Pilar Vigil

Pilar Vigil. «Para que el hombre descubra quién es el hombre»

Miembro de la Pontificia Academia para la Vida e invitada al último Meeting, la ginecóloga chilena explica por qué «nos encontramos en un momento precioso para la humanidad». Y que «la generación de una nueva persona es el trabajo más “bonito” de la vida»
Alessandra Stoppa

«La vida del hombre, hermosa hasta maravillar y frágil hasta morir, va más allá de sí misma: somos infinitamente más de lo que podemos hacer por nosotros mismos». Son las palabras del Papa en la última asamblea general de la Pontificia Academia para la Vida, donde volvió a llamar la atención sobre la necesidad de una «ecología humana». «¿Qué reconocimiento recibe hoy la sabiduría humana de la vida de las ciencias de la naturaleza? El trabajo «bonito» de la vida es la generación de una persona nueva, la educación de sus cualidades espirituales y creativas...», hasta el «destino último de la existencia», sobre el cual «es preciso interrogarse», insistía Francisco, porque ese destino «es capaz de restituir dignidad y sentido al misterio de sus afectos más profundos y más sagrados».

Pilar Vigil, miembro de la Pontificia Academia desde que la nombró san Juan Pablo II, se dedica desde hace más de cuarenta años a este bonito trabajo de la vida. Médico chilena, experta mundial en fertilidad y profesora en la Universidad Católica de Santiago de Chile, es la guía internacional de Teen Star (Sexuality Teaching in tre context of Adult Responsibility), un método de educación afectivo-sexual creado en los años 80 por la ginecóloga estadounidense Hanna Klaus. Vivamente apoyado por Wojtyla, cuya teología del cuerpo representa su fuente de inspiración, hoy está presente en 40 países.

Pilar Vigil y su marido con el papa Francisco en 2015 durante el encuentro anual de la Pontificia Academia para la Vida

Dado su compromiso por una educación cristiana en un ámbito que hoy en día es tan delicado y amenazado, te esperarías encontrar en Vigil a una persona preocupada por las ideologías imperantes, por la concepción de lo humano, por el rechazo del cuerpo y del límite biológico, por la destrucción de una visión integral de la persona y la liquidez afectiva. En cambio, en el último Meeting de Rímini, donde participó por primera vez como invitada, dijo seria y entusiasta: «Nos encontramos en un momento precioso para la humanidad».

¿Por qué? «Pensamos que la gente sabe leer. Sí, sabe leer muchos lenguajes, pero no sabe leerse. Estamos en una sociedad de analfabetos acerca de la conciencia de uno mismo. Sin embargo, hoy en día la gente quiere conocerse, porque conocerse supone ser libre: es un anhelo desmedido en cada uno. A un hombre que no se conoce a sí mismo se le puede manipular fácilmente; un hombre que tiene una identidad, que es consciente de sí mismo, será libre». Confiada y entusiasta, dedica todo su trabajo a este conocimiento de sí, que «no es espontáneo, es un camino: hay que educarlo». Por esta razón, para ella es muy urgente contribuir con todos «los instrumentos concretos con los que el hombre pueda descubrir quién es el hombre». Se refiere a lo que Ratzinger definía como «una pedagogía que tiene que ser cristiana, se tiene que encarnar». Cita las palabras del entonces cardenal. «No podemos querer dar el segundo paso sin haber dado el primero. Primero va el elemento psíquico, luego el espiritual. Si se salta por encima de esta sucesión, entonces se niega la creación y se substrae a la gracia su fundamento». Su trabajo se desarrolla justo para favorecer ese «primer paso».

Sin embargo, hoy en día la gente quiere conocerse, porque conocerse supone ser libre: es un anhelo desmedido en cada uno. A un hombre que no se conoce a sí mismo se le puede manipular fácilmente; un hombre que tiene una identidad, que es consciente de sí mismo, será libre»

El método Teen Star «nace para acompañar a los jóvenes en la búsqueda del sentido de su vida», pero actualmente está pensado para personas de cualquier edad, de los 3-4 años a los 90. El programa se basa en una visión unitaria de la persona, abrazándola en todos sus aspectos: físico, emocional, intelectual, social, espiritual. «El punto de partida es la dimensión biológica», continúa Vigil. «Conocerla me hace entender que yo soy cuerpo y alma. La persona es esta unidad, que no se puede separar. La persona es alguien. Y es el resultado de una relación. Yo me conozco en relación, pero sobre todo soy criatura: alguien me ha amado primero». Y elimina enseguida cualquier malentendido: quien no es creyente no rechaza este camino, ni su dimensión trascendente, porque «todos, incluso quien se declara ateo, al conocerse, sorprenden esta objetividad».

A ella le pasó primero con la ciencia. «Me ha acercado a Dios». Ya desde pequeña le asombraba el misterio del inicio de la vida. «Sentía que detrás había un creador, porque era demasiada maravilla». Su pasión de niña por los renacuajos que se convierten en ranas maduró con ella, que tras graduarse en Medicina obtuvo el doctorado en Fisiología reproductiva, pero también trabaja en la Facultad de Ciencias Biológicas. «Pasaba muchísimo tiempo en el microscopio electrónico. Y allí pasas muchas horas en silencio. Cuando miras un óvulo ampliado 400 veces... Es un misterio extraordinario. Cuando estudias la naturaleza, cada día descubres algo nuevo. Cada día. Yo sigo dedicándome a la investigación y no dejo de asombrarme porque cada vez me sobrepasa más».

Ya desde pequeña le asombraba el misterio del inicio de la vida. «Sentía que detrás había un creador, porque era demasiada maravilla»


Hoy en día “criatura” es para la mayoría una palabra vacía. «El descubrimiento solo es posible en un camino. En una relación», afirma Vigil. «En un conjunto de relaciones que nos educan y que son el misterio del encuentro con Cristo, un Cristo encarnado». El camino educativo que emprende tiene en cuenta el cambio de época, las modalidades de conocimiento y de acción de los jóvenes, los procesos de descubrimiento de la identidad, muy distintos a los de antes y donde el aspecto físico de las relaciones se trasforma a partir de lo virtual, así como el tiempo dedicado a dichas relaciones. Toda la relación con la realidad entera ha cambiado. «Cuando el aspecto corporal se ve mortificado, la mente se encierra en una pantalla, se aleja de lo real. Se aísla. Y, paradójicamente, en un mundo donde la comunicación es total, no hay relación». Habla de una confusión emotiva que predomina en los chavales, que no saben distinguir lo que sienten, los sentimientos y las emociones, del desconcierto de los adultos, de todo eso que les lleva a una identidad “etérea”, que cambia en función de las circunstancias en que se encuentran. Insiste en la importancia de «no dar respuestas sino plantear buenas preguntas». Y sobre la tarea de hoy: aprender la relación y la intimidad. Todo lo contrario del sexo seguro, protegido, que irónicamente se representa con un hombre disfrazado de astronauta, que se defiende. «Como dice el papa Francisco, demasiado a menudo la educación sexual se limita a entender ciertas cosas acerca de la salud y provoca una dimensión narcisista, no de acogida del otro». Mientras que «la intimidad», dice, «es existir en el corazón del otro que es distinto de mí».

Hay que educar la intimidad, eso también es un camino, y está inseparablemente relacionada con la identidad. «No puedo tener una identidad plena, humana, sin intimidad, sin comunión con el otro. Sin embargo, sin mi identidad, sin tener mi persona unida, no es posible la intimidad con el otro». Identidad e intimidad se generan mutuamente y generan libertad. «En la cultura de hoy se pasa de la consecuencia extrema del libertinaje –solo existo yo– al otro extremo, igualmente peligroso: solo existe el otro».

Pila Vigil durante el encuentro en el Meeting 2018 sobre ''La unidad de la persona''

Giulia, una universitaria que moderó el encuentro con Vigil en el Meeting de Rímini, nos cuenta su encuentro con la ginecóloga chilena. «Ha hecho caer ese velo de vergüenza que hay cuando se trata del tema de la afectividad y de la sexualidad. Muchas veces no se habla del tema por falta de conocimiento o por discreción. En cambio, en ella he visto a una persona no temerosa, sin vergüenza alguna ante todas esas preguntas, y también confusiones, que pueden emerger al toparse con el deseo de amar y de ser amado. Para mí ha sido revolucionario, me ha abierto la curiosidad por mi humanidad y ha desatado el deseo de ser feliz, insertándolo en un horizonte más amplio». «La sexualidad», comenta Vigli, «está inscrita en todas las dimensiones de la experiencia humana: razón, libertad y afectividad. Por eso, educar la sexualidad abre la persona al reconocimiento de uno mismo y del otro». Por eso, por ejemplo, trabajar sobre los ritmos biológicos, sobre las diferencias entre hombres y mujeres (desde las hormonas hasta la conducta) abre preguntas sobre lo que es el amor y la experiencia de libertad.

Por otra parte, ella no llama «revolución sexual» a la del 68, que empezó con la introducción de anticonceptivos químicos (1956), sino a la que llegó veinte años más tarde (en 1972) con los estudios sobre el reconocimiento de la fertilidad. «¿Es más revolucionario protegerme, bloquearme, alejarme de mí mismo, o conocerme? La Humanae Vitae es profética por la profundidad con que identifica los cambios. La ideología detrás de la píldora lleva a la manipulación, mientras conocerse refuerza mi identidad. El conocimiento lleva a la liberación». Habla de las corrientes ideológicas y comerciales, de distinto género, que animan a que la persona no se conozca. «Sin embargo, en el mundo de hoy, por ejemplo, existen cada vez más mujeres, incluso en los ámbitos feministas, que rechazan prácticas que antes defendían, porque las consideran como una forma de esclavitud».

Pablo VI con el entonces cardenal Karol Wojtyla

La dirección es radical, hasta el punto de que no se puede reducir a ninguna aplicación. «Los mismos métodos naturales pueden utilizarse como “anticonceptivos”. Porque lo más importante nunca es el “método”, la regla, sino lo humano, que es más complejo que una norma. La cuestión nunca es la situación, sino la persona que la vive». La importancia de los instrumentos radica en plantearse como oportunidad de facilitar alternativas concretas, como en el tratamiento o en la cura de la infertilidad. El eje de la propuesta de Teen Star, que se creado a partir de la pedagogía de Hanan Klaus y del background científico de Vigil, es acompañar a la persona, contemplando su realidad, que es «única y en un momento único de su vida».

¿El gran desafío de nuestra época? «Ser conscientes. De nuestro ser, de nuestra verdadera naturaleza, y de la realidad. La ideología del “puedo hacer todo lo que me apetezca” niega la realidad, pero si yo niego la realidad no puedo ser libre. Pierdo mi identidad y también la relación con el otro. Cuando miro mi verdadera naturaleza, puedo estar delante de ti con libertad y te “permito” existir, no te poseo ni manipulo. Una relación verdadera necesita libertad y gratuidad. Es el verdadero conocimiento que rompe las cadenas».

La ideología del “puedo hacer todo lo que me apetezca” niega la realidad, pero si yo niego la realidad no puedo ser libre