La comunidad de CL en la visita del Papa a Budapest

Hungría. «¡Hoy voy a tu casa!»

Los Ejercicios de la Fraternidad, la visita del Papa a Budapest, la Diaconía de los responsables europeos. La comunidad húngara de CL: «Dios ha salido a nuestro encuentro»

El movimiento hundió sus raíces en Hungría en los años 80. Todo empezó con la amistad de un grupo de jóvenes de una parroquia de Budapest con estudiantes y trabajadores italianos. Nacieron entonces nuevas relaciones, las familias fueron creciendo, llegaron nuevas generaciones, gestos e iniciativas en los ámbitos de cultura, caridad y misión. Hoy son casi cuarenta adultos en las ciudades de Budapest y Mosonmagyaróvár. Los numerosos hijos han dado origen a pequeños grupos de bachilleres y universitarios, a los que se han unido tres sacerdotes de la Fraternidad San Carlos, a los que han confiado una gran parroquia en la capital.

Hace poco, el Señor nos concedió el don de poder alojar, a pesar de nuestra pequeñez y nuestra lengua incomprensible, tres acontecimientos de ámbito internacional. En abril se celebraron los ejercicios de la Fraternidad en Esztergom, ciudad sede de la archidiócesis húngara. Como cada año, este gesto reunió a casi 120 personas procedentes de la República Checa, Eslovaquia y Austria. Además, a finales de abril el papa Francisco eligió Budapest como meta de su viaje apostólico. Muchos de nosotros lo seguimos durante los numerosos encuentros que tuvo (con los jóvenes, con los refugiados, con los consagrados y con el mundo universitario) y participamos juntos en la misa final en la plaza del Parlamento.
Por último, a primeros de mayo, Esztergom albergó la Diaconía de responsables europeos de Comunión y Liberación. Y al terminar, Davide Prosperi también pudo reunirse por primera vez con la comunidad húngara.

La experiencia más evidente después de estos hechos excepcionales es que Dios ha venido a vernos a nuestra casa, como cuando Cristo le dijo a Zaqueo: «¡Hoy voy a tu casa!».
Nosotros estábamos en casa, empeñados en nuestras vidas, y la Iglesia nos ha salido al encuentro primero mediante los amigos de las comunidades cercanas, luego con la visita del Santo Padre y por último con la ocasión de la diaconía europea. Ha salido a nuestro encuentro para abrazarnos y esto nos ha suscitado una respuesta, es decir, una responsabilidad.

Así lo testimonia Krisztina, dentista y madre de tres hijos que vive en una zona de Budapest por la que el Papa pasó varias veces. «Tenía la impresión de que el Santo Padre solo veía a Budapest para ver los lugares donde yo estoy, las calles por las que suelo pasar, toda mi realidad cotidiana. Gracias a su persona y a su presencia, me he dado cuenta de lo importante que soy para Dios y ha confirmado mi conciencia de estar en el lugar adecuado».

O nuestro amigo Balázs, abogado y padre de cuatro hijos: «Veo que la familiaridad con la gente con la que he estado estas semanas tan excepcionales, con algunos por primera vez, es la misma familiaridad que vivo con los que siempre están conmigo, a los que pertenezco, a través de los cuales pertenezco a Cristo. Ahora necesito silencio y a mis amigos para que penetre en mí todo lo que he visto y oído».

También lo atestigua Edina, una amiga de las primeras de CL en Hungría. Aparte de esposa, madre, abuela y trabajadora, aceptó el compromiso de organizar los eventos de Esztergom. «Han sido días precedidos y acompañados de mucho trabajo y preocupación. Pero en medio de la avalancha de acontecimientos y personas, he podido revivir el asombro del primer encuentro: “Cristo está aquí”. Se me ha hecho muy evidente que yo formo parte de esta comunidad donde puedo encontrarme con Él y ella forma parte de mí: “Yo soy Tú que me haces”». Cuando todo acabó, «de golpe se hizo silencio. No un silencio vacío, sino una ayuda para no olvidar lo que había sucedido. Así podemos tomar más en serio las palabras del papa Francisco: “arraigados en sólidas raíces, estamos en salida”».

La asamblea con Davide Prosperi concluyó este periodo tan intenso, relanzándonos al camino. Compartimos varios temas sin reservas: el uso del tiempo, la misión, el riesgo del activismo, las diferencias culturales con la gente que encontramos, el desafío cotidiano de las familias jóvenes… Preguntas a las que Davide no daba respuestas precocinadas sino que nos ayudaba a entender que «todo lo que se nos pide empieza con lo que se nos ha dado» y que, con nuestros intentos, «el criterio no es cuánto difundimos el movimiento en Hungría sino cuánto crece nuestra fe». Con gratitud, ¡seguimos nuestro camino!
Ágnes y Francesca, Budapest