Exposición sobre Bergoglio en una cárcel de mujeres

Argentina. El mismo corazón necesitado

Un recorrido de testimonios recogidos por los guías que participaron en la presentación de una exposición dedicada a Bergoglio en la cárcel de mujeres de Santa Fe
Charo Solhaune

La exposición dedicada a la vida de Jorge Mario Bergoglio antes de ser llamado a ser Papa, titulada “Gestos y Palabras. Una presencia original”, que estuvo en el Meeting de Rímini de 2018, pasó hace unos meses por una cárcel argentina a iniciativa de uno de sus guardias. Todo empezó con una pregunta: «Si a mí esto me ayuda a vivir, ¿por qué no compartirlo con los que más sufren?». Después de presentarla en la cárcel de hombres, entre el entusiasmo y el estupor por esa primera experiencia, los directores preguntaron si era posible llevarla a otros penales. Así surgió la iniciativa de presentarla también en la cárcel de mujeres. A continuación, el relato narrado por sus protagonistas, con nombres ficticios para garantizar el anonimato y la protección de la identidad de los involucrados.

«La misma metodología, notas de permiso, autorizaciones y nuevamente vemos surgir la espera: en los que preparan el lugar e invitan a las internas con la expectativa de una novedad; y en nosotros, con el deseo a flor de piel de llevar a conocer lo que más nos ayuda a vivir. Llegamos a la cárcel de mujeres, armamos la exposición y ya hay apuntados grupos de internas esperando a ser llamadas para participar... Y vuelve a acontecer». El que habla es Javier, que vivió en primera persona este mismo gesto en la cárcel de hombres, que asumió la relación con la directora de Cultura de la nueva cárcel y descubrió una atención y un cuidado en los detalles que ya era una promesa para él. Una relación que se extendió también a quienes acompañan sistemáticamente a las internas: miembros de la Pastoral Penitenciaria y el capellán de la cárcel, que se sumaron a la iniciativa.

La preocupación por transmitir la experiencia anterior a quienes van a presentar en esta ocasión los diferentes paneles aparece en las orientaciones que da Javier. «En la exposición, cuando estén frente a las internas, interactúen con ellas, háganles preguntas, mírenlas, acompáñenlas en el descubrimiento de los paneles, no les den una clase de historia. Si ven que ellas se detienen a leer o mirar algo, déjenlas, estén atentas a lo que ellas miran y dicen. Quizás no digan nada, pero en mi experiencia anterior sucedieron muchas cosas, como cuando un interno, leyendo algo sobre la belleza, dijo: "esto es verdad". Tienen historias muy densas, uno no sabe lo que se les cruza por la cabeza cuando escuchan la palabra “pecador”. Llevan una carga quizás demasiado pesada. Por eso, acompañen a las internas, sean humildes en esta preciosa tarea que van a realizar y que Dios nos encomendó». Estas palabras acompañaron a quienes ya se daban cuenta de que el acento en la preparación para guiar pasaba en este caso por llegar a la humanidad de las internas, y que para ello no había más recurso que bucear en la propia humanidad, reconocer qué necesito yo, qué me mueve, qué me acompaña para vivir.

El relato de lo que se vivió durante la presentación mostraba que lo que sucede supera siempre lo que podemos esperar. «Estoy agradecida –afirma Mónica–, fue muy intenso el interés que mostraron. Algunas hicieron preguntas y acotaciones. Un momento humano dentro de ese lugar. Quedó al descubierto el corazón necesitado de todos. El suyo, y el nuestro. La conmoción con la que una de ellas leyó el panel de Jeremías: “Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte”. O ante el texto sobre la Virgen de Aparecida, a la que los pescadores encontraron rota y luego se vuelve a romper. “Es como nosotras –dijo una de ellas-, como nuestra vida”. Fue un grupo con el que estuvimos casi dos horas muy intensas. Sentí que éramos lo mismo. El mismo corazón necesitado. El mismo deseo de justicia. Me surgió el deseo de rezar por ellas, el deseo de que encuentren lo que yo encontré».



«Venía esperando la visita como un encuentro con personas a quienes no conocía –relata Mirta–, sabía que había que acomodarse sobre la marcha y que llevaba en el corazón algo grande para ofrecer. Y fue así. Todo transcurrió en esa hermosa capilla, en el corazón de la cárcel, con paz, respeto, atención, dignidad, comunión, alegría, belleza. En un momento, cuando llegamos al poliedro de Bergoglio, me di cuenta, con gran conmoción, de que estaba inmersa en unas de las caras del poliedro que no conocía, que estábamos allí para ayudar a devolver la esperanza. Y me di cuenta también de que lo estaban entendiendo, varias asentían con la cabeza. Vi a las internas atentas, conmovidas. La mirada les fue cambiando. Apareció un brillo particular, con discretas lágrimas que asomaban o que enjugaban de algún modo. Después de ver el video, una interna dijo: “me ha gustado porque he conocido más a este hombre, al Papa”. Y aclaró que lloraba porque le conmovió que Bergoglio, que había estado antes en Aparecida, volviera a ese mismo lugar ya siendo Papa. También el personal siguió atentamente la muestra. Me dijo Rosana –la trabajadora social– que nunca antes había sucedido nada igual».

Alejandra agrega algunos detalles: «En algunos momentos preguntaron por la familia del Papa, cómo era... Recordaron que, por su humildad, cuando lo eligieron Papa quiso quedarse con los zapatos de siempre. Natalia, la chica que leyó conmovida el pasaje de Jeremías incluido en la muestra, me pidió el libro Cuentos Originales, escrito por alumnos de Bergoglio. También nos contó que le había escrito una carta al Papa. Otra chica, Mirta, mostró mucho interés por lo que decíamos sobre el “pastor con olor a oveja” y nos pidió un libro de teología... Le volví a preguntar si eso era lo que quería y me dijo que sí. Otra interna era judía y se interesó por cómo se acerca el Papa a todos. Antonia, una de las guardias, estuvo en todo momento muy atenta a nosotras y a las chicas. Conoce a cada una con sus dramas, nos contaba que habían tenido una vida terrible y las trabajadoras sociales se acercaron a compartir con las internas esta experiencia, decían que las ayudaba a verlas de otra forma. El capellán dialogó con todas en el cierre. Por mi parte, no dejo de agradecer este regalo inmerecido».

«¡Fue una experiencia preciosa! –es la expresión de Caro–. Me da mucha alegría ir de visita llevando la muestra. Es una gran ocasión porque llevamos y mostramos la vida de un testigo privilegiado de la obra de Dios y acercamos a otros lo que aprendimos y descubrimos haciéndola, ante todo en nosotros mismos, en la vida y obra del Papa y en tantas historias recogidas. Natalia, una de las chicas internas; decía que “solo estar acá ya me conmueve”. Nos contó que esta visita y esta muestra eran para ella una “cachetada de amor”. Siento una alegría muy grande por acercar este abrazo a estas mujeres sufrientes. Su dolor no puedo ni imaginarlo, y al mismo tiempo “el mismo corazón necesitado” me permite atreverme a compartir con ellas lo que soy; esto que me sucedió y me sucede, este Abrazo con el que soy abrazada… o, como dice Francisco en un texto de la muestra, “esta mirada, este Misterio que me eligió, me perdonó y me conduce hacia toda periferia humana”. No puedo quitarme de encima esta pregunta: ¿quién soy yo para tener estos amigos, pertenecer a esta historia y a esta trama de relaciones entre los que hicimos la muestra, y que después se entusiasman y quieren llevarla por todas partes, por qué o para qué tanta predilección? Solo encuentro reposo en ese “soy Tú que me haces” y deseo que sea para nosotros y para el mundo entero».

Es evidente que cada uno de los involucrados en esta aventura, desde el lugar que a cada uno se le pidió vivir, fue testigo de un acontecimiento que superó las pequeñas y humanas preocupaciones. Él estaba allí. Y cada una se movía en tensión a una belleza que Él regala gratuitamente. Y sucedió como si Francisco estuviese en persona, con su abrazo humano que remite a algo más grande. ¡Qué gratitud genera esta historia compartida, que permite visualizar el Misterio bueno en lo que sucede, como sucede!