Emilio Isgrò. Nunca canceléis la libertad

Famoso por sus “cancelaciones”, como la de Los novios en el último Meeting de Rímini, o la que hizo con la Constitución italiana, o incluso consigo mismo… Hablamos con una de las figuras más importantes del arte italiano actual
Luca Fiore

«¿Un hijo llamado Emilio? Nunca lo tuve». Firmado: Giuseppe Isgrò. «Mi hermano marchó hace mucho tiempo y era mucho más joven». Firmado: Maria Rosa Isgrò. «Hoy tendría 32 años, tres meses y quince días». Firmado: Aldo Isgrò. La serie de folios termina con uno que lleva su firma: «Hoy, 6 de febrero de 1971, declaro no ser Emilio Isgrò». Un conjunto de negaciones es una afirmación, según explica este artista nacido hace ochenta años en Sicilia. «Si mis amigos, padres y familiares dicen no conocerme afirman más mi identidad».
Corría el año 1964 cuando por primera vez propuso lo que luego pasaría a la historia como las “cancelaciones”. Al principio eran libros, enciclopedias, artículos de prensa. Tachaba las palabras con tinta negra y solo se libraban algunos vocablos que formaban frases nuevas con nuevos significados. Pero quien hablaba era el mismo texto de origen. Y en 1971, como hemos visto, llegó a cancelarse a sí mismo «para ser más», como Ulises, que para sobrevivir se hizo llamar Nadie.
Hoy Emilio Isgrò es una de las figuras más importantes del arte italiano. Ha sido testigo de etapas gloriosas, cuyos protagonistas se llamaban Lucio Fontana o Piero Manzoni, Eugenio Montale o Giuseppe Ungaretti. Es un hombre culto, profundo, de una nobleza sobria. Hace unos años canceló la Constitución italiana porque, dice con ironía, «muchos desean cancelarla, así que lo hice yo para asegurarme de hacerlo bien...».
Una de sus últimas empresas consistió en abordar a uno de sus escritores favoritos, Alessandro Manzoni. «Al acabar quinto de elemental», cuenta, «le pedí a mi madre que me regalara dos libros. Uno era Pinocho y el otro Los novios». Un niño precoz. El caso es que en 2016, siendo un intelectual laico y de izquierdas (aunque poco posicionado), se puso a cancelar la obra maestra católica e hizo una serie de 35 paneles que expuso justamente en la Casa Manzoni, bajo el título “Los novios, cancelados por 25 lectores y 10 apestados”.
Estuvo entre las obras expuestas en la muestra “El paso de Eneas” en el último Meeting de Rímini, de la que tanto se habló. Fueron muchísimos a los que les encantó, a otros (sobre todo profesores de letras) les repugnó. Pero lo cierto es que los que consiguieron adentrarse en la gramática del lenguaje de Isgrò pudieron captar la profundidad y delicadeza con que se adentró en la obra. De esta empresa, de su amor por Manzoni y de mucho más, hemos querido hablar con él en su estudio de Milán.

De ''Los novios cancelados por 25 lectores y 10 apestados'', la página dedicada a la ''noche del Innominado''

Maestro, de los paneles de Los novios cancelados, ¿cuál es su preferido?
Tal vez el del Innominado, donde solo quedan las palabras Dios y Yo. Ahí el riesgo era que solo se viera el discurso edificante, el relacionado a la historia personal de Manzoni, porque en el fondo el verdadero converso era él. En cambio, así se resolvía el problema con una perspectiva que las disciplinas cognoscitivas modernas también aceptan con agrado. El Dios que se topa con el Yo, el contacto entre inmanencia y trascendencia.

En el que dedica al encuentro entre el Innominado y el cardenal, ha dejado escrita una poesía preciosa: «dulcificado (...) y contento de que el cardenal hubiera roto el (...) tiempo».
La ruptura del tiempo para un católico creyente es, probablemente, la eternidad de Dios. Al nivel de la imaginación es, en cambio, la ruptura de las constricciones a las que la imaginación suele verse constreñida.

Tal vez sea también la ruptura de la misericordia, que redime esa parte del pasado que había quedado sin remedio.
Sin duda. Un texto poético no es un acta notarial. Son posibles todas las lecturas compatibles al modo en que se presenta la obra. La ruptura del tiempo es la providencia, que actúa incluso cuando todo parece estar perdido.

¿Con qué ánimo se acercó a esta obra maestra?
Con el mayor de los respetos. Aunque hice mío el trabajo. ¿El Otelo de Verdi es de Verdi o de Shakespeare? De ambos. A veces los artistas se acercan a obras del pasado con intentos belicosos. Para mí no fue así. Pero tener respeto no significa ser sumiso sino sacar fuerzas para ser uno mismo, para un proyecto nuevo.

Nacido en Barcellona Pozzo di Gotto (Messina), el 6 de octubre de 1937, Emilio Isgrò debutó como poeta en 1956 con la selección ''Fiere del Sud''. En 1964 realiza sus primeras “cancelaciones”, contribuyendo al nacimiento y desarrollo de la poesía visiva y del arte conceptual. Invitado a participar en cuatro ediciones de la Bienal de Venecia, en 2017 tres de sus obras entraron a formar parte de la colección del Centro George Pompidou de París

¿Qué descubrió con este trabajo?
A un Manzoni sólidamente anclado, incluso en su adhesión al mundo católico, a los principios que había aprendido en casa de su abuelo Cesare Beccaria. Un Manzoni tan católico como laico. Figúrese que votó, como senador del reino y en vísperas del non expedit, a favor de Roma capital. Pero lo que me ha maravillado no es tanto el hecho de que fuera un pecador, y lo supiera, sino que no era un católico que viviera con miedo al infierno. A él lo que más le interesaba era alcanzar el paraíso. Por eso, en mi opinión, también le quisieron los no católicos. No era un mojigato. Su arte era siempre libre. Era un poeta demasiado grande como para ser también un “gran católico”. Un gran poeta nunca podrá serlo, como tampoco podrá ser nunca un gran comunista, igualmente.

¿En serio? ¿Qué significa para usted ser un “gran católico”?
La cuestión es que el lenguaje va donde quiere y el artista no hace más que administrar su propio lenguaje. En un momento dado se crea, en el subconsciente del poeta, una generación de mundos que en ciertos momentos se desbocan como los caballos y pueden llevar al artista en dirección contraria a los edificantes fines que tal vez quería alcanzar. Manzoni, incluso cuando quiere ser edificante y escribir un relato para la Italia popular, al final –afortunadamente, añado– nunca es lo suficientemente edificante.

¿Quiere decir que el arte no tiene la tarea de educar?
El arte no educa en el sentido de enseñar a comportarse en la vida, sino en el de derribar prejuicios, lo cual, en el caso de un hombre creyente como Manzoni, puede llevarle a ver el bien allí donde otros no lo verían. Por ejemplo, en el corazón del Innominado, o incluso en don Rodrigo. Mientras nosotros, lectores como cualquier otro, solo vemos el bien en el padre Cristóforo.

En otra ocasión dijo usted que el arte educa porque ensalza los deseos. ¿Qué significa eso en su vida?
Yo no soy especialmente virtuoso, soy una persona normal, a veces incluso con deseos mediocres. Ha sido el arte el que no me ha traicionado nunca, siempre me ha empujado a mirar hacia lo alto. El arte, hasta cuando describe el fango, indica que incluso allí se puede volver a levantar la cabeza. Al final, el deseo es deseo de libertad. Libertad entendida también como posibilidad de educarse uno mismo.

¿Qué es para usted la belleza?
El arte debe comunicar una forma de visión más alta del vivir. Esta visión es lo que yo llamo belleza, no los cánones griegos o del renacimiento. Para mí, está en contacto con la energía de la vida. Por tanto, nunca me he planteado el problema de la belleza en cuanto tal. Luego, a posteriori, uno descubre que ciertas cosas tienen simetrías naturales, o asimetrías, que coinciden con un “ojo elegante”, pero no se sabe bien por qué sucede.

Su obra sobre ''Los novios'' expuesta en el Meeting 2017 en la muestra ''El paso de Eneas''

¿Qué le ha ayudado más en este intento de cruzar el umbral del vivir, elevar sus deseos?
Nunca he aceptado una visión del arte donde los valores vinieran decretados por el mercado, aunque el mercado es importante para la circulación de las ideas. El problema es cuando se eleva a ideología. Digamos que no tengo conceptos previos, no tengo prejuicios ni frente a los poderosos ni frente a los derrelictos. Un artista nunca juzga. Por eso pueden existir genios que moralmente son delincuentes pero ofrecen imágenes rotundas de la vida. El artista es una máquina ciega. Por eso el mito del arte se liga tan a menudo con la profecía de la ceguera de Tiresias y Homero.

¿Y cómo ve un ciego el mundo del arte actual?
A menudo se dice que hoy los jóvenes solo hacen arte por éxito o por dinero. Es verdad solo en parte. En todo caso, no está claro en qué dirección vamos. A veces, el arte americano actual es fruto de un malentendido de las instancias que surgieron del pop art, que ya entonces no se entendía si celebraba sus obras o quería destruirlas. Lo cierto es que algo de aquel cinismo ha impregnado a muchos artistas cuyo nombre hoy está en boca de todos. A veces da la impresión de que la irresponsabilidad es la clave de esta época cultural. Incluso cuando el sentido de responsabilidad de los artistas no consiste tanto en ejercitar su propio carisma ilimitado sino en proporcionar una visión de la vida activa y fecunda. La fuerza de un artista no se ve cuando actúa fuera de los cánones sino cuando desmiente esos cánones para hacerlos más fuertes y duraderos. Piense usted en la cancelación que he hecho yo. Cancelación es lo contrario de una destrucción de palabras. Han hecho falta muchos años para que se comprendiera y llegar a un público amplio y diferenciado, como el del Meeting de Rímini.

¿Qué es lo más valioso para Emilio Isgrò?
Ser auténtico. Corremos el riesgo de dar la impresión de que nos mueven las lógicas del marketing. Vender arte está bien, pero está bien hacer arte para vender. Porque el arte es la única forma posible de trascendencia laica en una sociedad hecha de creyentes y no creyentes. El arte une a las instancias humanas con un punto de libertad, de hecho el arte ha contado con el respeto tanto de los papas como de Stalin. No es que Stalin lo respetara mucho, es cierto, pero sí en algún caso… Si nos conformamos demasiado con lo ya visto y no planteamos las preguntas que habría que plantear, terminamos empobreciendo el mundo. Sin preguntas, no tendremos respuestas. Por tanto, si está demasiado sujeto a los límites de lo existente, será un arte incompleto. Hoy puede decirse que en el arte hay una carencia de preguntas. ¿De qué sirve hacer las preguntas que los poderosos quieren oír? Hasta el rey de Inglaterra tenía su bufón, algo que el artista de hoy ya no acepta ser. Es un papel ingrato pero da sus frutos. El artista de hoy quiere ser como el príncipe. Además, Italia es un caso especial. En nuestra historia, los artistas han tenido muchas veces las buenas maneras del príncipe y la libertad del bufón. Porque las buenas maneras siempre son útiles, pero en Italia no es que falten artistas de verdad, faltan sobre todo usuarios de arte.

¿En qué sentido?
Gente lo suficientemente aguerrida y valiente como para apoyar a los artistas. Creo que esto se debe a que la italiana nunca fue una sociedad burguesa madura.

¿Burguesa?
De acuerdo, quitemos “burguesa” y dejemos solo “madura”. Una sociedad que soporte la libertad del arte debe ser libre ella misma, al menos estar segura de sí misma. Clemente VII encargó a Miguel Ángel las capillas mediceas. ¿Cree usted que habría corrido un riesgo así si no hubiera estado seguro de su tarea papal? Pericles también sabía que Eurípides podía llegar a resultar muy molesto y tomarla con él. Pero sabía que la libertad de los artistas era importante para poder gobernar bien. Hoy no estamos en esa situación. Ni en Italia ni mucho menos en Estados Unidos. Esperemos que vuelvan tiempos mejores, que la gente vuelva a estudiar. Tengo la impresión de que la gente no estudia suficiente.