece que
momentáneamente se ha acabado
el Nuevo Testamento.
No sé qué significa momentáneamente,
cuánto tiempo puede durar ese momento.
Cuáles pueden ser las consecuencias
de esta ausencia