El curso de pastelería en Trabajo y Persona.

Cuando el corazón de una pastelera puede cambiar un país

Francesca Capitelli

Por teléfono suena jadeante, va corriendo de una entrevista a otra, cruza a toda prisa los barrios de Caracas, la capital venezolana. Últimamente, Alejandro Marius te recibe así, en su despacho móvil por las calles de la capital. Entretanto, saca adelante Trabajo y Persona, la asociación que fundó en 2009 para intentar «reconstruir pedazo a pedazo el país».

No es fácil, la crisis en Venezuela es dramática. Desde que murió Chávez, en marzo de 2013, y Nicolás Maduro ocupó su puesto, en el país soplan aires de borrasca. A finales de año la inflación real rozará el 200%, mientras que la estatal da fe de un 68%. Solo se puede hacer la compra en días preestablecidos y la carne se ha convertido en un producto de lujo. Un salario medio-alto apenas te permite adquirir diez kilos al mes. La economía está anegada en la deuda, pronto hay que ir a votar, pero las perspectivas políticas no prometen nada bueno.

Ahora son muchos los que buscan a Alejandro. Este mes, las fundaciones Venezuela Sin Límites y Schwab, dos entidades sin ánimo de lucro vinculadas al Foro Económico Mundial de Davos y dedicadas al desarrollo sostenible de Venezuela, le han otorgado el premio al “Emprendedor social del año”. «Esta elección se basa en seis criterios: innovación, sostenibilidad, impacto social, alcance, aplicabilidad del modelo y liderazgo». Trabajo y persona es la ONG que ha contado con más puntos en el ámbito de la educación laboral en todo el país.

En realidad, Alejandro todavía no se explica cómo puede haber ganado. «No hemos hecho nada distinto respecto a años pasados». La asociación ha crecido, se trabaja, se hacen las cosas de siempre. Cada año se forma a trabajadores del sector pastelero, automoción y mecánica, sin contar con los cursos de peluquería en colaboración con L’Oréal Venezuela, los proyectos de desarrollo agrícola y el turismo. «Apostamos por la formación laboral, sobre todo manual, en las favelas de Caracas y en las zonas rurales», explica Marius. Este año son más de mil los que acuden a los cursos. «La asociación no tiene sede propia», continúa: «Todo se hace en red, nos apoyamos en parroquias o empresas que de vez en cuando se van implicando con nosotros. También buscamos profesores y universidades para construir itinerarios orientados a los que forman a nuestros alumnos».

Este premio da ahora a Trabajo y persona una visibilidad pública totalmente nueva y la introduce en el circuito de los foros económicos internacionales, como el de Medellín 2016, al que Marius ya está invitado. «Las primeras semanas han sido una rueda mediática, con entrevistas, presentaciones, encuentros», pero también es la oportunidad para discutir sobre el propio trabajo y sobre la importancia de una economía sostenible en la mesa de aquellos que pueden cambiar las cosas.

Todo ello en una situación nada fácil. De hecho, cada día corre el riesgo de empeorar. Harina, papel higiénico, azúcar, huevos… en los supermercados ya no queda nada de eso. Para muchos el contrabando se ha convertido en la única manera de ganar algo. Algunos lo hacen para enriquecerse, otros para sobrevivir. A Marius no le faltan ejemplos. «Una chica de 25 años a la que le encontramos un trabajo vive en la favela con su hijo de siete. Un día vino a contarme que le habían ofrecido unirse al contrabando. En la práctica, debe hacer cola para conseguir comida y revenderlo todo en el mercado negro a un precio más alto. Yo no sabía qué responderle». Su hijo está enfermo y de esta forma podría ganar en un mes el sueldo de un año. «Podía decirle que siguiera con el trabajo que le habíamos encontrado, que siguiera estudiando», pero cuando el dinero no llega hasta fin de mes… «Sin embargo, en un momento dado ella se detuvo y me dijo: “No, profe, yo no puedo dejar a los demás sin comida solo para ganar más, ¿cómo iba a volver a casa con mi hijo y mirarle a los ojos?”».

Esa chica hoy estudia para ser pastelera, más aún, empresaria chocolatera. «Desde que nació, el objetivo de Trabajo y Persona ha sido recuperar el valor de la persona dentro del ámbito laboral». El valor de esa madre, de su hijo, de la vida que ahora puede construir para él.

¿Qué supone este premio? Un reconocimiento a todos estos años, una mayor responsabilidad, un mayor compromiso. «Pero no solo eso. Sobre todo, la posibilidad de servir todavía más y testimoniar públicamente las razones por las que hemos construido todo esto», concluye Marius.

«Cuando dijeron mi nombre yo no tenía un discurso preparado. Lo único que pude decir fue una frase de don Giussani: “Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre”». Un corazón cambiado que encuentra a otro corazón y que tal vez también puede llegar a cambiar «un país con dificultades como el nuestro».