Los egipcios de la comunidad copta de Roma trabajando en el "almacén" de la Recogida de Alimentos en la Estación Prenestina

Recogida de alimentos. El "Padre Nuestro" en árabe

Un grupo de cristianos coptos egipcios es beneficiario del Banco de Solidaridad. Algunos de ellos ayudan en la jornada de recogida desde hace tres años. Esta vez han estado en el vestíbulo de la estación Prenestina, “almacén” por un día…
Silvia Guidi

«Nour, ¿me explicas esto de la “Cuaresma de Navidad”? En el almacén de Prenestina hay un montón de chavales coptos que nos echan una mano para descargar y no quiero meter la pata». «¡Déjame terminar mi turno en el Carrefour y luego voy a veros y te cuento!». Nour es egipcia, cristiana copta como sus padres y hermanos; desde hace muchos años vive en Fonte Laurentina, más allá de la circunvalación principal, pero sueña con volver a casa antes o después. Esta mañana, jornada de la recogida de alimentos, ha salido de casa a las siete con los folletos en el bolso y el peto amarillo; su marido Amir está fuera de Roma por trabajo, «si no él también habría participado».

Mi destino hoy es un pasillo de la Estación Prenestina, locales semiabandonados que la compañía italiana Ferrovie delle Stato ha puesto a disposición del Banco como almacén para un primer almacenamiento de las cajas recogidas, sede del trabajo (escondido pero fundamental) de quien comprueba los formularios de entrada, inserta los datos en Excel, tacha el listado de los supermercados de la zona para comprobar que los voluntarios hayan cerrado, entregado, descargado y empaquetado todo correctamente, garantizando transparencia y seguimiento.



Colgados en las paredes, entra las columnas de palés, los carteles con nombres de comida también están escritos en árabe. Los que más ayudan son justo los chavales que todavía no saben italiano, egipcios coptos como Nour, y esos carteles son para ellos, de esta forma pueden apilar las cajas sin preguntar cada vez a Mamadou, el conductor del Banco. «Llevan cuatro años viniendo aquí a trabajar con nosotros», cuenta Massimo Bramucci, coordinador del almacén. «Lo hacen con una alegría y una sonrisa sorprendente. La comunidad copta es beneficiaria del Banco de toda la vida, pero a lo largo de los años ha nacido una amistad, por eso vivimos juntos este gesto de la recogida ».

Durante el largo día de trabajo, entre los uniformes azules y amarillos de los voluntarios de la Protección Civil, el traje de camuflaje del ejército, los voluntarios de Arci y los chalecos de cuero de dos moteros del Moto Club Harley-Davidson, los tonos de los móviles de los chavales egipcios ofrecen lo mejor de la música pop norteafricana, que acompaña el rumor de los montacargas, las ruedas de los carros y el estruendo de las cajas apiladas. Increíblemente, nadie tiene puesta la camiseta de el Shaarawy, pero la pasión por el fútbol es grande. Entre una descarga y otra, la plaza de la estación se convierte en un estadio olímpico en miniatura con porterías hechas de cartón (y que cuando hace falta se convierten en canastas de baloncesto).

La entrada de la Estación Prenestina

Intento hacer algunas preguntas a la señora Hanan, punto de referencia de todo el grupo egipcio. Sonriente y amable, me contesta que no se atreve a contar las historias de su chavales. Tiene miedo a que algunas cosas puedan poner en dificultades a los amigos y familia que todavía tienen en Egipto. El impacto de la masacre en la mezquita de Bir al Abed, el atentado más grave en la historia reciente del país, todavía es muy fuerte. «Espero equivocarme, pero temo que nos convertiremos en algo parecido a Siria», dice Nour confesando su angustia. «Sin embargo, paradójicamente, nunca he tenido tantas ganas de volver y de vivir con mi gente como este Adviento, marcado por un drama tan grande».

Antes de comer juntos, la oración del Padre Nuestro suena con la dulzura y el ritmo solemne de la liturgia copta. El menú para los egipcios cristiano es distinto del de los demás. Tiene que cumplir con normas especiales por la “Cuaresma de Navidad”: se prohíben los ingredientes de origen animal. La pizza encargada para la cena no lleva mozzarella, por ejemplo. «Empezamos el Adviento, cuarenta y tres días antes de Navidad», cuenta Nour. «Esta cifra tiene un significado especial. Cuarenta indica siempre el tiempo de espera del cumplimiento de la promesa del Señor. En cambio, son tres los días durante los cuales la Iglesia copta pide que se observe el ayuno “adicional”, remiten al milagro del siglo X en El Cairo, cuando el califa, como prueba de verdad del cristianismo, pide al patriarca copto mover la montaña Muqattam. Si no lo hubiese conseguido, habría tenido que convertirse al islam o morir. Después de tres días de ayuno y de oración de toda la comunidad, un terremoto movió la montaña». Nour se despide de mí con una sonrisa y dos refranes que su madre le repetía de pequeña sobre la necesidad y la belleza de ser una comunidad y sobre cómo el egoísmo, en cambio, puede convertirnos en personas ridículas: «el ávido es calvo y quiere un peine», y «una mano sola no puede aplaudir».

Al acabar el día, Massimo está agradecido por la “comunidad” que ha visto en esta jornada. Y por el hecho de que todo lo que ha pasado no era como se lo había imaginado... Durante los meses anteriores a la recogida, estaba preocupado. «Hablar con las entidades de caridad para comprobar su disponibilidad, encontrar un almacén, la dificultad con los trasportes, un supermercado más y luego un supermercado menos, mover las cosas de un lado a otro… Me preguntaba: ¿lo conseguiremos? Sin embargo, como cada año, todas las piezas del puzle se han colocado solas... siempre hay Alguien que supervisa».