Boris Chersonski (©Luca Fiore)

«Dios se hizo hombre. Con esto ya sería suficiente»

Su abuelo tuvo que quemar sus libros de poesía para evitar un arresto. Él tuvo que esperar a la Perestroika para poder publicarlos. Hablamos con el poeta ucraniano Boris Chersonski, que ha estado en el Meeting de Rímini
Luca Fiore

«Alguien me dijo que el arte de los mosaicos no es más que un juego, un antepasado del puzle. Extraño, porque a mí los primeros mosaicos cristianos siempre me han parecido el intento más perfecto de unir un mundo hecho pedazos». Boris Chersonski es poeta, traductor y profesor de Psicología clínica. Nació hace 62 años en Odessa, en el Mar Negro. Siempre ha escrito en su lengua materna, el ruso. Al menos hasta 2014, tras la anexión de Crimea y el comienzo de la guerra en el Donbás, cuando empezó a componer también en ucraniano. Gesto por el cual no solo entró en las listas del prestigioso premio Taras Shevchenko, sino que también ha recibido amenazas de muerte, llegando a sufrir un atentado. Gracias a la Fundación Josif Brodskij, pudo salir de su ciudad y llegar a Italia, como muchos de sus compatriotas, llevando consigo una pequeña maleta y poco más. Hoy vive en Civitella Ranieri, un castillo situado en la provincia de Perugia con residencias para artistas del mundo entero. Fuimos a verlo en vísperas del Meeting de Rímini, en el que ha participado. Hablamos con él de poesía, de Ucrania, y lo que es para él «una pasión por el hombre».

¿Por qué se hizo poeta?
Fue un impulso interior. Todos, o casi todos, empiezan a escribir poesía en la adolescencia. Pero con el tiempo lo dejan, afortunadamente. Pero hay algún infeliz que continúa. Yo soy uno de esos. Siempre me apasionó la poesía, desde pequeño. Mi padre era poeta, y mi abuelo también. Ninguno de los dos tuvo éxito porque eran tiempos difíciles en la Unión Soviética. Mi abuelo tuvo que quemar todos sus libros para evitar un arresto. Encontré dos breves antologías suyas en Nueva York, en la colección de un emigrante de Odessa. Mi padre, en cambio, publicó dos libros, uno en los años 50, en tiempos de Stalin, era un libro ideológico donde contaba su experiencia de la Segunda Guerra Mundial, donde resultó herido dos veces. El otro salió cuando tenía ochenta años.

¿Y usted?
Nunca apoyé al Partido Comunista ni los monumentos al señor Brézhnev o a gente como él. Decidí dejar guardado en un cajón lo que escribía. A decir verdad, una vez fui, aconsejado por un amigo que era poeta oficial, a enseñar mis poesías a un editor de Moscú. Me dijo que eran buenas, pero que no podía publicarlas porque trataban de ocultar algo. Me invitó a salir del país. No seguí lo que ahora considero un buen consejo por los problemas que tuve con la KGB, que me imposibilitaron publicar obras científicas que me habrían permitido dar clase en la universidad. No fue fácil, al menos hasta los años de la Perestroika.

Chersonski en el Meeting 2022 (©Archivo Meeting)

¿Qué ocultaban sus poesías?
No me lo dijo. Creo que se refería a mis raíces judías y a mis sentimientos cristianos. Crecí en una familia atea de médicos y mis padres intentaron ocultarme mis orígenes, pero no lo lograron.

¿Por qué?
Porque el régimen era oficialmente antisemita. Por eso al principio no me dejaban matricularme en la facultad de Medicina de Odessa. Pero esa aversión me hizo empezar a sentirme judío.

¿Y de dónde le venían los sentimientos cristianos?
Cuando por fin pude entrar en la facultad de Medicina, estudié genética y comprendí que la teoría de Darwin no valía nada. En esa época empecé a leer los evangelios y parte del Antiguo Testamento, publicados antes de la revolución. Cuando leí el Evangelio de Juan, desde la primera página comprendí que lo que decía era verdad. Así que empecé a buscar gente que me conectara con estas cosas. He tenido mucha suerte. Me bautizaron a los 24 años y mi padrino fue el director del coro ortodoxo de Odessa. Era compositor de música sacra, un hombre muy culto y fascinante. Como su mujer y su hijo, que daba clase en el conservatorio, un apasionado de la música bizantina. La música sacra era una de mis pasiones desde la adolescencia. Me aprendí de memoria el Credo en latín: «Credo in unum Deum, Patrem omnipoténtem, Factorem cæli et terræ, visibílium ómnium et invisibilium…». No conocía la diferencia entre catolicismo y ortodoxia, pero me volví muy curioso, no podía escuchar esas palabras sin buscar su significado.

Pero se bautizó en la Iglesia ortodoxa.
Sí, en la Iglesia del Patriarcado de Moscú. Fui alumno de Nikolai Poltoracki, que era secretario del gran Nicolai Berdyaev, que volvió a la Unión Soviética desde París, y de Galina Kuznetsova, que también venía de la comunidad ortodoxa francesa. Su enfoque era muy ecuménico. Ahora conozco las controversias teológicas entre catolicismo y ortodoxia, como la existencia del Purgatorio, que la ortodoxia no reconoce, pero me basta con que exista en la Divina Comedia de Dante. De todas formas, cuando la Iglesia era perseguida, yo estaba a gusto en ella. Cuando se vinculó al poder político y se hizo dependiente económicamente, me alejé un poco. Viendo los últimos posicionamientos del Patriarcado de Moscú respecto a la guerra en Ucrania, ya no puedo ser un hijo obediente y he pasado al Patriarcado de Kiev. Dicho esto, sé que el jefe de la Iglesia no es un patriarca o un metropolita, ni siquiera un papa. El jefe de la Iglesia es Cristo.

¿Qué está escribiendo ahora?
Mi mujer y yo vivimos en un lugar maravilloso que se llama Civitella Ranieri, en la provincia de Perugia. Es un castillo del siglo XV en medio de la naturaleza. Es como si nuestra vida se hubiera desdoblado. A nuestro alrededor, toda esta belleza, pero por la mañana escuchamos las noticias que llegan de Ucrania. Si hay diez poemas dedicados a lo que veo a mi alrededor, cien hablan de la guerra.

¿Qué dicen?
Hablan sobre todo de la estrecha relación que hay entre mentira y violencia. Algunos son reflexiones históricas. Otros, retratos surrealistas de Putin, que desgraciadamente se ha convertido en el héroe malvado de muchos de mis poemas. También intento decir que ninguna religión puede justificar la violencia. Ciertamente, es lícito defenderse uno mismo y el propio país, pero la agresión no es, como decía Dmitri Medvedev, una forma de defensa preventiva. Eso es mentira. Dar la vida por los amigos es muy distinto de dar la vida por una mentira.

¿A qué no debería renunciar nunca un poeta para seguir siéndolo?
A la sinceridad y a la libertad. Si te preocupa cómo será recibido lo que escribes, entonces no eres un poeta. Una vez mi padre, cuando yo aún era muy joven, me llevó a ver a un amigo suyo que era poeta oficial y le leyó algunos de mis poemas. Él respondió: «Antes de escribir algo, piensa si se podrá publicar. Porque si no es así, será algo que podría hacer daño a tu alma y ponerte en peligro». Nunca seguí ese consejo. Un profesor mío de literatura intentó que entrara en el Instituto de Literatura de Moscú y yo le dije: «No, gracias. Es una vergüenza ser poeta en este país».

Boris Chersonski (©Luca Fiore)

¿Qué función tiene hoy la poesía? ¿Sigue teniendo un papel social?
En Ucrania y en Rusia, pero creo que también en el resto del mundo, la poesía ha perdido su valor social. Pero conserva el poder de la expresión de sí. Tiene también una función de comunicación internacional en eso que llamamos “la gran diáspora de los poetas”. Pero lo más importante es que la poesía es un diálogo con lo más profundo del alma y con Dios. Las oraciones suelen ser poemas con rima, sobre todo en latín: «Puer natus in Bethlehem, alleluia. / Unde gaudet Jerusalem, alleluia…».

¿Su poesía es una oración?
Hace veinticinco años traduje al ruso los salmos intentando reproducir la métrica del original judío. Ahora mi poesía es una oración por mi país. También he escrito varias composiciones relacionadas con la Navidad.

¿Por qué la Navidad?
Es uno de los tiempos preferidos de los pintores e iconos. Suelo comparar mi trabajo con el de un pintor de iconos que pinta siempre sobre el mismo tema, pero cada icono es único. Hay un poema genial de Boris Pasternak, La estrella de Navidad, que me causó un gran impacto. También Josef Brodski escribía todos los años algo sobre la Navidad.

El lema del Meeting de Rímini está tomado de un texto de don Giussani que dice: «El cristianismo no nació para fundar una relición, nació como una pasión por el hombre». ¿Cómo entiende usted la pasión por el hombre?
Dios se hizo hombre. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Con esto ya sería suficiente. Habría que custodiarlo. Creo que en la humanidad siempre está presente, incluso cuando esa humanidad se corrompe, la imagen de Dios. Durante muchos años trabajé en hospitales psiquiátricos y mirar de esta manera me permitía entrar en relación con los pacientes, entenderlos mejor e incluso aprender de ellos. Recuerdo el caso de una mujer con esquizofrenia que había perdido un hijo que murió al caerse de un manzano encima de una verja. Decía que su hijo se había caído del árbol del conocimiento del bien y del mal, y había caído en la barrera que divide a la gente. Convirtió un caso trágico en una gran metáfora.