(Foto © Archivio Meeting)

Inmersos en el mundo

“Vivir sin miedo en la edad de la incerteza”. Un cuerpo a cuerpo con la actualidad, a la luz de los testimonios de Williams, Carrón y Taylor. La exposición del Meeting nace de una amistad que mira nuestro tiempo. De Huellas de octubre
Paola Bergamini

Meeting de Rímini. Pabellón B3. La gran pantalla de la tercera “sala” se apaga con la frase de don Giussani: «Yo no logro encontrar otro motivo de esperanza que no sea el multiplicarse de estas personas que sean una presencia. El multiplicarse de estas personas y una inevitable simpatía entre ellas». La exposición audiovisual “Vivir sin miedo en la edad de la incerteza” ha terminado. A la salida, Alessandra Gerolin, Pia de Simone, Alessandro Rovati y Samuele Busetto –jóvenes profesores de Filosofía y comisarios de la exposición– esperan a los visitantes. Un hombre se acerca. «Hace poco mi hijo me confesó algo que para mí es un escándalo, una derrota educativa. Esta exposición me ha ayudado a entender que puedo mirar esta situación sin que sea una condena. Deseo estar delante de él y de su necesidad lleno de humanidad. Hoy empiezo un camino». Unas semanas más tarde, una amiga que vio la exposición desde casa llamó a Samuele: «Gracias por el trabajo que habéis hecho. He sentido la misma “vibración inefable y total” que me invadió al conocer el movimiento y que es lo único capaz de rescatarme». Mensajes y conversaciones de este tipo que han continuado después del Meeting. «Una sobreabundancia de humanidad casi inexplicable. Cada vez veo más claro que esto no era algo nuestro. El Señor estaba actuando de manera misteriosa. Era más que la obra de nuestras manos», cuenta Alessandro, director del departamento de Teología en el Belmont Abbey College de Carolina del Norte.

¿Pero qué da origen a este trabajo, que ha sacudido y sigue sacudiendo la humanidad de tanta gente? Una amistad, «una inevitable simpatía entre ellos». Desde el principio. En octubre de 2019, Charles Taylor, profesor emérito de Filosofía en la Universidad McGill de Montreal, viajó a Roma para recoger el Premio Ratzinger. Para Alessandra, profesora de Filosofía moral en la Universidad Católica de Milán, fue la ocasión de volver a ver al filósofo canadiense. Se conocieron en 2015, también en la capital italiana, durante una conferencia y él, curioso, quiso ir con ella a la audiencia del Papa con el movimiento. Sentado en la escalinata de la plaza de San Pedro, dijo: «Si lo he entendido bien, todo esto ha nacido de la amistad entre un cura y un grupo de jóvenes».

Alessandra Gerolin

Junto a Pía, amiga suya y también profesora de Filosofía antigua en Alemania, Alessandra invitó a Taylor y Carrón a cenar. Se dio entre ambos una conversación muy intensa, que convergía en dos puntos: el cristianismo no es un conjunto de reglas sino que sirve para vivir, y la secularización es una gran oportunidad para verificar la naturaleza de nuestra necesidad y redescubrir la naturaleza de la fe. «Por lo que me contáis, vosotros vivís lo que yo explico de manera académica. Estaría bien comunicárselo a la gente», dijo Taylor en un momento dado. «Estaría bien que el Meeting hiciera una exposición sobre estos temas», soltó Alessandra. «Sí, intentemos hacer ese trabajo», respondió Carrón. Todo en un cruce de afirmaciones en la mesa que no duró más de 40 segundos.

Pía y Alessandra se lo propusieron a Samuele y Alessandro, por la amistad que les unía desde la universidad y la experiencia del movimiento, que les había llevado a conocer –en Oxford y Cambridge– a grandes intelectuales del mundo anglicano en los que se despertó una cierta curiosidad por cómo vivían el cristianismo. Entre ellos estaba Rowan Williams, exarzobispo de Canterbury. Uno de los nombres que había surgido durante aquella cena «por su postura fascinante ante la realidad», recuerda Alessandra.

Pia De Simone

El ámbito de trabajo se fue ampliando, involucrando también a dos amigos canadienses, Kirsten Gfroerer y Aaron Riches. Estalló la pandemia pero no pararon sus encuentros, por Zoom: entre ellos y también con Carrón, Taylor y Williams. Eran conversaciones muy densas. «Por la percepción que tenían de la realidad y por su mirada cargada de “simpatía” por lo humano», explica Pía. El trabajo prosiguió identificando las palabras clave que surgían a raíz de la secularización: libertad, humanidad, plenitud, esperanza, deseo… que iban conformando la osamenta de las entrevistas con sus tres interlocutores y construyendo la estructura de la exposición. «Al principio pensábamos en los clásicos paneles, con citas de poetas, escritores, tal vez la estrofa de alguna canción, para documentar lo que ellos nos iban diciendo. En cambio…», recuerda Pía. Empezaron a pedir opinión a varios expertos y un amigo teólogo les lanzó la provocación: «¿Pero quién sigue leyendo paneles? Hay que construir una exposición por inmersión. Un video. Escuchad las canciones que devoran los adolescentes, son los nuevos salmos del siglo XXI. Intentadlo».

Todo dio un vuelco. Dejaron de buscar opiniones y aceptaron el desafío de mostrar una mirada que hoy sea capaz de abrazar las preguntas de todos. La respuesta estaba dentro de la realidad. «Nos dimos cuenta de que en cada expresión, hasta en la más extrema, se daba ese factor irreductible de lo humano que nada puede menoscabar, un deseo de plenitud que ninguna institución ni regla puede delimitar», continúa Pía. Poco a poco, la exposición fue tomando forma. La idea de los paneles quedó más que superada. En su lugar, tres videos donde Carrón, Taylor y Williams, hablando de sí mismos y de su encuentro con el cristianismo, dialogan con la realidad vista a través de imágenes, fragmentos de películas, series y canciones. Nada quedaba fuera. Las palabras libertad, esperanza, humanidad se convertían en rostros que hablaban, gritaban, buscaban. Viendo el video de un transexual que contaba su experiencia, Samuele pensó: «Lleva dentro la misma necesidad de plenitud que yo». Solo unos meses antes lo habría tildado de manera moralista como el fruto de una educación equivocada y una sociedad al límite. «Con una mirada así, la secularización ya está vencida», dice Alessandra. Mejor dicho, llega a ser «una vocación, la llamada de Dios invitándonos a entrar con una profundidad nueva en relación con Él y con el mundo», como dijo Williams durante el encuentro en el Meeting.

Alessandro Rovati

Para la investigación, pidieron ayuda a su amigo Massimo Bernardini, guionista y presentador de televisión, y a su hijo Matteo, que propusieron el nombre de Giulia Sodi (ver p. 12) para dirigir el video. «Encontrarnos con ellos ha sido fundamental», continúa Samuele. «Sobre todo Giulia nos pedía la explicación de todo, no nos pasaba ni una».

Año y medio de trabajo, cada uno con su vida. Para Alessandra, lo más duro fueron los tres meses antes del Meeting. De día trabajaba y cuidaba de su padre enfermo, por la noche preparaba la exposición. «Cuando leía el título al abrir el fichero, me preguntaba: ¿para mí esto es verdad? ¿Qué es lo que me permite vivir sin miedo, con esperanza?». Su padre murió el domingo del Meeting. «En ese momento pensé: bienaventurado sea él, que mira cara a cara a Aquel al que buscamos todo este tiempo. Me invadieron una leticia y una gratitud inesperadas».

Samuele Busetto

Cuando las comunidades judías de Gastonia y Charlotte invitaron a Alessandro a organizar un encuentro sobre diálogo interreligioso, él les propuso verse cada dos semanas para leer textos de ambas religiones sobre este tema. «La mirada llena de curiosidad que estaba experimentando preparando la exposición me hacía estar con ellos cargado de preguntas». El encuentro salió, «pero lo mejor que me llevo a casa es una amistad que continúa».

La noticia de la exposición cruzó las fronteras italianas y los amigos de la comunidad de Moscú decidieron subtitularla en ruso. Unas semanas más tarde, un sacerdote ortodoxo de la región de Donetsk, zona de contienda entre Rusia y Ucrania, les preguntó: «¿Puedo difundir este video entre la gente? Sería una ayuda para afrontar la tragedia que estamos viviendo». El último día del Meeting, un chaval pegado a su teléfono iba siguiendo a sus padres por la exposición. Al llegar a la segunda “sala”, alzó la mirada a la pantalla. Allí estaban sus raperos preferidos. Se giró hacia su hermano mayor y le pidió los auriculares. La imagen pasó, pero ya no le devolvió los cascos hasta la última “sala”, después de los títulos de crédito.

Forget your perfect offering («olvida tu ofrenda perfecta»), canta Leonard Cohen en el último video. «Olvida que la realidad deba ser “adecuada”. No hay que acomodarla antes de ofrecérsela a otros. Puedo mirarla entera», afirma Samuele. Ese es el desafío de esta exposición.