Villa 21 de Buenos Aires.

Un vínculo más grande que el océano

Un grupo de entidades italianas vinculadas a la CdO Obras Sociales cruza el Atlántico para encontrarse con sus “obras gemelas” en Buenos Aires. Más que un congreso, cuatro días de trabajo y amistad
Davide Bartesaghi

Compartir experiencias es una gran ocasión formativa, incluso a doce mil kilómetros de casa. Un grupo de obras sociales italianas y de Argentina, Venezuela, Chile, Paraguay y Perú se dieron cita en Buenos Aires a finales de marzo para pasar cuatro días de trabajo en común. Se trata de las Obras Gemelas, y el encuentro tuvo como título “Educar en el trabajo a través del trabajo”. El objetivo era compartir conocimientos, desafíos, sensibilidades, éxitos, dificultades y también fracasos, poniendo en marcha procesos que nazcan de un camino común.

Fueron cuatro días de trabajo intenso. Pero también hubo tiempo para otras cosas. Para encuentros con obras sociales que trabajan en las zonas más difíciles de la capital y que te obligan a enfrentarte en primera persona con situaciones donde la necesidad se te presenta como un puñetazo en el estómago. Por ejemplo, el mismo día de la llegada, los responsables de varias entidades recibieron una propuesta que no es habitual: repartir sopa caliente, pan y naranjada a hombres que viven en la calle y duermen en las aceras de la Villa 21, uno de los suburbios más terribles de la capital argentina, lugares con tal miseria y violencia que hasta los taxis se niegan a entrar. Hacen el reparto en dos grupos, acompañados de un auto y un carro donde van cargadas las enormes cacerolas de sopa humeante. A su paso, multitud de figuras asoman entre las sombras de la noche, entre los arbustos, entre cartones y andrajos. Rostros marcados por la droga, pero también jóvenes y niños de ojos cándidos, y te preguntas cómo han acabado aquí. Muchos nos dan las gracias con un abrazo, incluso con un beso.

Después de encuentros como estos, es más fácil volver a trabajar en clase. Cada testimonio ofrece sugerencias, ideas, hilos de los que tirar. «Explica mejor cómo habéis conseguido este resultado, nosotros llevamos años dándole vueltas a la cabeza». Monica Poletto, responsable de CdO Obras Sociales, va al grano: «No estamos aquí para contarnos historias de éxito. Las relaciones no las mantienen los que resuelven los problemas sino los que se implican en los problemas». Bernhard Scholz, presidente de la Compañía de las Obras, habla del significado del trabajo, recordando lo que suele decir el Papa Francisco: trabajo libre, creativo y solidario.

Son muchos los temas que se abordan en estas jornadas de trabajo: la valoración de las personas que trabajan con nosotros, las relaciones con las grandes empresas, la construcción de una red sobre el terreno, la comunicación. Stefano Gheno, psicólogo y profesor en la Universidad Católica de Milán, experto en temas laborales, nos ayudó a profundizar en ciertos instrumentos útiles para la selección y orientación de las personas. Los relatos, las preguntas, los diálogos superaron todas las fronteras presentes en el aula, pues lo urgente era la necesidad de poner en común el patrimonio de experiencias de cada uno.

Los italianos tienen un enfoque más metódico. Los sudamericanos aportan historias que han vivido en contextos claramente más difíciles. ¿Acaso hay algo más arduo que realizar una actividad formativa y de inserción laboral en una Venezuela sumida en el colapso económico y social por políticas abstractas y autorreferenciales? María Dolores y César, de Trabajo y Persona, trajeron desde Caracas un testimonio sobre los resultados que se pueden llegar a obtener con pasión e inteligencia. Luego llegaron los amigos de Edudown, en Chile, que ofrecen ayuda laboral a 900 chavales con síndrome de Down. También estaban Sara, de CESAL Perú; Pedro, de la Asociación Virgen de Caacupé, de Asunción, en Paraguay, que contó cómo nació una casa para jóvenes que tienen que cumplir una pena: una casa en lugar de la cárcel, sin barreras ni puertas, «pero ya no pienso en cómo escapar porque aquí lo tengo todo», dijo uno de sus moradores.

Pudimos visitar la inmensidad de la Obra del Padre Mario Pantaleo, guiados por Horacio, de Buenos Aires, que luego nos acogió en su casa para cenar carne a la parrilla. Allí también conocimos a su esposa, Claudia Álvarez, autora de canciones como Toda la vida y Cambiar al hombre.

Dedicamos una tarde a realizar una serie de etapas en ese mosaico llamado Hogar de Cristo, una obra dedicada a la rehabilitación de drogodependientes, sobre todo esclavos del llamado “paco”, una mezcla mortal de sustancias tóxicas a bajo precio.
La federación de los Hogares de Cristo marca la presencia de la Iglesia en estos barrios donde la violencia, la suciedad y la mugre parecen predominar sobre todo lo demás. Allí nos encontramos con el padre Charly Olivero y los responsables de un centro de rehabilitación para jóvenes, un lugar de acogida para los que deciden intentar empezar un camino fuera de las drogas.

En el archipiélago de los Hogares de Cristo también hay una actividad de prevención y cuidado de la tuberculosis. Conocemos a las personas que trabajan en este centro, entre las que hay un hombre visiblemente mayor que los demás, con cabellos blancos y mirada serena. Nos explican que era el jefe de reparto en la planta de enfermedades infecciosas del hospital más importante de Buenos Aires. Desde que se jubiló, es voluntario aquí, su profesionalidad es un referente para todos, pero por lo que cuentan parece que su humanidad merece una gratitud similar.

En este tour del dolor y la esperanza también nos acompaña un joven llamado Aldo. Él también fue víctima de la droga, ahora trabaja en un Hogar de Cristo, siguiendo un método muy difundido: el que se salva del abrazo mortal del “paco” se hace cargo de los que quieren comenzar el mismo camino. «Me han salvado», explica Aldo: «Ahora mi vida está al servicio de quien lo necesita».

«Lo que me ha llamado la atención de estos días en Buenos Aires es la percepción de una unidad y una libertad en el trabajo que es muy interesante y que me gustaría compartir. Gracias por haber favorecido esta apertura en la mirada y en la libertad», dice Mariano, de Paraguay. Chiara también acusa el golpe: «Es increíble que tantas personas que no nos conocíamos de antes, procedentes de lugares que distan miles de kilómetros, nos hayamos sentido tan unidos, sin nada que defender ni ocultar».
En la misma amplitud de onda se sitúa también Mariloly, que de vuelta en Venezuela escribió estas palabras a Monica. «Valoro mucho este encuentro y estos cuatro días con gente con tanta experiencia y riqueza humana. Gracias por el trabajo y por la conciencia de que estamos juntos para enriquecernos mutuamente».