Calles devastadas en Valencia (ANSA/EPA/Emanuel Bruque)

Solo el amor convierte en milagro el barro

Un grupo de universitarios valencianos ha estado estos días colaborando en la limpieza de la zona afectada por la DANA. «¿De dónde venís, del Cielo?»

Queridos amigos, os escribimos esta carta después de estos días en Valencia. La situación aquí es devastadora, cruzando las calles que han sido afectadas no parece real lo que los ojos ven, no parece posible que haya pasado todo esto. Es imposible pensar cuándo se va a arreglar todo. Todo tiene el mismo color, no distingues todo lo que hay por el suelo, seguimos caminando horas y horas con el barro hasta los tobillos para poder ayudar. Frente a todo esto nos surgen muchas preguntas. ¿Dónde hay esperanza? ¿Dónde podemos ver a Cristo?

Durante estos días nos vemos sorprendidos por cómo la amistad con los compañeros del CLU (universitarios de Comunión y Liberación) nos sostiene frente a la dureza de lo que vemos. No solo los que estamos aquí presentes, sino todos los que nos habéis escrito desde otros puntos de España e Italia. Como sabéis, la mayoría de los que estamos aquí nos conocemos desde hace dos meses, aun así podemos afirmar ya que no queremos nada diferente para enfrentarnos a esta situación. Trabajando estos días es evidente cómo Dios está utilizando nuestra amistad para construir. Los amigos son lo que nos permite que la desesperación no sea la última palabra respecto a esta realidad. Por ejemplo, ayer en un momento dado desplazaron a todos los voluntarios, iban a vaciar un garaje y no querían que nadie viese lo que había dentro. Ahí fue claro que uno no podría estar solo en ese momento, pero que solo dentro de esta amistad uno podía seguir ayudando, siendo totalmente él mismo.

Otro aspecto que nos está impresionando mucho es la cantidad de voluntarios que se ponen en marcha para ayudar todos los días. Es impresionante ver cómo esta solidaridad y esta necesidad de ayudar es intrínseca de cada uno. La misericordia actúa utilizando todos estos rostros que tienen este deseo en el corazón. Por otra parte, nos conmueve ver a toda la gente que ha sufrido esta desgracia y no ver ningún rostro de desesperación, sino todo lo contrario, gente llena de esperanza y agradecimiento por toda la ayuda que reciben. Por ejemplo, ayer estuvimos ayudando en casa de una familia y fue increíble ver lo agradecidos que estaban con que les hubiéramos quitado el barro de la calle. No nos dejaron comer los bocadillos que traíamos para invitarnos a su propia casa y comer con ellos. Sentimos que habíamos recibido mucho más de lo que podíamos ofrecer con nuestra ayuda.

También, el primer día limpiando la iglesia de un pueblo, se acercó una mujer en medio de muchísima gente que hacía lo mismo que estábamos haciendo, sorprendida se fue a hablar con dos de nosotros porque nunca había visto nuestros rostros en esa parroquia. Estaba impresionada por el hecho de que estuviéramos allí, ayudando, sin conocer a nadie. Nos preguntó: «¿De dónde venís, del Cielo?».

Universitarios voluntarios con un vecino de Alfafar

Estando aquí, viendo lo mucho que hay por hacer, nos puede parecer que nuestra ayuda es poca, pero eso cambia cuando uno se da cuenta de que el gesto es mucho más grande que barrer una calle o sacar muebles de una casa. Uno reconoce que su trabajo es pequeño pero que ya construye más de lo que se da cuenta. Ahí descubrimos que uno es instrumento en manos de Otro y todo lo que tiene que hacer es entregarlo todo y Dios construirá con eso. Ayer limpiamos una calle, a nosotros nos pareció el mismo trabajo de los otros días, pero para quien vive ahí ha sido como un milagro volver a ver y pisar la acera como antes. Una amiga nos decía: «sois la caricia del Señor para quien ha perdido mucho y hay muchos signos de la presencia del Señor».

Frente a las preguntas que aparecen originadas por el dolor de tantas desgracias, preguntas que buscan el sentido y comprensión de todo lo sucedido, lo único que se nos viene a la cabeza es la imagen de Cristo en la cruz, como el Dios que no abandona a su pueblo, que lo acompaña en su sufrimiento y a la vez es el fundamento de su esperanza. Estamos muy agradecidos de poder reconocer al Señor de una forma tan clara y evidente en los hechos que os hemos contado. Nos parece raro decirlo y tampoco lo entendemos todo, pero no podemos no afirmar eso después de estos días. Esto no nos quita el sufrimiento y la tristeza frente a esta realidad pero hoy podemos gritar más fuerte que Cristo es la única respuesta.

Seguid rezando por las víctimas, la gente afectada, los voluntarios y por todos los que trabajan para mejorar la situación. Os agradecemos muchísimo vuestra cercanía, nos sentimos muy acompañados.
La comunidad del CLU de Valencia