La comunidad chilena durante una excursión

Un pedazo de paraíso

Vacaciones en la montaña con la comunidad chilena. Podían prevalecer múltiples objeciones antes de partir: restricciones, cansancio… pero había una razón capaz de mover a todos para ponerse en camino
Paula Giovanetti y Valeska Cabañas

Frente a la propuesta de hacer las vacaciones de CL este año, había muchas razones para decir que no: la lejanía, los “resquicios” aún vivos de la pandemia, el cansancio del año, etc. Sin embargo, “la Razón” para decir “sí” es una sola, y hemos debido preguntarnos si es una razón suficiente, es decir, si hemos encontrado una “Razón” que nos mueva lo suficiente para ir detrás de ella más de mil kilómetros. Respondimos que sí y nos aventuramos, con familias, adolescentes, jóvenes y niños, para reencontrar un pedazo de paraíso en medio del presente.

Llegar significaba ya la incomodidad de hacernos un test preventivo, y ver a las personas que hicieron este servicio para todos era el primer espectáculo. Su delicadeza, ternura y disposición para con cada uno era una manera de ayudarnos a percibir que todos los detalles están llenos de significado; que nada queda fuera cuando los ojos están llenos de su Presencia. Desde ese momento, se podía percibir que estábamos siendo bienvenidos a un pedacito del paraíso: un pedacito frágil, a veces incómodo, un pedacito que implica un sacrificio, un pedacito que pide nuestro sí a cada instante.

La belleza de estos días estuvo marcada por rostros disponibles que nos hablaban del sentido de la caritativa, con testimonios conmovedores y sencillos, ayudándonos a recordar que la persona comienza a conocer su corazón al donarse. Escuchar a estos jóvenes fue la oportunidad de “contagiarnos” con la esperanza de ser adultos “menos cómodos” con la realidad. La pregunta por la entrega de uno mismo se abría paso en nosotros.

Esos días nos acompañaron también los paneles con la exposición dedicada a “La Rosa blanca”, preparada por un grupo de amigos que desean vivir como ellos: amantes de la belleza y la verdad, que con su amor a la vida y a su pueblo vencieron al poder. Mirar personas llenas de luz en tiempos difíciles, eso era lo que necesitábamos. Estos chicos nos plantearon la pregunta: «Tú, llamado en este tiempo de la historia, en Chile, después del estallido social, en tiempos de coronavirus, ¿por qué vives?». Seguir la historia de “La Rosa blanca” en la Alemania nazi nos proponía hacer un camino para vivir juzgando todo, afirmando lo verdadero, caminando contentos con el Señor.

También pudimos verificar, una vez más, que la montaña es metáfora de nuestra vida: que huella sobre huella se construye el camino para encontrar la Belleza que se intuye paso a paso. De otra manera, ¿por qué vale la pena subir? Pertenecemos a una amistad en la que el amor al destino coincide con animarnos a caminar. Por eso valió la pena viajar, caminar, jugar, cantar juntos, para descubrir que en este “pedazo de paraíso” no estamos solos. Él ha iniciado nuestra historia y es Él quien la mantiene viva a través de cada uno de los rostros amigos, y en cada gesto que se cuida en Su nombre.

Hicimos un recorrido por los cantos de nuestra historia, para descubrir que no hay distancia entre las intuiciones geniales de Claudio Chieffo o Adriana Mascagni y nuestros intentos irónicos de cantar lo que amamos, pues solo nacen cantos nuevos en el presente porque Él renueva nuestra historia y la hace nueva melodía. En estos gestos se hacía evidente la razón de nuestra amistad, pero también en otros signos tan sencillos como fundamentales: la secretaría, el servicio de orden, los detalles técnicos, el cuidado con que se ha hecho cada misa, cada canto: todo ha colaborado para reconocer el centro de nuestro estar ahí.

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En la asamblea final, decía una de las madres que participó: «me conmueve ver crecer a mis hijos dentro de este pueblo. Ellos ya son parte de esta historia, y la ternura con la que ustedes los acogen me llena de agradecimiento». La presencia del padre Julián de la Morena, con su libertad llena de simpatía, fue un inmenso regalo. Su presencia ha sido la menos obvia entre nosotros, pues para entrar a Chile hay muchísimas restricciones actualmente, que debían superarse una a una. Ser considerados así por un amigo, dispuesto al sacrificio por encontrarnos, nos mueve a preguntar una vez más: «¿quién soy yo para que te acuerdes de mí?». Y nos aventuramos a decir que somos parte de ese pedazo de paraíso que, lleno de límites, sigue resplandeciendo porque Él triunfa entre nosotros.