Paula en las vacaciones de universitarios en Denver

Colombia. «Esta es tu casa»

Al poco tiempo de conocer el movimiento y empezar a disfrutar de la vida de los universitarios, a Paula le surgió la posibilidad de irse a estudiar unos meses a Washington, aunque nunca había vivido tan lejos de casa…

Hace aproximadamente un año y medio tuve la oportunidad de encontrar al movimiento de Comunión y Liberación. Recuerdo que mis primeros meses en el CLU solo asistía a la caritativa cada sábado, y ni siquiera estaba enterada de que estaba en un movimiento. Lo que más me gustaba de la caritativa era pasar tiempo con las abuelitas, cantar y bailar para ellas. Algunas veces no quería ir, con la excusa de que tenía cosas más importantes que hacer y que no me quedaba tiempo. Sin embargo, la compañía que Cristo puso en mi camino me atraía tanto que me hizo seguir yendo. Definitivamente, había algo en esa compañía que era distinto a las demás, y eso me hacía anhelar verlos cada semana. Luego asistí a las vacaciones y allí conocí grandes amigos y me enteré de quién era Luigi Giussani. Esos pocos días que pasé en compañía de aquellas personas a las que apenas conocía (pero que sentía que conocía de toda la vida) me brindaron una mirada distinta sobre cómo vivir y amar. Incluso cuando hoy cantamos juntos las canciones del movimiento, recuerdo ese momento, recuerdo la alegría que viví, el pequeño cielo que experimenté ya entonces.

Al terminar ese semestre de estudio, surgió para mí una oportunidad de realizar una pasantía en Washington D.C. Aunque nunca planifiqué la posibilidad de ir allí, fui recibida y acogida por la comunidad del CLU desde mi llegada. Durante seis meses estuve rodeada de personas que se convirtieron en mi familia. En Washington tuve que superar diversas dificultades, nunca había vivido lejos de mi casa pero la compañía que encontré allí me cuidó y apoyó en cada paso. Estar en el CLU de Washington me hacía sentir, de manera inexplicable, como si estuviera en casa, igual que si estuviera con el CLU de Colombia. Incluso un día, en una de las misas organizadas por el movimiento, cantaron Reina de la Paz, una canción que escuché por primera vez con una querida amiga en uno de los retiros de universitarios en Colombia y que me acompañó en un momento de gran dificultad. En ese momento miré a Michele y le dije: «¿Pero por qué me hacen esto? ¿Quieren hacerme llorar?». Y él me dijo: «Es que esta es tu casa», y así era como me sentía, en casa.

Hace un par de meses volví a Colombia y fue maravilloso reencontrarme con mis amigos. Sin embargo, también ha sido doloroso dejar a los amigos que Cristo me donó en Washington. Sin duda alguna lo que experimenté ha enriquecido mi vida y me ha llenado de deseo por vivir cada vez más intensamente, con esa misma intensidad con la que viví aquellos meses.
Paula, Bogotá (Colombia)