Marco Martinelli con los chavales de Kibera

Kenia. Con Dante en la selva africana

Doscientos chavales de las chabolas trabajan con el director Marco Martinelli y la actriz Laura Redaelli, de la Compañía teatral delle Albe en Rávena, que han visto florecer «brotes en medio de la basura»
Giuseppe Frangi

Dante desembarca en Kibera. Kibera, en Nairobi, no es un lugar cualquiera: es el mayor barrio de chabolas (slum) de África, donde viven 800.000 personas, con una edad media inversamente proporcional a la de los viejos países occidentales. En Kibera, desde el año 2000, hay un colegio, el Little Prince, apoyado por AVSI, que en ese contexto luce cifras sorprendentes: una tasa de abandono del 8%, frente al promedio del 35% en los colegios de este slum. Si el índice de asistencia es tan alto, se debe en parte también al teatro. Hace unos años, los profesores descubrieron que era un factor de gran atención y motivación para los niños, que lo vivían como una forma expresiva muy correspondiente. El escenario era un espacio de redención y libertad.

Los resultados se aprecian también en la calidad, hasta tal punto que en 2016 la función sobre Pinocho ganó el premio internacional de la Fundación Collodi. Sin embargo, el escenario era pequeño y el salón de actos inadecuado. No se podía traicionar la riqueza y la felicidad que el teatro regalaba a los niños, hacía falta encontrar recursos.

El primero que respondió al llamamiento desde Kibera fue el actor italiano Franco Branciaroli, que promovió una recaudación de fondos al final de sus espectáculos en el Piccolo Teatro de Milán. Luego se sumaron a esta idea los amigos de Emanuele Banterle que, junto a Avsi y la Compañía teatral degli Incamminati, decidieron dedicar ese salón teatral al propio Banterle (fallecido en 2011) y pedir apoyo a los muchos que le habían conocido y que tanto valoraban su dedicación apasionada al mundo del teatro. Gracias a los recursos recogidos fue posible poner en marcha las obras.



Sin embargo, como pasa a menudo, la idea se volvió contagiosa. Se preguntaron por qué no proponer a otros colegios un proyecto que estaba generando tanta positividad. Y es entonces cuando salió a escena Dante. Mejor dicho, Dante salió a escena gracias a otro protagonista del teatro italiano, Marco Martinelli, fundador de la Compañía delle Albe de Rávena. «Cuando me pidieron participar en esta segunda fase del proyecto de la escuela de teatro Emanuele Banterle, estaba muy ocupado», cuenta Martinelli, «pero al oír los relatos de los amigos de Emanuele me derrumbé: tenía que sacar tiempo para ir a Kibera».

Y así fue. Dos viajes, junto con la actriz Laura Redaelli, para definir la idea, según una filosofía ya experimentada con los chavales de decenas de colegios “marginales” de Italia. El modelo es el de las funciones colectivas y corales, que introducen la improvisación de los chavales en un guion construido con una serie de palabras clave de grandes autores. En Italia el autor fue Vladimir Mayakovski. En Kibera, Dante. «Un autor como él es el prototipo universal», explica Martinelli, «y con los 200 niños y chavales de los cuatro colegios involucrados en el proyecto (además del Little Prince, en otras zonas de la ciudad, el Ushirika Centre, el Cardenal Otunga y el Urafiki Carovana), podíamos hacer entrar la Divina Comedia en la situación y en el imaginario de la chabolas». Todo empezaba así en la selva oscura, donde Dante se había perdido. «Con humildad, consciente de no poder salvarse solo, pide ayuda para salir de allí. Se encuentra con que tiene que hacer frente a las bestias que los chavales han imaginado para situaciones similares: elefantes y serpientes, por ejemplo». Los chavales tenían que poner nombre a los círculos del Infierno. «Desde el principio, indicaron un círculo para los que cometen violencia contra los pequeños, una herida que lamentablemente afecta muy profundamente a estas chabolas. Los demás círculos serían el resultado del trabajo de estos meses bajo la guía de tan buenos profesores».

«Estaba muy ocupado», cuenta Martinelli, «pero al oír los relatos de los amigos de Emanuele me derrumbé: tenía que sacar tiempo para ir a Kibera»


Antonino Masuri, cooperante de Avsi en Nairobi, comenta el método de trabajo de Martinelli con los chavales: «El teatro sirve para esto, para ayudar a nuestros niños a ser ellos mismos, a entender su valor inestimable; a utilizar esa energía almacenada en su interior, por todo lo que sufren, de forma positiva». Y cuenta un episodio en el colegio Ushirika, cuando uno de los chavales preguntó al director cuál era su tesoro, y él contestó: «¡Mi mujer!». «Un segundo infinito invadió toda el aula llena de gente», recuerda Masuri. «Todos notaron que decía la verdad. Tenía delante a tantos niños, hijos de madres solteras, nacidos en un contexto donde se registra una tasa muy elevada de Sida, y él estaba dando testimonio de que el amor verdadero es posible, existe y permanece».

Al final de este recorrido, en octubre, el espectáculo saldrá a escena dos veces, una en el Little Prince y otra en el Cardenal Otunga, para que puedan verlo todas las familias. También en Kibera, como en Italia, saldrá al final una marcha de chavales repitiendo, como un tam-tam, los versos de Mayakovski sobre las estrellas («¿si las estrellas se encienden, quiere decir que a alguien le hacen falta, quiere decir que alguien quiere que existan,?»), alternados con los de Dante («el amor que mueve al sol y a las demás estrellas»). Martinelli concluye con un primer balance: «He encontrado una energía y una fuerza de vida que no me esperaba en un contexto como este. Me ha sorprendido la disponibilidad total de niños, chavales y profesores a seguir el proyecto. Enseguida han entrado en el papel. Al conocerles y trabajar juntos uno entiende que para ellos el colegio es realmente un lugar de felicidad. Muchísimos de ellos eran niños de la calle, que comían una vez por semana, inhalaban pegamento, se escondían entre la basura. Un plato de arroz y frijoles para ellos es un tesoro». ¿Y el teatro qué les puede dar? «La conciencia de sentirse como brotes en medio de la basura. Es el deseo de una vida diferente que late en ellos».