Joseph Weiler en la exposición de Turín.

Dignidad, el "núcleo" del hombre

Letizia Bardazzi

En el salón principal del Campus Einaudi de la Universidad de Turín, se han expuesto "Momentos de dignidad" y "El alma del espacio", las dos muestras fotográficas de Joseph H.H. Weiler, que se presentaron por primera vez en el pasado Meeting de Rímini.

Dos tipos de imágenes: catorce fotografías representaban a personas, las otras catorce, en cambio, lugares. Pero ambas series no piden ser miradas en función de su técnica artística sino por su particular enfoque de la condición humana y de la dignidad de la existencia.

Los rostros de personas proceden de todos los rincones del mundo. Diferencias de aspecto, cultura, edad, género y vestimenta, cada uno captado en un momento de su dignidad, de su ser criatura hecha a imagen y semejanza del Creador. «En la dignidad, todos somos iguales, el rey y su criado. Y al mismo tiempo todos somos únicos», afirma Weiler.

En sus fotografías dedicadas al alma del espacio no busca la armonía de los paisajes urbanos, las construcciones de grandes arquitectos o ingenieros, sino lugares inesperados, sorprendentes, donde la naturaleza humana se refleja por toda su riqueza y dignidad irreducible. «No son panoramas o paisajes de National Geographic, pero hacen preguntarse qué puede decirnos lo que estamos mirando sobre la estatura del hombre».

Weiler es un jurista de fama internacional, presidente del Instituto Universitario Europeo y, por tanto, experto en Europa, así como en las Sagradas Escrituras. Con estas fotografías quiere mostrar su gran pasión, el «núcleo» de la cuestión: la belleza del ser creados.

El Centro Cultural Pier Giorgio Frassati y el Centro de Estudios Vasili Grossman fueron los promotores de esta iniciativa y, después de visitar la sala de exposición, convocaron con el profesor Weiler un diálogo sobre los derechos humanos y la dignidad del hombre como fundamento de la convivencia. Junto a él, Michele Rosboch, profesor del ateneo, y Rosario Ferrara, director de la Escuela de Ciencias Jurídicas en la Universidad de Turín.

La intervención partió de la pregunta que el Papa Francisco planteó a los altos cargos de la Unión Europea al recoger el Premio Carlomagno: «Europa, ¿qué te ha pasado?».

Weiler respondió a esta pregunta examinando tres procesos que comenzaron con la Segunda Guerra Mundial, cuyos efectos siguen vigentes. El primero se refiere a la progresiva pérdida de importancia del "patriotismo". Se ha perdido el sentido noble de esta palabra que describe el amor a la nación, a su custodia, a su lengua, a su cultura, que genera unión y responsabilidad. Nuestras democracias, según Weiler, no son republicanas sino sobre todo estados mercantiles empresariales. «Somos como accionistas que pretenden servicios sin asumir ninguna responsabilidad personal. Si algo no funciona, siempre es culpa de otro».

El segundo proceso se refiere a la centralidad de los derechos del hombre: haber puesto al individuo en el centro, poco a poco, sin darnos cuenta, lo ha convertido en un sujeto autocentrado, políticamente narcisista, que ha generado un aplanamiento cultural e identitario, donde la unicidad singular en el fondo no se reconoce.

El tercer y último proceso es el de la secularización. Creyentes y no creyentes, antes de la secularización masiva en todos los países de la Unión (basta pensar por ejemplo que en Inglaterra ya hay más musulmanes que van a la mezquita que cristianos que vayan a la iglesia), debían medirse con una voz que hablaba de deberes y responsabilidad con los demás en la plaza pública. Incluso la Unión Europea se concibió como "comunidad de destino", donde una responsabilidad mutual supera la mera persecución del interés nacional. La integración europea tenía como objetivo el destino común.

Hoy hay muchos ejemplos de esta responsabilidad plena que conduce al bien de todos, según Weiler. Basta pensar en la Plaza de los Oficios, que visitó antes del encuentro. Una flor en el ojal de Turín en el que muchos jóvenes aprenden a ser cerveceros, panaderos, peluqueros y camareros. Y el rostro de esos chicos y chicas hablan de alguien que se ha tomado profundamente en serio la responsabilidad de su bien y su destino.