John Cavadini (Foto: Matt Cashore/ University of Notre Dame /Catholic Press Photo)

La apuesta de Kafka

La exaltación del deseo y una razón abierta. El gran teólogo americano John Cavadini habla en Huellas de "El sentido religioso"
Luca Fiore

John Cavadini es profesor de la Universidad de Notre Dame, la universidad católica más prestigiosa de Estados Unidos. Es un experto en teología patrística y su difusión en la Edad Media. Ha escrito libros sobre el pensamiento de Benedicto XVI y el papa Francisco, sobre la figura de María en el magisterio del Concilio Vaticano II y sobre el celibato sacerdotal. Durante el papado de Ratzinger, fue miembro de la Comisión teológica internacional. Es un laico casado, alto, elegante y muy educado. No escatima en sonrisas. Nos encontramos con él en la última edición del New York Encounter, donde le invitaron a presentar la traducción en inglés de El sentido religioso de Luigi Giussani. Su colega jurista Paolo Carozza fue el primero en proponerle la lectura de este libro de un sacerdote italiano. Eran los años 90. «Pero entonces todavía no daba clase y ahora, después de mucha experiencia en contacto con los estudiantes, me parece un libro aún más extraordinario. Me conmuevo pensando que mis alumnos puedan leer un libro como este».

¿Por qué?
Los jóvenes han crecido sin que nadie eduque su sentido religioso. Yo intento ayudarles a desarrollar un pensamiento crítico, pero veo que es muy difícil porque para ellos la experiencia religiosa es algo completamente subjetivo y sus padres y profesores no les animan a preguntarse por el sentido de la vida. Sin embargo, la genialidad de este libro está en mostrar que es la razón quien plantea las preguntas del porqué de la vida. No somos piedras, que no se preguntan nada. Darse cuenta de las preguntas últimas es una forma de realismo. Es lo contrario de lo que se piensa normalmente, que lo realista es dejar pasar esas preguntas y centrarse en conseguir resultados concretos: relaciones, carrera, éxito… Giussani dice: no, la racionalidad y la razonabilidad consisten en seguir el grito de significado que lleváis dentro, que constituye la verdadera razón. La razón es lo que empuja la conciencia de que existe una respuesta, y es más grande de lo que la razón pueda imaginar.

Giussani usa la palabra “misterio”.
Sí, nuestra cultura ha perdido el sentido del misterio. Pero la razón necesita algo que se desvele sin perder su naturaleza de misterio. Nuestra grandeza reside en la capacidad de permanecer abiertos a la hipótesis de la revelación. Solo esa apertura da acceso a la Revelación propiamente dicha. Uno de los ejemplos más claros de esto es la vida de María, la madre de Jesús.

¿En qué sentido lo dice?
El Misterio se le desvela anunciándole algo que la razón no puede concebir: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». Y el ángel responde: «Nada es imposible para Dios». Ella permanece abierta a algo que sigue siendo un misterio y se ahonda como misterio aunque le sea anunciado: «Concebirás un hijo. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo». Lo que vendrá después no será un paseo. La devoción popular resume esta experiencia con la imagen de los Siete dolores de María dolorosa, un camino que va de mal en peor. Simeón le anuncia que una espada le traspasará el alma. Herodes la obliga a huir a Egipto. Se ve obligada a buscar a su hijo perdido durante una peregrinación a Jerusalén. Y luego lo verá de camino al Calvario. Tendrá que verlo morir. Tendrá que bajarlo de la cruz. Verá la gran roca que cerrará el sepulcro. Él, que estando vivo resucitó muertos, ahora estaba muerto. Fin de la historia. Sin embargo, de alguna manera, en cada una de esas circunstancias María siguió estando abierta. Y en esa apertura se cumple su identidad más profunda, aunque desde fuera parece que esa identidad se ha diluido. En esa apertura ella se revela como madre de todos nosotros. Luego llega lo imposible, lo que nadie podía prever, se insinúa silenciosamente en su vida y la lleva a cumplimiento.

¿Quiere decir que María nos enseña a usar la razón?
Exacto. Pensemos en tantas desilusiones que tenemos en la vida, cuando nos convencemos de que ya no hay nada más que hacer. Pero si volvemos con nuestra memoria a los episodios de la vida de María, vemos que estamos en buena compañía. La apertura de su razón es nuestra esperanza.

Volviendo al libro de Giussani, un texto que en realidad fue concebido en los años 50, ¿el lenguaje que usa sigue siendo capaz de interceptar el interés de los que han nacido medio siglo después?
Es un lenguaje que puede llegar sobre todo a los profesores y ofrecerles un método aunque no tengan que enseñar el contenido que Giussani propone. Yo no hablo en clase del sentido religioso, pero intento buscar la forma de despertarlo en mis alumnos. Los del Berchet son los años de la posguerra, cuando las elites culturales rechazaban el lenguaje religioso. Los intelectuales se preguntaban: ¿cómo podían combatir los cristianos de ese modo entre sí? ¿De dónde nacía ese odio por los judíos? ¿Dónde estaba Dios en Auschwitz? Hoy ese rechazo se ha extendido en la cultura dominante en la que han crecido nuestros jóvenes. Entre ellos todavía quedan católicos practicantes, sí, pero creo que casi la mitad de ellos renuncia a la fe porque les han enseñado que el lenguaje religioso no se corresponde con la realidad, que el cristianismo es una fantasía, una forma de superstición. Por tanto el desafío, dicho en términos de Giussani, consiste en hacerles conscientes de que tienen un corazón, que el sentido religioso no es algo que se te impone desde fuera sino que te constituye. De lo contrario, claramente, la dimensión religiosa se reduce a un discurso de poder y se presenta como una mentira disfrazada de verdad. Creo que los alumnos mayores pueden leer este libro tranquilamente, pero para los más jóvenes conviene “ponerlo en escena”, mostrarlo por otros caminos.

Giussani cita muchos ejemplos de poetas y escritores, aunque muchos son poco conocidos fuera de Italia.
No creo que sea un problema grave, se pueden poner otros ejemplos. Lo importante es que muestra cómo se hace. Hay mucha literatura que ayuda a borrar las caricaturas de la fe o del sentido religioso. Pienso en los cuentos de Flannery O’Connor que hablan de violencia y Gracia. O en los libros de Walker Percy como El cinéfilo, Love in the ruins o Lost in the Cosmos. Creo que los chavales pueden identificarse con esa sensación de ser náufragos: abandonarse a la espera de un mensaje que parece no llegar nunca, pero que vale la pena esperar.

En la polarización cultural en la que estamos inmersos, ¿las preguntas que constituyen el sentido religioso pueden ser un nuevo terreno común del que partir?
Muchos jóvenes están hartos de discusiones que parece que no van a ninguna parte. También porque los interlocutores tienden a reducir la fe y la Iglesia a una suma de temas. A mí, en cambio, me gusta pensar en el título de un cuento de Flannery O’Connor, Everything That Rises Must Converge (“Todo lo que asciende tiene que converger”). Si partimos de los temas que nos separan, podemos discutir y argumentar todo lo que queramos sin llegar a nada, porque los interlocutores no creyentes no tienen el sentido de la belleza de la fe y de la tradición, es decir, ese punto donde todo lo que asciende va a converger. Tenemos que mostrar que lo que la Iglesia enseña no es una serie de renuncias, sino algo intrínsecamente interesante. Porque Aquel que constituye a este pequeño pueblo, el pueblo cristiano, siendo rico se hizo pobre por nosotros. Es algo deseable en sí mismo si te lo tomas verdaderamente en serio, porque es algo hermoso que ilumina todo lo demás. Cuando tienes claro esto, vale la pena discutir con cualquiera aunque no esté de acuerdo. La cuestión es que haya algo que comunicar antes que todos los argumentos sobre los temas a debatir.

¿Cuál es la página que más le ha impactado del libro?
La última. ¿La puedo leer?

Por supuesto.
«La imposibilidad de que se produzca una revelación es el dogma fundamental del pensamiento de la Ilustración, el tabú que ha predicado toda la filosofía liberal y sus herederos materialistas». Este es el proyecto de la universidad actual. Aunque se esconda detrás de un lenguaje religioso. Es la consecuencia del intento de Kant de traducir los términos de la revelación en términos de razón pura. Me encanta este libro porque remarca lo insuficiente que es tal pretensión. Y sigue diciendo: «La afirmación de esta imposibilidad es el intento extremo que la razón puede llevar a cabo para dictar ella misma la medida de la realidad y, por consiguiente, la medida de lo que es posible y lo que es imposible en la realidad. Pero la hipótesis de la Revelación no puede ser destruida por ningún prejuicio ni por ninguna opción que se pueda tomar. Porque plantea una cuestión de hecho, a la que la naturaleza de nuestro corazón está abierta originalmente. Es necesario, para que la vida alcance su objetivo, que esta apertura permanezca como algo determinante. El destino que tenga el “sentido religioso” está totalmente ligado a ella». El libro acaba con una frase de Franz Kafka que me conmueve cada vez que la leo. «Esta es la frontera de la dignidad humana: “Aunque la salvación no llegue, quiero ser digno de ella en todo momento”». Para mí, el llamamiento de Giussani a tener una razón abierta es decisivo. Este libro da instrucciones para decir: no, el planteamiento cultural de hoy no se corresponde con mi corazón. Porque lo razonable es estar abiertos a la intervención de la Gracia. En la edición inglesa hay otra nota con una cita de Kafka sobrecogedora.

¿Puede leerla?
«Me esfuerzo por aspirar a la gracia. Espero y observo. Tal vez llegue, tal vez no. Tal vez esta espera, tranquila e inquieta a la vez, sea ya el anuncio de la gracia o incluso la misma gracia. No lo sé. Pero eso no me inquieta. Con el paso del tiempo he acabado haciendo amistad con mi ignorancia». ¡Qué maravilla! Es una especie de consejo espiritual que te libra de preocupaciones. Es a Dios a quien le toca salvarnos, si quiere hacerlo. A nosotros nos toca desearlo, incluso cuando nos parezca imposible.