Lo escritor y disidente ruso Mijail Shiskin (Archivo Meeting)

Mijail Shishkin: «Solo la cultura podrá reconstruir»

Uno de los grandes autores rusos contemporáneos, hoy en el exilio. «Cuando acabe la guerra, serán la lengua, la música y la poesía quienes construyan puentes entre rusos y ucranianos. Por eso no dejo de escribir»
Maria Acqua Simi

Nacido en Moscú en 1961 de padre ruso y madre ucraniana, Mijail Shishkin está considerado uno de los grandes escritores disidentes rusos contemporáneos. Muy crítico con el estalinismo (su abuelo fue deportado por el régimen soviético a un campo de trabajo del que ya no regresó) y con el rumbo actual que ha tomado Moscú, vive exiliado en Zúrich desde mediados de los 90. Sus obras, traducidas en más de treinta idiomas, han obtenido importantes reconocimientos internacionales. El último fue el Premio Strega Europeo en 2022 por su novela Punto de fuga. Ese mismo año Shishkin publicó también un ensayo titulado Russki Mir. ¿Guerra o paz?, que aborda las dos décadas de gobierno de Putin e indaga en sus raíces históricas. Nos encontramos con él en el Meeting de Rímini, donde participó en un encuentro titulado “Entre democracia y autocracia. El destino de la libertad”, con Shadi Hamid, escritor e investigador de la Brookings Institution. Su herida por la guerra en Ucrania está abierta y duele, pero no deja de escribir porque, según dice, «algún día la guerra acabará y entonces la cultura podrá construir puentes entre rusos y ucranianos».

«El odio es la enfermedad, la cultura es la cura», dice en su último libro.
La cultura solo podrá ser una medicina cuando las armas callen, cuando acabe la guerra. Mientras el conflicto esté activo, la cultura, la música y la literatura no tienen ninguna opción. Lo hemos visto muchas veces a lo largo de la historia, por ejemplo en Italia con el cineasta Rossellini. Cuando empezó la guerra él también se preguntaba qué podía hacer. Hizo una película contra el conflicto, El hombre de la cruz, en 1943. El hombre de la cruz era un cura en el frente ruso que intentaba frenar el derramamiento de sangre en nombre de Cristo, el hombre del amor. Aparentemente no podía hacer nada. Como el cura de su película, el cineasta tampoco podía hacer nada contra la guerra en ese momento. Ningún libro ha parado jamás una guerra. Ningún libro escrito por mí o mis colegas en estos veinte años ha podido frenar la destrucción.

Entoncees, ¿por qué escribe?
Cuando Thomas Mann se fue a América (Premio Nobel en 1929, opositor al régimen nazi vivió exiliado desde 1933 primero en Suiza y luego en Estados Unidos antes de volver a Zúrich en 1952; ndr), logró escribir la novela José y sus hermanos. Por aquel entonces participaba en la radio, desde donde se dirigía al pueblo alemán hablando del Holocausto, pero nadie le escuchaba. Cuando acabó la guerra, los alemanes dijeron que no sabían nada de aquel horror. Entonces, ¿es que Thomas Mann se había dirigido a su pueblo todos aquellos años inútilmente? ¿Qué significado tenía su compromiso? Era un gesto inmenso. Salvó el honor de su pueblo, de su lengua y de la cultura alemana. Hoy, dirigirse a los rusos condenando la guerra no tiene ningún sentido, pero yo no dejo de escribir y contar. Para mí significa mucho porque así demuestro que la lengua rusa no es solo la lengua de Putin. Para mí es importante salvar el honor de la lengua rusa porque tarde o temprano la guerra acabará. Entonces dará comienzo una gran tarea para la cultura: construir puentes. Porque entre rusos y ucranianos habrá tal ruptura debido a la violencia y a la sangre, que los únicos que podrán construir esos puentes serán los hombres y mujeres de la cultura. Y será los primeros: músicos, poetas, escritores, cineastas… Hasta entonces hay que conservar y defender el honor de la cultura rusa.

Usted se declara optimista en relación a la democracia, ¿a qué se debe su confianza?
Algo sé de la historia de la humanidad y veo que la gente es cada vez más humana. Veo que la ley del más fuerte se transforma en el derecho de los más débiles. Veo cómo crecen las instituciones que defienden los derechos y la dignidad de la gente. Antes el Estado solo defendía la dignidad de los ricos, fuertes y poderosos, pero ahora los estados defienden el derecho de los más débiles. Es cierto que solo pasa en ciertos países, pero es una tendencia en expansión. Pienso en Alemania. El antisemitismo mató a muchísimos judíos, pero si hoy te declaras antisemita acabas en prisión. Este progreso me hace ser optimista. No sabemos cuándo alcanzarán todos los estados este nivel de democracia, es un camino que continúa. Pero corremos el riesgo de volver atrás. También lo hemos visto en Alemania. En los años 20 había democracia y luego optaron, por la vía democrática, por una dictadura.

La tarea de la cultura está clara. ¿Se ha sentido solo al llevarla a cabo?
No me siento solo en absoluto. Tengo muchos amigos comprometidos en esta tarea. Este desafío nos une a muchos a la hora de trabajar por el bien común. Es importante estar juntos y no moverse solos. Mi mujer (la eslavista suiza Fraziska Stöcklin, ndr) es la directora de la programación cultural del Festival “Fórum de la cultura libre rusa – La nueva palabra”, donde dos veces al año se reúnen personalidades de la cultura rusa en un diálogo abierto. Este año será en septiembre, en Montenegro. Habrá exposiciones, presentaciones, mesas redondas. Es muy importante saber que estamos juntos para responder a esta herida. El problema es que todos estamos en el exilio. ¿Puede subsistir una cultura sin el territorio que le es propio? Es algo que nos preguntamos. En este momento la situación está a nuestro favor porque somos libres y no estamos en un lugar donde el régimen aplaste a la cultura. La gente hoy en Rusia no tiene mucha libertad. Quien no apoya al Kremlin queda marginado o se ve obligado a emigrar. Hoy la cultura libre rusa, de hecho, sobrevive solo en la emigración. Ya tuvimos experiencia de esto en los años 20, durante la primera emigración, cuando teníamos centros culturales en China o Brasil. Hoy contamos con una tecnología muy avanzada que nos permite estar en todas partes y mantiene viva la cultura rusa allí donde haya hombres libres. Se ha abierto un espacio de libertad online que antes era impensable.

El papa Francisco pide esfuerzos creativos por la paz, ¿qué le parece?
Apoyo totalmente las palabras del Papa. Rezo por un cambio, espero que el conflicto acabe y que el día de mañana quien dirija Rusia pueda decirle al mundo que esta ha sido la guerra de Putin y de nadie más, porque mi país no necesita Crimea ni el Donbas para existir.