TJ Berden en un rodaje

Con el corazón en el trabajo 2. Milagros en Hollywood

Americano en Los Ángeles, productor y guionista, TJ ha llevado a la gran pantalla historias como la de san Pablo o la Virgen María. Aquí nos cuenta qué significa hacer cine sobre estos temas, intentando llegar al corazón de todos
Anna Leonardi

The village voice, la histórica revista cultural de la izquierda neoyorquina, lo ha definido como “milagro”. Quizá sea una de las críticas de su última película, Pablo, el apóstol de Cristo, de las que TJ Berden más orgulloso está. El film es una producción de ODB Film, casa cinematográfica californiana especializada en temas religiosos, donde TJ es vicepresidente y productor. «Creo que con “milagro” no se refieren tanto a la película en sí sino a algo que han visto dentro de ella y que ha desplazado ciertos prejuicios», explica TJ, nacido en Los Ángeles hace 34 años y bautizado con dos iniciales por aquellas tierras no llaman demasiado la atención. «Hay un punto original que nos hace movernos y que tratamos de introducir en nuestro trabajo, y no es una simple premisa religiosa. Es algo a lo que queremos dar espacio, que dejamos que suceda en el film para que lo pueda cambiar todo: trama, personajes, espectadores», cuenta TJ, sorprendido de que todo eso lo vean más fácilmente los no creyentes, como se intuye al leer las páginas de The village voice: «Es un film que pide ser tomado en serio, que es la postura más dura para un ateo, porque la película no evita ninguna complejidad. Cuando san Pablo pronuncia sus palabras sobre la caridad en la Primera carta a los corintios –que nosotros estamos acostumbrados a oír en las bodas, sazonadas con las acostumbradas miradas lánguidas– te das cuenta en la película de que esas palabras nacen de un hombre de verdad, un hombre probado que espera su ejecución. La misericordia aquí se hace real».

Hay una fase del trabajo previo a la realización del film que probablemente sea la más delicada. También suele ser más larga que el rodaje. «Es una fase de barrido que solemos llamar “exploración creativa”», relata TJ, que de joven fue un prometedor actor de teatro en Chicago, luego se dejó tentar por la industria del cine y volvió a Hollywood, donde empezó a aprender con varias producciones, como El árbol de la vida, de Terence Malick. «Yo no escribo, me encargo de desarrollar el guion para hacer que funcione en pantalla. Es un trabajo parecido al de un arquitecto, tengo que identificar el punto de apoyo de la historia y qué es lo que la permitirá crecer. Al hacer esto, me dejo guiar por dos preguntas: “¿Qué es lo más verdadero que podemos contar? ¿Qué es lo más probable que puede pasar?”. Es un camino que parte de una identificación con los hechos y con los personajes que queremos contar».

El director Andrew Hyatt con Jim Caviezel en el rodaje de “Pablo, el apóstol de Cristo”

Con el film sobre san Pablo fue así. El guion inicial era de 140 páginas, que en pantalla equivalen a 140 minutos. TJ y su equipo lo dejaron en 90, descartando lo que no servía y dejando solo lo que funcionaba. Un trabajo de pulimento que duró dos años. «Queríamos tocar el aspecto más interesante de la vida de Pablo, es decir, su cambio de verdugo a víctima. El límite de ciertas películas épicas es que la humanidad de los personajes se deja un poco aparte. Quise abordar la figura de Pablo de manera que pudiera emerger la profundidad de su persona y que vibrara en él eso que Giussani llama “el sentido religioso”. Salió un personaje vivo, marcado por el pecado, pero justo por eso profundamente relevante». Todo el film se rodó en Malta y TJ quiso que la troupe y los actores (entre ellos Jim Caviezel, el Jesús de La Pasión de Mel Gibson, interpretando a san Lucas) se dejaran inspirar por la pintura de Caravaggio que se conserva en la catedral de La Valeta. «La decapitación de san Juan Bautista es una obra impactante. Es horrible y hermosa al mismo tiempo. Nosotros también queríamos pintar las escenas más violentas del film intentando llegar a ese nivel de dignidad y belleza en el relato. Utilizamos una cámara especial para crear secuencias en super slow motion, justo para dar el efecto de un cuadro en movimiento».

También Full of Grace, rodada tres años antes en la yerma naturaleza californiana, salió a la luz siguiendo ese mismo camino. La película cuenta los últimos días de vida de la Virgen, marcados por un intenso diálogo con Pedro, turbado por los numerosos problemas que sufrían las primeras comunidades cristianas. El trabajo del guion, día tras día, empezaba siempre con una pregunta que TJ planteaba a todo el equipo: «¿Cómo podía el encuentro con Cristo seguir marcando sus vidas? ¿Cómo pudieron continuar, después de que Cristo se fuera?». «El trabajo de esos meses era muy parecido a una Escuela de comunidad», recuerda TJ. «Todavía tengo grabada la imagen del director Andrew Hyatt, y el productor ejecutivo, Eric Groth, sentados en el despacho inmersos en la lectura de Los orígenes de la pretensión cristiana de Giussani. Para ellos, la idea del cristianismo como encuentro era algo revolucionario y la querían dentro del film».

Esa es justo la idea de encuentro que marca el punto de inflexión en la trama. Los apóstoles empezaron a hacerse cargo de todo solo por esa experiencia de plenitud que habían vivido con Jesús. «Por eso hay en el film seis flashback que muestran a Pedro el primer día en que se sintió llamado por su nombre por el Señor. Él no podía seguir viviendo sin esa mirada». Una hora y diez minutos de película, rodada con poquísimo dinero y en muy pocos días, contando “solo” con este acontecimiento. «Redujimos todo al esqueleto y corrimos un gran riesgo. Nos preguntamos miles de veces: “¿Pero basta con esto? ¿Esto otro es necesario?”. Lo único que todos teníamos claro era que no había una idea más fuerte, para explicar cómo acontece la fe, que el enamoramiento. No amas porque lo estudies en los libros sino porque te topas con una persona que suscita en ti el deseo de quedarte con ella. Y el público ha valorado esta manera existencial de vivir la fe».

TJ con el productor ejecutivo del film sobre san Pablo, Eric Groth

TJ Berden trabaja ahora en una nueva producción. La vida de san Patricio, patrón de Irlanda, ha sido meticulosamente examinada por todo el equipo. «Es un personaje que se ha malinterpretado mucho, reducido a desfiles y celebraciones anglosajonas», afirma TJ. «En un momento histórico como este, cuando el cristianismo corre el riesgo de no ser ya capaz de atraer a los hombres, me interesa descubrir la naturaleza de la fe de este hombre. ¿Por qué logró fascinar a las poblaciones celtas?». En la biografía del santo hay una laguna temporal que ninguna fuente histórica ha logrado reconstruir nunca. Secuestrado a los 16 años de edad, volvió a la casa familiar seis años después con fe. Cómo y por qué, nadie lo sabe con seguridad. Precisamente al nivel de este eslabón que falta se concentraron las preguntas de los guionistas. ¿Cómo entró Dios en su vida? ¿Qué le pasó? «Podíamos imaginarnos un Dios que le habla, claro, sería algo compatible con la cultura de su tiempo, pero nos preguntamos si una forma así podría sugerir algo significativo para el hombre actual. Así que nos hemos arriesgado», cuenta TJ, con mucho cuidado de no desvelar demasiado de la trama. «“Nuestro” Patrick es un hombre muy moderno que rechaza la fe de sus padres pero luego la redescubre, la hace suya a través de un camino lleno de libertad y de razón».

En 2008, la vida de TJ también se topó con un hecho que le haría recorrer caminos inesperados. Estaba en una sala de fiestas de Los Ángeles con sus amigos de siempre. Con la cuarta cerveza, se caldearon los ánimos. «No sé por qué, pero empezamos a hablar de grandes temas éticos y del Papa. Mis amigos sabían que yo era católico y de vez en cuando se burlaban». A su alrededor se formó un pequeño círculo de gente, una chica llena de tatuajes empezó a escuchar con interés los argumentos de TJ y al acabar la noche se le acercó y le dijo: «Oye, tú tendrías que conocer a la gente de Comunión y Liberación». Él no sabía de qué le estaba hablando, pero la semana siguiente acudió a la cita que le habían sugerido. «Allí conocí a Carlo, que se convirtió en mi amigo. Un amigo como nunca había tenido. Íbamos juntos a conciertos, a restaurantes, a partidos. Estaba siempre atento a las necesidades de todos y amaba su trabajo. Pronto me di cuenta de que también disfrutaba de la vida de veras, y que todo era por esa relación única que tenía con el Misterio». Fue el encuentro que le hizo tener certeza de su fe. Y que, con el tiempo, le ha mantenido cada vez más pegado a ese camino que hacía que esos amigos fueran tan interesantes. «En el fondo, en mis películas no hago más que contar lo que me pasó aquel día».