Monseñor Christophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos

El nuncio Pierre: «Redescubriendo mi encuentro»

El nuncio apostólico en Estados Unidos, Christophe Pierre, presentó en la Georgetown University de Washington la edición en inglés de “La belleza desarmada” de Julián Carrón
Christophe Pierre

En el libro de Julián Carrón hay elementos muy importantes, que nos tocan en profundidad. Por eso este libro me ha gustado mucho, porque me ha tocado el corazón. Mientras lo leía, pensaba también que este libro nos ayuda a entender al Papa Francisco, porque nos ofrece razones teológicas y pastorales, psicológicas y filosóficas, para hacerlo. Es algo muy urgente, porque muchas personas hoy no entienden a este Papa. Y si no le entiendes, no puedes amarle y seguirle. Todos nosotros, los católicos, estamos llamados a entender al Papa y a seguirle. Estas páginas nos ofrecen un buen método.

Hace diez años, estuve en México, con ocasión de la Asamblea de los obispos de Latinoamérica en Aparecida. Allí pude ver una Iglesia que trabaja junta, piensa junta y trata de responder a los desafíos de nuestro tiempo. Y estos implican la relación con la sociedad en la que vivimos y el trabajo para identificar qué tenemos que ofrecer hoy, como Iglesia, para evangelizar el mundo. El de hoy, no el de ayer o el de mañana. Y para aportar la alegría del Evangelio, como escribe Francisco, no para resolver los problemas, sino para ayudar a las personas a hacerse discípulos de Jesús en este mundo.

Cuando leí el documento final de Aparecida, pensé: «Dios mío, ¡es fantástico!». Lo habían escrito unos obispos, no unos psicólogos, unos técnicos, unos expertos en organización pastoral, unos burócratas eclesiales, no: obispos, personas preocupadas por la gente y por su evangelización. Uno de ellos había dicho: «Nos preocupa ver que como pastores, sacerdotes, profesores y, sobre todo, padres, nos cuesta mucho transmitir la fe en este contexto particular». El documento utiliza la expresión española cambio de época. Trataron de analizarlo, para entender qué estaba pasando. Vivimos en un mundo globalizado y Carrón habla del «derrumbe de las evidencias». Cosas que antes resultaban evidentes ya no lo son, y los que tendrían que indicar a los jóvenes ciertas evidencias también dudan.



Así que los obispos latinoamericanos dijeron: «Somos pastores, tenemos que anunciar el Evangelio a este mundo. Antes lo hacíamos en el marco de ciertas dinámicas de la cultura y de la sociedad, ahora no. ¿Qué vamos a hacer? Pues seguimos siendo Iglesia». ¿Y qué es la Iglesia? El lugar que Cristo ha creado para continuar su misión entre los hombres. Y la Iglesia somos nosotros. A nosotros nos toca redescubrir la Iglesia para que podamos anunciar la Buena Nueva al mundo de hoy. Esto es lo que trataron de ofrecer los obispos en Aparecida.

Luego, de repente, llega el Papa Francisco y nos regala la Evangelii Gaudium, que refleja el documento de Aparecida y se ha convertido en una guía para la Iglesia entera. ¿Y qué nos dice? Que en este nuevo contexto debemos ofrecer un encuentro vivo con Cristo. Todo el libro de Carrón contiene un análisis profundo, sutil e interesante, de la urgencia de ofrecer a este mundo la posibilidad de un encuentro. Si no lo hacemos nosotros, no se dará, porque el encuentro con Cristo pasa necesariamente a través de la Iglesia, de los cristianos.

Leyendo estas páginas, me pregunté: «Pero yo, ¿me encontré personalmente con Cristo?». Mi respuesta es sí, pero no basta. ¿Cómo encontré a Cristo? ¿Cuándo lo encontré? ¿Qué experiencia tengo de Él? Cristo ha ejercido una profunda atracción sobre mí a través de mi familia, de mis distintas experiencias en el seno de la Iglesia, a través de la comunidad cristiana, porque Él no es una idea, un concepto al margen de la realidad, sino una figura que se propone a través de la experiencia.

El mundo actual nos obliga a volver a las bases, a lo esencial, y a ayudar a las personas indiferentes. El mundo no ayuda a los jóvenes a interesarse por lo que vale, por el significado de la vida. Una vida sin significado es una vida gris, en donde las personas no saben qué quieren y qué buscan. El Santo Padre lo sabe muy bien por experiencia. Por eso quiere que la Iglesia no sea solamente una organización que defiende ciertos valores, óptimos, por cierto, sino una compañía que testimonia a Jesucristo, que sale al encuentro de las personas y les ofrece una relación personal con Él. Es la única manera de defender los valores. A veces creemos que salvaremos el mundo defendiendo nosotros los valores, y no nos damos cuenta que los valores son siempre la consecuencia del encuentro con Jesús vivo y presente.

John Carr y monseñor Pierre

Como Iglesia, nuestra prioridad es salir al encuentro de la gente. Esto puede ayudar a las personas a redescubrir su libertad, el uso de su razón, su responsabilidad y todo lo que de bueno hay en nuestra vida. El Papa quiere que seamos para los demás instrumentos del encuentro con Cristo.

Si nos habla de los pobres, le acusan de ser marxista. Si habla de otros temas, le acusan de otras cosas… Pero la medicina contra este virus es volver a la realidad. Y la realidad es que la gente tiene dificultad para dar un sentido a su vida. Nosotros, que hemos encontrado a Cristo, gozamos de una respuesta que no es de tipo ideológico, sino un encuentro. Tenemos que proponer este encuentro. Si no lo hacemos, es que no lo hemos experimentado todavía en primera persona. No puedes amar a una persona si no te has enamorado de ella. Y si procuras casarte con ella, sin haber estado enamorado, tu matrimonio fracasará.

Quizás haya un fallo en nuestra educación. La reducimos a explicar cómo funcionan las cosas sin decir por qué y para qué están hechas. El reto es alcanzar el corazón de las personas, como hacía Jesús. Zaqueo estaba totalmente fuera de la realidad, hasta que se encontró con Jesús. La Samaritana vivía en un mundo distinto hasta que se encontró con alguien que le abrió el corazón y descubrió que estaba llena de un deseo infinito de verdad y de belleza.

Don Giussani no fue simplemente un educador fuera de serie
; nos ofreció un método educativo. Los profesores, por ejemplo en la universidad, son tan celosos de su método que no escuchan a nadie. «Yo pienso así» y «Yo hago así». Pero un verdadero educador es el que en primer lugar sabe salir al encuentro del otro. Lo mismo que hace Jesús.