La exposición del Meeting sobre el monasterio trapense de Azer, en Siria (Archivo Meeting)

«Nuestro trabajo y la impronta de Dios»

Han montado y explicado la exposición sobre el monasterio trapense de Azer en el Meeting de Rímini. El relato de su preparación y las jornadas de los voluntarios que hacían de “guías”

Fui el último al que llamaron los organizadores de la exposición del Meeting de este año “Azer. La impronta de Dios. Un monasterio en el corazón de Siria”, sustancialmente para escribir los textos de los paneles y del catálogo. Encuentro tras encuentro, lectura tras lectura, me sentía cada vez más provocado para dejar espacio a algo que me sorprendiera, invitándome a mirar de otra manera algo que ya creía conocer (las noticias recientes de un país martirizado, la convivencia entre personas de credos distintos, la vida monástica, la propia experiencia cristiana…), para mostrar la belleza fascinante de una realidad que había encontrado.

Pensando en las visitas guiadas que había que hacer en el Meeting, se decidió implicar a una veintena de amigos de Varese desde marzo. No solo queríamos darles unos textos que tenían que estudiar con tiempo suficiente, sino hacerles partícipes de la experiencia que estábamos viviendo. Tras meses de trabajo, llegó el gran regalo de sor Marta Fagnani, la madre superiora de Azer, presente en la exposición durante todo el Meeting. Antes de que sor Marta se marchara de regreso a Siria, nos vimos para despedirla y contarle la experiencia que habíamos vivido. Era evidente en todos la gratitud por lo que había pasado. También en ella, como repitió varias veces a lo largo de la semana refiriéndose a los guías: «Yo les sigo a ellos. Aprendo más de mi experiencia cuando escucho lo que cuentan de mí, ¡es una historia que han hecho suya!».

Paola ha redescubierto la conveniencia de decir un “sí” en cadena (a la propuesta de una amiga de ir a trabajar al Meeting, a ser guía, a participar en los momentos previos, a estudiar, a “lanzarse” con las visitas guiadas…) porque lo que ha recibido a cambio tiene una densidad inimaginable. Lo mismo le pasó a Cecilia, que se convenció de que valía la pena escuchando a los comisarios una noche el pasado 30 de marzo. Y a Lucia que, después de contarle a sus amigas cómo había pasado las vacaciones vio en sus ojos una mirada incrédula y asombrada, sobre todo cuando intentaba describir la experiencia que había vivido de “un abrazo en Cristo, con alegría, fuerza, esperanza, amistad”, como le escribió sor Marta en la dedicatoria de su catálogo.

(Archivo Meeting)

Para Anna se trató de un encuentro desde el principio. «No solo durante el Meeting, preparando la exposición ya me di cuenta de que había en juego algo grande, en la experiencia que estaba viviendo con los comisarios, en la alegría por la amistad que surgía con estas monjas, también en mis ganas de estudiarme el material, de no perder ni un detalle que pudiera ayudar a entender mejor su historia». Pero lo que más le impactó fue ver que «la gente que estaba allí también estaba teniendo un encuentro, independientemente de mi capacidad para explicar». A lo que Kika responde diciendo que claro que se había estudiado todo el contenido, pero que todo ese contenido se veía «desbordado por los ojos de los que llegaban al final de la exposición y salían repitiendo gracias o todos los que, con obstinación, se ponían a esperar en la fila aunque no tuvieran reserva».

Para Mónica, lo que ha vivido también ha sido ante todo un encuentro capaz de volver a convencerla de que Cristo basta, como dice con una sencillez desarmante sor Mariangela al acabar el último video: «Mi alegría es la fe en Cristo que me ama. Punto». Añade Monica: «Estos días he trabajado con amigos de toda la vida, algunos son de mi grupo de Fraternidad. Algo ha cambiado entre nosotros. Estamos más seguros, somos más libres, más amigos porque es evidente para todos que nuestra amistad es en Cristo, Él es la fuente y el camino de esta amistad inagotable».

Las preocupaciones de Rosy por estar a la altura se han visto superadas de largo por el «deseo de comunicar el gran encuentro que he tenido con sor Marta y con el monasterio. Lo único que me preocupaba era dar a conocer su presencia a todos. Al acabar la semana esa era mi exposición y ellas, mis monjas». Antes del fatídico “debut” de Simona, se le acercó sor Marta para decirle: «¡Nosotras somos cuatro inútiles! Si Dios ha hecho todo esto con cuatro inútiles como nosotras… ¡quién sabe lo que hará con esta exposición! Tú no te preocupes, ¡en tu “sí” ya está todo! Que venga a verla quien quiera y lo que tenga que pasar, que pase».

(Archivo Meeting)

Andrea tuvo la suerte de conocer en abril a las monjas de Azer y se quedó impactado tanto por la comunión entre ellas –«una amistad en Cristo límpida y fecunda, eco de esa amistad que por gracia he podido encontrar en el movimiento»– como por la belleza de cómo su relación con Jesús genera una posibilidad de unidad con todos, ya sean cristianos o musulmanes. Un dato que también sorprendió a Fabrizia: «Poniendo a Cristo en el centro de su vida, las monjas de Azer pueden encontrarse con cualquiera que busque la verdad de su vida».

Lo más valioso que sigue vivo en la memoria de Angela es la amistad entre Alberto (arquitecto del monasterio) y sor Marta, «la imagen de ambos, el domingo por la mañana, caminando uno al lado del otro y hablando con una intimidad amistosa envidiable», que le hizo pensar: «En los trece años que han pasado desde que comenzó el proyecto han pasado muchas cosas en Siria –guerra, Covid, cólera, terremoto…– que han ralentizado la obra del monasterio, pero también ha sido un tiempo que ha permitido a Alberto “convertirse” a la amistad con sor Marta y a nosotros, acoger esta amistad».

«Siguiendo el método sugerido por los comisarios, empecé a leer la transcripción del largo diálogo que tuvieron con las monjas de Azer», señala otra Simona. «He visto en sus ojos la esperanza en el designio de Dios para todos los hombres, la paz y la alegría del abandono a Su iniciativa, la fuerza de la humildad de ser instrumentos en Sus manos y la profunda unidad de su vida, a diferencia del afán que invade mis jornadas».

Para Giorgio, esos días vividos tan intensamente en el Meeting «nos hemos visto respondiendo, desde nuestra pequeñez, a la pregunta más aguda de la exposición: ¿por qué desperdiciar recursos en construir un monasterio en una tierra destruida? Y nosotros, ¿por qué “desperdiciamos” tiempo, dinero y vacaciones para poner en pie esta exposición en el Meeting? La respuesta resulta similar: para las monjas vale la pena por llevar a Jesús, a través de su monasterio, a nuevas personas, para donar a otros la experiencia que ha cambiado sus vidas. Nosotros, ante los ojos brillantes de miles de visitantes y ante el testimonio tan auténtico de nuestras hermanas, podemos decir lo mismo: ha sido para dar gloria a Cristo, pero sobre todo para vivir una experiencia de conversión, nosotros mismos y todos los que hemos encontrado».

Yo también he visto cambiar el rostro de muchos visitantes mientras pasaban por aquí, cada vez más involucrados en una experiencia que, siendo discreta, se imponía por su verdad y belleza tan íntimas: caras asombradas, alegres y agradecidas. Mirar a sor Marta con su incansable disponibilidad para encontrarse con cualquiera, escuchando atentamente a cada uno, agradeciendo y animando a todos, ha sido un espectáculo inolvidable. Sin duda, toda la riqueza de lo que ha pasado no depende de nuestras capacidades, competencias o sensibilidades, sino de la gracia de Otro, que se ha “valido” de nosotros para dar a conocer Su impronta mediante la experiencia de Azer.
Marco, Varese