Lugo (Foto Ansa)

Inundaciones. Esa “caricia” en medio de la oscuridad

Siguen llegando historias y testimonios de las zonas afectadas por las inundaciones en Emilia Romagna. Y de fuera. Porque también se puede ayudar desde lejos

Una familiaridad asombrosa
Querido Davide, vivo en Cesena, una de las primeras ciudades afectadas por la inundación. Inmediatamente, junto a un montón de amigos cuyas casas se habían salvado, nos pusimos en marcha para ayudar a los que sí se habían visto perjudicados. El sentimiento dominante esos días era de conmoción. Nos encontramos achicando agua a un montón de chavales, muchos de ellos antiguos alumnos míos. En un garaje oscuro, con el agua por las rodillas, oí un grito: «¡Mi profe de italiano!». No lo veía desde hacía veinte años y me preguntaba cómo me habría podido reconocer en esas condiciones. Todos estábamos allí para ayudar y se hizo evidente, como dice la Escuela de comunidad, que el corazón del hombre es el mismo, tiene la misma exigencia de verdad, de justicia y de bien en todas las latitudes y en todas las clases sociales.
Cuando fui con unos amigos a ver a la familia de una antigua alumna, pude ver cómo su desesperación inicial se fue transformando en la fuerza de una sonrisa y en el deseo de charlar un poco, y no creo que fuera solo por haber terminado de limpiar la bodega inundada.
Mientras llevaba al coche, que tenía un poco lejos, dos grandes sacos de ropa sucia y me preguntaba cómo iba a lavar todo eso, se me acercó una desconocida con velo, Salma, que se ofreció a ayudarme. Durante el trayecto charlamos un poco y al llegar al coche nos despedimos con un abrazo, como si nos conociéramos desde siempre. De hecho, esta tragedia ha hecho nacer una familiaridad entre todos verdaderamente asombrosa.
Al final, después de tanta lluvia, una inesperada jornada de sol el domingo y la belleza de los rostros de cien voluntarios, entre ellos muchos universitarios de Bolonia, un almuerzo improvisado en dos horas gracias al boca a boca, donde no faltaba nada, ni el postre ni el canto. Esa familiaridad, esa alegría, esa humanidad, son como la caricia del Nazareno en medio de tanto barro y tanto dolor.
Lidia, Cesena

La Eucaristía en las calles del barrio

Estudio en el Politécnico de Milán, pero esos días estaba con mi familia en Cesena. El domingo fui a misa a la iglesia de San Roque, la parroquia de uno de los barrios más afectados por las inundaciones. Por indicación del párroco, algunos ministros acompañados de jóvenes se encargaron de llevar la Comunión por las calles del barrio. Al acabar la misa, una amiga me propuso acompañar a uno de ellos. Para que nos reconocieran, íbamos con paraguas abiertos por calles llenas de enseres, muebles embarrados y gente trabajando sin cesar. Me impactó sobre todo la reacción de los primeros a los que dimos de comulgar, la conmoción en el rostro de quien había perdido mucho. Sobre todo un hombre que nos dijo: «Él es la base de todo». Él y otra mujer nos agradecieron especialmente este gesto y nos despidieron con una gran sonrisa. Otra cosa que me impresionó fue la reacción de dos mujeres, en dos momentos distintos, que a la propuesta de la Comunión respondieron: «Es que no me he confesado», con una cara casi de resignación, como diciendo: «No tengo remedio». El ministro dijo que quien lo deseara podía recibir a Cristo, que vino para todos. Luego, cuando íbamos andando, añadió que delante de la Comunión se percibe una desproporción, es cierto, porque te pone delante de Alguien que te aferra tal como eres y te permite afrontar hasta las peores fatigas. Estar ahí delante me ha hecho sentir pobre, pobre y necesitado.
Elia, Cesena

La ayuda de lejos «por un hecho al que pertenecemos»

Querido Davide, respondiendo a tu invitación de apoyar a las comunidades afectadas por las inundaciones, hemos decidido enviar la cantidad que hemos recaudado en nuestro encuentro de Fraternidad. Respondiendo a las preguntas «¿Qué es lo que cumple mi vida?» y «¿Para qué vale un sacrificio?», expresábamos nuestro deseo de hacer un gesto de solidaridad que al mismo tiempo mostrara la pertenencia al hecho que nos ha puesto juntos. Agradecidos por la historia de salvación que hemos encontrado, nos vemos comprometidos a «reavivar las brasas ardientes de la fe», tal como nos dijo el padre Lepori en los Ejercicios de la Fraternidad. No por nuestros méritos o iniciativas, sino provocados por la iniciativa del carisma al que pertenecemos, que toma voz a través de tu adhesión personal a Cristo.
Fraternidad Mater Misericordiae, Milán