Daniele Mencarelli

Mencarelli: «En esta pandemia, una victoria perenne»

El escritor romano lee “El despertar de lo humano”. Un recorrido por muchos autores «constructores de sentido» con palabras profundas como miedo y realidad, «una familiaridad al sentir y ver la vida, que de vez en cuando me hace temblar»
Daniele Mencarelli

Escribo para expresar la gratitud que siento después de leer el libro de Julián Carrón, El despertar de lo humano. Por muchos motivos, muchísimos, percibo una familiaridad al sentir y ver la vida, que de vez en cuando me hace temblar. Esta extraña familiaridad nace de los instrumentos que utilizamos para indagar dentro de la realidad y de nosotros mismos.

Empecemos por la literatura. De Giussani a Carrón, una continuidad en la mirada y en la percepción de la palabra. Ver en un libro escrito estos días tanto reconocimiento a esos poetas y escritores que han hecho de su vida y de su escritura un coto de caza inagotable es ya en sí un despertar de lo humano, concreto y fructífero. Devolver a la literatura su primera tarea, de palabra tendida, auténtica, que ahonda sin tregua en busca de la verdad, que renueva generación tras generación una presencia viva frente a las preguntas de siempre.

De Rilke a Leopardi, de Shakespeare a Chesterton, todos involucrados en su tarea fundamental como constructores de sentido, hombres vivos y enamorados que confían a la palabra su viaje por el mundo.

Volver a las preguntas de siempre, esa es la enseñanza que extraigo de la lectura de este libro. Hasta un hecho dramático y feroz como esta pandemia puede convertirse en terreno para renacer, con una conciencia renovada ante lo verdaderamente esencial.



La realidad es maestra. Carrón lo repite muchas veces, es la clave de todo. Una realidad imprevista y violenta que nos arranca del torpor, que nos expulsa de nuestra zona de confort, que nos recuerda, implacable, que nuestras seguridades son como un castillo de naipes, una fábula que nos contamos para sentirnos protegidos.

Otra palabra clave del libro es miedo. El miedo que nos martillea diciendo que hay que protegerse, que no merece la pena vivir tanto desafío, que de todas formas saldremos perdiendo. El miedo odia a la realidad. El terreno sobre el que se baten en duelo somos nosotros. Y cuando nos sometemos a la realidad, cuando la vivimos verdadera e intensamente, descubrimos que dentro de ella vive algo que nuestro corazón espera ansiosamente. Una presencia que da significado, una esperanza de libertad definitiva.

Pero no llegaremos ahí solos. «Una cierta compañía humana». Carrón usa estas palabras para describir el medio necesario para emprender la escalada dentro de nosotros mismos. No cualquier amistad, no una mera convivencia, sino esa relación que acoge mi naturaleza reconociéndola como propia. Una fraternidad humana que reconoce dentro necesidades y deseos parecidos. Este es el núcleo crucial. Para sobrevivir, para que mi naturaleza no degenere hasta hacerse insoportable, necesito alguien que me la restituya por lo que es: un instinto de significado que necesita relaciones auténticas para crecer y fortalecerse.

Hacen falta presencias amigas, por volver a las palabras de Carrón, hombres y mujeres que testimonien la victoria del amor, de Dios, sobre la muerte y sobre el mundo. Esta pandemia, dice acertadamente, igual que todas las circunstancias que se imponen con una fuerza inesperada, está llena de personas que encarnan esta victoria perenne, esa afirmación majestuosa que es todo lo que desea nuestro corazón. Médicos y enfermeros, gente común a la que la realidad ha devuelto su grandeza original.

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Las páginas pasan veloces, una tras otra van aumentando ese sentimiento de gratitud y adhesión que busco en todo lo que vivo. El libro se cierra y lo que permanece es una sensación de esperanza y provocación a la vez.

Para vivir plenamente, debemos asumir el riesgo, debemos dejarnos invadir por las preguntas, tener una cierta postura ante la realidad. Solo así este viaje podrá llegar hasta la Presencia que lo recompensa todo.