Julián Carrón

Disarming beauty. El lugar de la fe

En la avanzadilla del mundo post-cristiano, la perspectiva de “La belleza desarmada” de Julián Carrón entra en el debate estadounidense sobre la tarea de los cristianos
Mattia Ferraresi

Nada más poner un pie en Norteamérica, La belleza desarmada ha entrado en el debate sobre el papel de la fe en el mundo contemporáneo. Disarming Beauty, la traducción al inglés del libro de Julián Carrón, se publica en un momento en que el diálogo público sobre la pertinencia de la fe respecto a las exigencias de la vida está muy caliente, debido también a una serie de cambios sociales, políticos y jurídicos que en el arco de pocos años han transformado esta «nación con alma de iglesia», como la llamaba G.K. Chesterton hace un siglo, en la avanzadilla del mundo post-cristiano, por usar un término recurrente en las portadas de hoy. En el “derrumbe de las evidencias” que caracteriza la época actual, América está un paso por delante del resto de Occidente.

La Catholic News Agency observa que «en respuesta a la decreciente influencia del cristianismo en la cultura secularizada, el líder de un movimiento eclesial global hace una provocadora declaración: en realidad este es un gran momento para la Iglesia». La agencia, en una entrevista con el autor, subraya el hecho de que el responsable del movimiento, al contrario que otros muchos, insiste en la oportunidad de verificación de la fe que esta etapa de la modernidad nos ofrece. «El hecho de que la Iglesia ya no sea la mayoría moral es liberador, nos permite redescubrir el corazón del acontecimiento cristiano», dice Carrón en un diálogo con Marianne Medlin y Perry West, retomando la expresión americana moral majority, que nació en los años setenta por iniciativa del ministro baptista Jerry Falwell para movilizar al mundo cristiano sobre cuestiones éticas y sociales. En un artículo publicado en America, la revista de los jesuitas norteamericanos, Jason Blakely afirma: «La secularización no es enemiga del cristianismo, sino una oportunidad histórica para que la Iglesia pueda vivir su testimonio de un modo auténtico y desarmado. Pero Carrón también señala que la libertad individual defendida por las democracias secularizadas no es simplemente un inconveniente necesario para evitar la tentación de la hegemonía. En la perspectiva cristiana, “la libertad es el mayor don que al hombre dieron los cielos”».

Un artículo de la americana sobre ''Disarming Beauty''

En la situación del Nuevo Mundo, el desafío radical que emerge del libro de Carrón es aún más pertinente, si cabe, que el que se plantea en Europa. Leyes, decreto y sentencias sobre la vida, el matrimonio, la libertad religiosa y la educación han sancionado cambios culturales que llevan en marcha décadas y que han sometido a presión un panorama cristiano atomizado, entre la tentación de la asimilación y lo que parece una resistencia imposible ante las mareas del mundo. la división política entre cristianos “progresistas” y “conservadores”, una reducción habitual en la época de la polarización extrema, también parece haber perdido ya su significado. La elección del más anómalo de los presidentes, Donald Trump, que tuvo lugar gracias al apoyo masivo de los evangélicos y al voto de la mayoría de los católicos, complicó aún más el escenario. Han cambiado las coordenadas y las fallas de ruptura. La culture war, la “guerra cultural” lanzada en los años noventa para hacer frente a la deriva secularista, se ha perdido irremediablemente, y ahora una plétora de intelectuales cristianos no puede evitar interrogarse sobre el lugar que ocupa la fe en la sociedad. Disarming Beautysi entra así en diálogo con autores y volúmenes que de distintas maneras denuncian la marginación de la experiencia de la fe, y que ofrecen ideas, a veces incluso estrategias militantes, para retomar la batalla o al menos para sellar un armisticio honroso.

Pero la belleza de la que habla Carrón está desarmada, no va equipada para el choque cultural e ideológico, invita ante todo a redescubrir la verdadera naturaleza de la fe y de la estructura humana, vaciada por eso que Giussani llamó “efecto Chernobyl”. En este sentido, el deterioro de las estructuras que tradicionalmente dictaban un estilo de vida inspirado en los valores cristianos (que en América del Norte es especialmente profundo y rápido), para Carrón supone la ocasión de relanzar la verificación de la fe, no de negociar las condiciones de la rendición. Este cambio de perspectiva ha llamado la atención de los observadores americanos en un debate marcado por tonos oscuros y profecías más propias de una fe completamente desarraigada del mundo. No hay reseña, comentario o entrevista a propósito de Disarming Beauty que no señale el “optimismo” que la perspectiva de Carrón testimonia. Donde muchos solo ven signos del declive de un mundo que hasta hace poco todavía estaba marcado en cierto modo por el cristianismo, él ve la oportunidad de una recuperación radical de esa fe que ha sido largamente reducida a estructuras, rituales, valores, actitudes sociales, a un esquema ético o una agenda cultural o política. Ha bastado la llegada de nuevas estructuras para barrer las viejas.

«No ser ya la mayoría moral nos permite redescubrir el corazón del cristianismo»

En una larga entrevista con John Allen, uno de los vaticanistas americanos más importantes, Carrón se define como «completamente optimista», y su positividad nace «por la naturaleza misma de la fe». «No depende de mi capacidad de lectura de la realidad o de mi diagnóstico sobre la situación sociológica. El problema es que para ser capaz de empezar nuevamente desde este punto de partida absolutamente original debemos volver a las raíces de la propia fe, a aquello que Jesús dijo e hizo». El avance del desierto humano pone al hombre de hoy en una posición ventajosa para afrontar la profundidad de la crisis actual y juzgar si el cristianismo ofrece respuestas adecuadas. «Mientras no respondamos a las necesidades reales de las personas, despertando su capacidad de encontrar un significado que haga vivible la vida, no responderemos a la naturaleza real de la crisis, cuyas raíces se hallan en esta reducción de lo que significa ser hombres. Este es el motivo de mi optimismo, porque estoy convencido de que el cristianismo puede ofrecer su mayor contribución justamente en esta situación», continúa Carrón.

La dimensión del testimonio, opuesta a la militancia, y la capacidad de atracción del cristianismo, que no necesita nada más que el “acontecimiento” de Cristo para comunicarse a los hombres de todos los tiempos, abren una grieta en la concepción americana, donde la dimensión religiosa y la civil están ab origine mezcladas y superpuestas, y tal vez la fe haya quedado reducida a sierva del proyecto de la modernidad secularizada. La única alternativa para los que se oponen a esta subordinación parece ser la huida, la retirada estratégica a los márgenes de la sociedad laica, la búsqueda de espacios de libertad. Una libertad necesariamente circunscrita y vigilada.

Carrón ve la oportunidad de una recuperación radical de esa fe reducida a estructuras, rituales y esquemas éticos

El libro más influyente entre todos los que establecen la exigencia de una retirada para salvar una fe amenazada es The benedict option, del intelectual y periodista Rod Dreher. Dreher propone abandonar la culture war definitivamente perdida para construir arcas que permitan afrontar el gran diluvio del mundo y esperar a que las aguas amainen. Se trataría de construir comunidades dedicadas a defender la experiencia religiosa en un mundo hostil.

La perspectiva de Dreher, que lleva años reflexionando en esta forma de retirada basada en el modelo monástico, ha fascinado a decenas de miles de cristianos americanos de toda confesión, y ya hay quien sitúa Disarming Beauty en oposición frontal a esta “opción benedictina”. Según Blakely, «los cristianos no evangelizan retirándose sino estrechando amistades. Un capítulo tras otro, Carrón insiste en que el cristianismo no empezó siendo un sistema moral ni como un asentimiento a instancias dogmáticas, sino con Jesús, que ofreció su compañía». En el origen de todo está una presencia, lo demás es consecuencia. También en el país más religioso y secularizado del mundo.