Una extraña compañía

Quedan a cenar una vez al mes para charlar sobre El sentido religioso. Notarios, sacerdotes, médicos, abogados. Creyentes o no. La mayoría no conocía CL, o solo de oídas. Y sin embargo...
Stefano Filippi

Imagínate una cena con profesores, doctores, notarios, abogados, asesores fiscales, sacerdotes, matrimonios jóvenes, ingenieros. La clase dirigente de la ciudad véneta de Treviso. Desde hace año y medio, quedan un miércoles al mes para leer y dialogar sobre El sentido religioso de don Giussani. Esta vez prefirieron citar a esta extraña compañía un viernes de diciembre para una de las miles de cenas del periodo navideño. Participaron más de treinta personas, solo cuatro de CL. Gente con distintas historias, creyentes o no, personas que no conocían CL o solo de oídas, algunos incluso con un juicio negativo. Como Adelino Bortoluzzi, sacerdote de la provincia de Santa Ana. CL no le gustaba, identificaba el movimiento con un grupo político, con orientaciones de centro-derecha. Hace un par de años, un amigo le regaló un libro de don Giussani. «Y he descubierto a un personaje emocionante, un verdadero profeta para la Iglesia actual».

Esta noche Adelino hace de anfitrión. La cena se sirve en un salón por un grupo de feligreses que ha puesto la mesa (cuidando todos los detalles, poniendo por ejemplo servilletas de tela con un lacito dorado y una estrellita de Navidad), cocinado y servido. A la cabecera están sentados él y el amigo que le regaló el libro, Luca Antonini, profesor de Derecho constitucional en la Universidad de Padua. El profesor presenta, pero es el cura quien guía la velada. El tema del diálogo es el capítulo doce del libro, “La aventura de la interpretación”, es decir, la libertad del hombre. Adelino lee los pasajes principales mientras traen la lasaña. De vez en cuando se interrumpe: «Bellísimo». Para abrir el debate, reparte una hoja con algunos textos seleccionados por él: pasajes de Julián Carrón, del Concilio (Gaudium et Spes), de santo Tomás, del teólogo Giannino Piana. Su background, sus autores de referencia antiguos y nuevos comparados con pasión. Don Giussani le permite releer y profundizar su experiencia.


El tema del diálogo es el capítulo doce del libro, “La aventura de la interpretación”, es decir, la libertad del hombre. Adelino lee los pasajes principales mientras traen la lasaña

Es algo que comparte con los demás comensales. Ferruccio Bresolin, profesor emérito de Económicas en la Università Ca’ Foscari de Venecia, habla de la libertad como «capital social» que te permite no tanto poner en marcha una empresa sino entrar en relación con Dios, y se pregunta cuáles son las limitaciones de la libertad en la realidad. Paolo Pauletto, jefe de planta de medicina interna, retoma al san Agustín que estudió en el colegio. «Este capítulo me ha dejado sin palabras, a medida que la ciencia avanza somo menos capaces de explicar el todo». Antonio Sacchetta, jefe de planta del hospital Conegliano, cita a Lutero y Kant, y habla del sentido religioso como un «anhelo primigenio». Samuele Busetto, profesor de historia y filosofía, agarra un vaso de la mesa para explicar la libertad como «capacidad del infinito». La capacidad es como la de un recipiente. Riccardo Rossano, abogado y director del Teatro estable de Bari, dice que de don Giussani le llama la atención la «educación de la libertad», como algo «esencial para los chavales de hoy, desconectados de la realidad», e invita a leer otro libro, El sentido de nacer, que recoge un largo diálogo con Giovanni Testori. Rossano acaba de llegar a Treviso, donde trabaja su mujer, mientras él muy a menudo está en Bari, pero esta noche los dos están aquí: «Era demasiado importante». Tiziano Barone, director de la Agencia regional Veneto Lavoro, cuenta el drama que vive ante los 230.000 parados de la región. «Me pregunto siempre cuál es su verdadera necesidad mientras intento buscarles un trabajo».

Qué desafío la libertad. El diálogo se hace intenso. Luciana Cocco, mujer del notario Lorenzo Ferretto sentado a su lado, recuerda sus años de enseñanza. «Dejaba la puerta de clase siempre abierta. Los chavales tenían que tener claro que cada momento de clase es un acto de libertad. Si querían salir podían hacerlo. Pero quedarse significaba implicarse, estaban allí para su propia realización. La puerta abierta era un signo y la libertad era signo del amor». Elia Porcellato, ingeniera, recuerda que la libertad también se ha utilizado para alianzas políticas, «pero lo que más me impacta es pensar en el amor de Dios que nos ha querido libres. ¿No sería todo más fácil si fuéramos menos libres?». Eva Bredariol, abogada, no puede evitar las referencias bíblicas; su homónima hubiera podido decir no a la serpiente tentadora. Sin embargo, ella lo resuelve muy bien: «La mujer ha sido el instrumento para que todos seamos conscientes del bien y del mal». Y a Jean-Baptiste, sacerdote del Burkina Faso y huésped durante un año del padre Bortoluzzi, la libertad como cumplimiento de uno mismo le hace recordar a su padre muerto en África hace unos años. «Nos contó que estaba supercontento porque había conseguido algo grande. Nos repetía siempre: quedaos pegados a Jesús y nada os dará miedo».

Elena pregunta: «Lo que más me impacta es pensar en el amor de Dios que nos ha querido libres. ¿No sería todo más fácil si fuéramos menos libres?

Dos horas con un ambiente imposible de encontrar en otros sitios, con gente de lo más distinta pero que se escucha, se respeta, habla por turnos, no interrumpe. Son también personalidades de alto nivel pero es evidente que los buenos modales por sí solos no explican la atención, el interés y el silencio colectivo cuando uno interviene. Hay quien ha llegado con el libro de Giussani, otros con la tablet, muchos toman notas mientras comen, una se ha traído la Biblia. Móviles que suenan: ninguno. Quizás las comidas en los monasterios son así, comiendo mientras uno lee.

«Justo de la idea del monasterio ha nacido todo», cuenta Antonini. «Una realidad pequeña, capaz de influir en la sociedad». Su cenobio es la casa de los Memores Domini donde vive. «A menudo invito a las personas que me encuentro. Y es inevitable que nazcan curiosidades y preguntas sobre nuestra vocación y su origen, que es don Giussani. Con algunos nos hemos dicho: ¿por qué no quedamos con más frecuencia para abordar su percorso? Hace casi tres años el periódico Corriere della Sera volvió a publicar los libros de Giussani, eso quiere decir que no es patrimonio solo de CL y de sus miembros, sino de cualquier persona sedienta de vida incluso sin pertenecer al movimiento. Muchos me han dado las gracias por haberles presentado a un pensador y a un educador que necesitaban encontrar».



El Corriere della Sera volvió a publicar los libros de Giussan, eso quiere decir que no es patrimonio solo de CL y de sus miembros, sino de cualquier persona sedienta de vida incluso sin pertenecer al movimiento

El primero en dar las gracias es Adelino. En Treviso le conocen muy bien, es un tipo abierto a muchas realidades, de los emprendedores a los emigrantes. Se le conoce como uno que no se corta. «Cuando nos conocimos», cuenta Antonini, «nos preguntamos qué podíamos hacer por Treviso. El Papa Francisco nos invitaba a ser una Iglesia “en salida”, a salir a las periferias existenciales, no solo geográficas. La nuestra sigue siendo una ciudad rica y burguesa, con ejemplos de generosidad excepcionales pero que corre el riesgo de perder el sentido de lo que se hace». Las cenas con amigos en casa se han convertido en citas mensuales en un restaurante cuyo nombre es bastante emblemático: «Porqué». Cada uno ha invitado a sus amigos. «Lo más llamativo», comenta Antonini, «es que Giussani habla de su experiencia, la hace emerger, se convierte en un compañero de camino decisivo. El interés por el origen de nuestra vida es inmensamente mayor que todos los discursos acerca del futuro de la ciudad, las estructuras, la cuestión civil».

Al principio nos costaba entender el texto, el lenguaje de Giussani resultaba difícil. Se ha hecho un recorrido, se ha aceptado un desafío fascinante fielmente. Y ahora los diálogos son solo sobre Giussani. «Me fascina su modernidad», dice Bortoluzzi, «la manera con la que intuyó, décadas antes, la confusión que reina hoy en día. Pero también su capacidad de proponer a todos no un personaje del pasado sino una persona presente».
Traen el panettone recubierto de crema, hablan de una peregrinación a Tierra Santa para agosto. La última sorpresa es cuando nos levantamos de la mesa. Todavía no es el momento de despedirnos porque todo el mundo se queda a recoger, y lo hacen espontáneamente, no es necesario rogar a nadie. Para Silvia Biscaro, abogada, es la primera vez: no la invitó alguien de CL sino al profesor Bresolin. A la salida, confiesa a Antonini: «No te puedes imaginar cómo estaba buscando un lugar como este».

El interés por el origen de nuestra vida es inmensamente mayor que todos los discursos acerca del futuro de la ciudad, las estructuras, la cuestión civil