(Foto: Finan Akbar Ohoun/Unsplash)

Angela, “pescadora de hombres”

Nació en Roma y se casó con un japonés. En 1980 se trasladó con su familia a Hiroshima. Estuvo en el origen de la comunidad de CL en Japón. La historia normal de una mujer especial

Angela Uchida nació en Roma el 29 de enero de 1943. Era médico y conoció en Milán a un japonés con el que se casó, Yoichiro. En 1980 se fueron a Japón con sus dos hijos, Makoto y Yoko. Allí nació su tercer hijo. Mientras él crecía, ella aprendía japonés poco a poco. Hasta que empezó a dar clases de italiano en la facultad de música donde me gradué.

Muchos de nosotros aún no habíamos encontrado nuestra vocación y ella empezó a reunirse con nosotros los domingos en la iglesia para el rezo de vísperas. Esos encuentros se fueron transformando en la ocasión de compartir artículos de Litterae Comunionis, 30 días, Il Sabato, que Angela traducía al inglés con una amiga. Así que pasábamos mucho tiempo juntos. Por aquel entonces, nos decía: «No nos reunimos para ayudarnos mutuamente, ha sido Dios quien nos ha puesto juntos». Repetía las palabras de san Juan Pablo II: «Cristo centro del cosmos y de la historia». Ella quería vivir y vivía con Cristo como centro de su vida. Su atención y preocupación no solo era por sus amigos, sino también por la gente que se encontraba por la calle. Nunca había conocido a nadie con una humanidad como la suya.

En este sentido quiero destacar un episodio que tuvo lugar en un supermercado. Angela se encontró allí con una mujer llamada Lutsuko, que a sus casi 40 años estaba embarazada de su primer hijo, pero estaba cansado de vivir y dudaba si abortar. Angela tenía un don para las relaciones con personas con dificultades, era como una “pescadora de hombres”. Ella también estaba embarazada, lo que le hizo sentirse aún más cerca de aquella mujer. Su amistad se fue consolidando poco a poco y Lutsuko dio a luz a una niña, Masako. Angela decía: «No se puede llevar en el seno a un niño sin amor, es decir, sin Dios». Lutsuko y Masako se bautizaron en la Pascua de 1984, cuando la niña tenía tres años.

A mí también me “pescó” Angela. Iba a una universidad católica y me interesaba el cristianismo, pero sentía ciertos recelos respecto al bautismo. Un día ella me dijo: «¡Vayamos a la casa del Padre a descansar!». Se refería a ir a la iglesia. Así comenzó mi camino hacia el bautismo. Elegí el nombre de Irene, sugerido por la propia Angela, que me dijo que significaba “paz”.

Angela murió el domingo 18 de junio. En el funeral estaba una amiga mía, antigua compañera de clase que había ido allí casualmente a rezar. Después me envió este mensaje: «Hay una frase que Angela me dijo hace muchos años y que yo me he repetido muchas, muchas veces». Esta mujer padecía una enfermedad mental y la frase decía: «Te ofrezco mi sufrimiento». Creo que son las mismas palabras que Angela decía cuando se encontraba mal. Como todos, Angela era un ser humano débil, con muchos límites, pero sin ella CL no habría llegado hasta Japón y yo no habría encontrado mi vocación. Doy gracias a Dios por su presencia. ¡Gracias a Dios que la trajo a Japón!
Sako, Hiroshima (Japón)