El padre Brenson bautiza a Alvin durante la vigilia pascual

Estados Unidos. «Eran las 3:59»

Steve ha ido a Atlanta por trabajo y ha conocido a la comunidad de CL que vive allí. Entre ellos Alvin, el “recién llegado, que contó el «primer momento exacto en que se topó con Cristo»

Tenía que ir a Atlanta por una conferencia a finales de febrero y tuve la maravillosa oportunidad de pasar la noche del martes con la comunidad local, formada por varios adultos que viven y trabajan en la zona metropolitana, varios sacerdotes de la archidiócesis que viven con el padre Branson Hipp, el capellán de la Georgia Tech (Georgia Institute of Technology), mi alma mater, y un grupo muy vivo de estudiantes universitarios.

El primer signo de que una comunidad está viva y vibra lo recibí al llegar al Georgia Tech Catholic Center, pocos minutos antes de que empezara la misa de 17:30h. Me quedé impactado al ver la capilla llena de estudiantes. La mayoría no era del movimiento, pero tal cantidad de alumnos en una misa de diario en una universidad laica y técnica me pareció un signo de los frutos de una fe compartida por el padre Branson, la comunidad y otras personas que gravitan en torno al Georgia Tech Catholic Center.

Sin embargo, el signo más impresionante de esta vida nueva llegó más tarde, por la noche, cuando durante un encuentro en la casa del padre Branson, un universitario llamado Alvin, el último en llegar, contó su pasado reciente. Originario de la China meridional, Alvin llegó a Estados Unidos cuando estudiaba aún en el instituto y ahora está terminando su último semestre de la carrera de Ingeniería civil en Atlanta. Su testimonio fue realmente conmovedor. Contó su encuentro con la comunidad católica universitaria y con los estudiantes del CLU el pasado mes de noviembre (citó también el día exacto) y cómo renació completamente. Fue un testimonio evidente de la cita de Mario Vittorino que tanto le gustaba a don Giussani: «Cuando conocí a Cristo me descubrí hombre».

Alvin, que procede de un ambiente totalmente ateo, o al menos agnóstico, describió punto por punto cómo ahora lo veía todo “nuevo” y cómo se sentía comprendido por fin y había empezado a entender quién ese. Fue un testimonio muy vivo de la imagen que don Giussani presenta en el capítulo 10 de El sentido religioso, alguien que nace con la edad que tiene en este momento y se queda asombrado ante las “cosas”, ante la evidencia de la realidad. Alvin tenía los ojos y el entusiasmo de un recién nacido en el cuerpo de un hombre adulto. Me parece realmente conmovedor que una comunidad tan pequeña –también podría decirse “frágil”– como la de Atlanta pueda llevar dentro la esperanza para el mundo, de tal modo que no siempre creemos, vemos y comprendemos del todo. Me recordaba la historia que el papa Benedicto XVI contaba en la Spe salvi, cuando santa Josefina Bakhita encuentra a Dios por primera vez y la esperanza que este encuentro con el Dios verdadero aporta a su vida.

Volviendo al relato de Alvin sobre aquel día de noviembre en el que se «topó por primera vez con Cristo», pensaba en una lección que monseñor Lorenzo Albacete nos dio hace muchos años en unas vacaciones del CLU. Con su estilo inimitable, tituló la lección: “Eran las 3:59”. Si es cierto que la Iglesia es la continuación de Cristo en el tiempo y en el espacio, entonces, de forma muy misteriosa, la posibilidad de que nuestros compañeros, esposos, hijos y amigos encuentren a Cristo depende de nosotros, es decir, depende de nuestro “sí” y de que dejemos que en nuestra vida se transparente la presencia de Cristo. Eso es lo que pasó aquel día de noviembre a las 3:59, durante una barbacoa en el Georgia Tech.
Steve, Silver Spring (Maryland - Usa)