Bernareggi: «Dios hace todo lo posible por conquistarnos»

Desde los años sesenta está en Brasil, “enviado” por don Giussani. El misionero italiano responde a las preguntas de su amiga Rosetta, que está con él en América Latina desde el principio, sobre las provocaciones de estos meses
Pigi Bernareggi

Hace unos días, Pigi Bernareggi respondió con una carta a su amiga Rosetta Brambilla. Ambos viven en Belo Horizonte y llegaron a Brasil como misioneros en los años sesenta, guiados por la vida que habían conocido en Gioventù Studentesca y su encuentro con don Giussani. Rosetta le había algunas preguntas a raíz de las provocaciones de los últimos meses. Publicamos la transcripción de sus respuestas

¿Cómo ayuda nuestro “sí” a la construcción del mundo?
Nosotros no vivimos en el pasado, que ya ha pasado; ni vivimos en el futuro, que aún no ha llegado. Vivimos en este instante presente que está pasando, y en un abrir y cerrar de ojos ya ha pasado, como decía Soren Kierkegaard. En esta instantaneidad es donde la vida sucede y el mundo se crea.
Ahora, en el acontecer de este instante presente, ¿quién construye? ¿Mi capacidad, mi genialidad, mi operatividad? No. Yo no tengo el dominio sobre lo que sucede en el instante presente, pues es algo que “pasa, escapando a cualquier intento de dominarlo. Solo el poder infinito de Dios construye y crea todo. Por eso se llama “presente” (“su don” imprevisto y admirable).
¿Pero por qué el Dios de la vida y del mundo hace todo esto en nuestro instante presente? Para suscitar en nosotros el asombro, el estupor, la contemplación, la gratitud, el amor, es decir nuestra comunión con Él, nuestro sí.
Entonces se ve con claridad que nuestro “sí” no solo es una ayuda a la construcción del mundo, ese sí es la auténtica finalidad por la que el mundo existe, es la esencia de nuestra experiencia humana cotidiana.

La carta de Pigi a Rosetta

Muchas veces nuestro sí cotidiano parece inútil…
Por lo que decíamos antes, parece estar claro que la utilidad de nuestra implicación con la acción creadora de Dios en el instante que pasa (o sea, nuestro ) es importante, de hecho es esencial para la propia existencia de Su acción creadora. En la instantaneidad de nuestra experiencia, Dios hace todo lo posible por “conquistarnos”, por vernos asombrados, agradecidos, en sintonía de comunión con Él. Dios lo hace todo por nosotros. Nuestro “sí” es todo para Él en el presente, es decir, en su acción de donarnos todo. La utilidad de nuestro “sí” a Dios no consiste en el hacer sino en nuestro donarnos a Él, en abandonarnos a su amor creador y creativo.
La sensación de inutilidad que a veces aparece no nace de no tener nada que hacer, ni de hacer cosas que no expresan nada. Nace de vivir (solo o en comunidad...) sin asombro, sin admiración ni gratitud, es decir, sin memoria de Su gesto creador en el instante que pasa. Así es la vida “mundana”: la vida llena de cosas que “hacer”, solos o en comunidad, pero sin asombro alguno.

Ser útil para la gente, para el mundo, parece un “hacer”. En este tiempo de aislamiento, ¿cuál es la utilidad de nuestro estar en casa, en las tareas más cotidianas?
En sentido negativo, es huir del equívoco de que “el mundo se construye sobre todo a partir de nuestra acción”. Cuando realmente el mundo emerge nuevo e imprevisible a cada instante de la acción creadora de Dios-Comunión, que nos invita a cada instante a vibrar con nuestro “sí”, sumergiéndonos también nosotros en esta comunión: memores Domini.
En sentido positivo, es afrontarlo todo como una posibilidad inesperada de sintonizar el clima de nuestra vida particular y comunitaria. No basándonos en lo externo –por impresionante que pueda parecer– pero en el Misterio profundo de la presencia de Dios en todo y en todos.
Belo Horizonte, 15 de mayo de 2020