Diario El Día, 2 de Septiembre

Un café con Marina García Pérez-Chao, Socióloga
Francisco-M. González

Licenciada en Sociología en La Laguna, además Máster en Interculturalidad por la Autónoma de Madrid. Una ciencia de los generalismos y estudio de masas, Marina ha sabido concretar en su vida estos estudios con la ayuda a los demás, como cooperante de la ONG CESAL en Huachipa (Perú). Es una de esas chicas con valores, que contribuyen a crear una sociedad más humana y más justa, aunque no sean noticia.
Esta mujer, tremendamente joven, se dice enamorada, nada menos que de un país. “Estoy apasionada con Perú y su gente. A pesar de la escasez de recursos materiales te dan todo lo que tienen. Son personas, que tratan de salir adelante en medio de las dificultades. Y, tal vez sorprenda oír que quieren progresar. No coinciden con esa imagen, que solemos hacernos desde aquí, del hispano americano, indolente tumbado al sol esperando verlas venir. Cierto que este país tiene falta de recursos, pero es debido a la corrupción política. Hay que invertir sobre todo en educación y sanidad”
Limeña de corazón, trabaja en Huachipa, un asentamiento humano marginal, fuera de la ciudad, sin agua, ni luz formal; donde CESAL lleva diez años trabajando. “Tenemos cinco oficinas: familia, salud, habitabilidad, educación y redes sociales. Es en esta última donde realizo mi labor: coordinar los proyectos de las demás oficinas para conseguir que la atención sea integral e individualizada a la persona –con nombre y apellido– considerándola como un ser único. También ayudo a formar dirigentes, para que sean ellos los protagonistas de su propio desarrollo. No vamos de salvadores por la vida. ‘No esperamos un milagro, esperamos un camino’, como dice Carrón. El problema de la pobreza está más en ser acogido, acompañado, comprendido: está en la necesidad de un amigo, que te quiera y que te escuche… Como tantos lo necesitan en nuestro país, donde tal vez la pobreza espiritual y falta de alegría sea mayor”.
“Allí echo de menos a mi familia, a mis amigos y poder sentarme en una terraza con un plato de jamón serrano o queso manchego. Pero lo compensa el cariño y tantos pequeños detalles con que me tratan. Me he asombrado al llegar a Madrid, el orden y lo organizado que está todo en España, los coches respetan las señales de tráfico y los teléfonos públicos funcionan, allí, en este sentido, todo es un caos, como en los años cincuenta aquí, me dicen”.
“He venido a las Jornadas Mundiales de la Juventud por sentido de pertenencia a la iglesia Católica y por seguir de cerca al Santo Padre. Estuve como voluntaria en la exposición de Santo Toribio de Mogrovejo, en el barrio de Delicias. De Benedicto XVI ¡Admiro tantas cosas! Además de sus homilías; así, en concreto, me ha impactado el trato cariñoso que nos ha dado. Su ternura es algo inefable; te trata como uno quiere ser tratado Cuando se dirigía a alguno de nosotros, en representación de los demás, era como si no existiera para él nadie más: le escuchaba, le animaba, le sugería. ¡Apasiónate!”.
Un tesoro en el alma es mérito propio, aunque ella también señala a sus padres. “¿El mayor regalo de mis padres? Además de quererme mucho y bien, respetar mi libertad para irme al Perú y tantas cosas más: aquellos valores humanos que yo pueda tener a ellos se los debo: tratar de ser responsable; no dejar nada sin terminar; y saber estar; así como la dimensión trascendental que he logrado dar a mi vida. Y, sobre todo, su paciencia y comprensión en mi época de adolescente.
“El próximo lunes vuelvo a Lima. Allí soy feliz, tratando de hacer felices a los demás, aunque, a veces, para ello tenga que llorar –así es la felicidad-, y tratar de buscar respuesta a tantas preguntas con qué la vida nos interpela.
Estos días en Santa Cruz -me cuenta- “quiero dedicar todo el tiempo a mi familia, a mis amigos y a no dejar pasar de largo lo que he aprendido en la JMJ, que lo más importante de la vida es Cristo Jesús”.
Terminamos con mis tres preguntas de personalidad proyectiva, ¿un libro, una película y una canción?... se lo piensa y responde: “La ciudad de la alegría” de Dominique Lapierre; y “Cien años de Soledad de García Márquez. Una película: elijo dos: “La vida es Bella” y “Gran Torino”. Una canción: “Últimamente” de Ismael Serrano.
Muchas gracias, Marina, por tu tiempo y tu exquisita amabilidad.

Bajamar 27 de agosto de 2011 (V.P.T.)