(Foto Unsplash/Jonny Gios)

Belén. Un camino que continúa

Rafiq Nahra, vicario patriarcal de Israel en Nazaret, ha guiado la Jornada de apertura de curso del movimiento en Tierra Santa. Por primera vez en árabe

A primeros de septiembre, fui a ver a monseñor Rafiq Nahra, vicario patriarcal de Israel en Nazaret, para invitarlo a la Jornada de apertura de curso en Tierra Santa. Después de contarle todo lo que habíamos vivido este año y lo que supuso la Asamblea internacional de responsables, nos pusimos a trabajar juntos sobre la propuesta que nos había hecho el movimiento.

El viernes 27 de septiembre nos juntamos veinte personas en Belén y fue una auténtica fiesta, por la belleza de reencontrarse dispuestos a volver a empezar con la conciencia –a pesar de lo complicado de la situación– de que nuestra felicidad pasa por el camino que se nos propone.

El obispo hizo suyos los cuatro puntos indicados en el guion para la jornada. Empezó diciendo que, como no nos conocía mucho, había buscado videos de don Giussani en YouTube, y le había llamado especialmente la atención la respuesta que dio en el Meeting de Rímini de 1983 a la pregunta: «¿Por qué le esperan tanto?». «Porque creo en lo que digo». Monseñor Nahra subrayó que, para él, esa frase también significaba que «digo lo que creo y para eso hace falta coraje».

Explicó que Dios envió a Jesucristo para llamarnos a cada uno de nosotros en una relación personal, pero dentro de una comunión. Una llamada con la que no arruina nuestros planes, pero los modifica para un bien mayor, haciéndolos más fecundos: llamados, es decir, enviados. Pero para entenderlo se necesita la comunión, que supone el céntuplo de las cosas que se nos dan (hablaba de la promesa de Dios a Abrahán). Siguió diciendo que Jesús llamó a los discípulos –igual que a nosotros– para estar con Él y después los envió a predicar. Ser llamados, es decir, enviados en comunión, es el signo de una vida cristiana sana. Pero para entender estas cosas debemos abandonarnos a Él, toda la vida es una escuela de “abandono”, hasta el abandono total en el momento de la muerte, encuentro definitivo con el Señor.

Así llegó al último punto: construir hoy la Iglesia en Tierra Santa. Y señaló cuatro puntos, tras el camino descrito arriba:

1. Una mirada profética: mirar las cosas como las mira Dios.
2. Alejarnos del odio y de la venganza, buscando el diálogo: hay que dialogar en vez de negociar, pues el diálogo es signo de estima por el otro.
3. No ser individualistas, sino vivir en comunión.
4. Ser religiosos, pero no extremistas, que nos lleva a encerrarnos.
Fue una gran lección, y lo novedoso fue que por primera vez hicimos todo el gesto en árabe. Era mi sueño desde que volví.

Conversando esa noche en la mesa, en un momento dado el obispo me miró con ojos llenos de asombro y me dijo: «¡Qué cena tan bonita!». Yo estoy muy contento y agradecido, tenemos un nuevo amigo y la amistad crece entre nosotros. De hecho, nos acompañaban cuatro nuevas amigas. Comparto aquí lo que escribió Lina a la mañana siguiente en nuestro grupo de WhatsApp: «El encuentro de anoche me ha recordado la felicidad que vivimos juntos el año pasado en Abu Ghosh. Ayer compartimos el “tesoro” que se nos ha regalado, nuestra amistad es un signo evidente de la presencia de Cristo aquí y ahora. Le he enviado unas fotos a una amiga y me ha dicho: “O estás loca o Jesús puede ser la verdadera esperanza y amistad de la vida”. Seguro que estáis de acuerdo conmigo en que Jesús es la verdadera esperanza y la amistad de nuestra vida».
Hussam, Haifa