Ejercicios de la Fraternidad en Rímini (Foto: Roberto Masi/Fraternità di CL)

«¿Por qué volvemos a estar aquí?»

La espera, la atención y la conmoción. Un olvido que podría desbaratarlo todo se convierte en la ocasión de que todo vuelva a ser gracia. Una carta desde los Ejercicios de la Fraternidad de CL

El viernes por la mañana salí corriendo de casa, me esperaba media jornada de trabajo y luego viaje a Rímini. Tenía que llegar a tiempo para el ensayo del coro. Ya en la autopista, me sobresalto al darme cuenta de que me he dejado en casa la mochila con todas las partituras. Después de prepararlas con tanto esmero, no tenía nada. Me enfadé muchísimo conmigo misma y dije con amargura: «¡La razón por la que estoy yendo a Rímini me la he dejado olvidada en casa!». Uno de mis compañeros de viaje saltó: «Entonces tendrás que preguntarte si hay alguna otra razón por la que vas a Rímini». Una broma que me sentó como un puñetazo en el estómago, pues toda la cuestión ya la había reducido al hecho de no haber estado atenta a mis cosas.
Por la noche, empieza la introducción. Davide Prosperi arranca justo con la pregunta que me punzaba: «¿por qué volvemos a estar aquí?». El padre Lepori echa más leña al fuego citando a san Bernardo: «¿A qué has venido?».
Oír tres veces seguidas la insistente y molesta pregunta hizo que algo se desatascase dentro de mí y empezó a abrirse paso la curiosidad por ver con qué me iba a encontrar. Gracias a este desbloqueo, pude empezar a disfrutarlo todo y ver que cada cosa era una provocación para ponerme en movimiento, que la preocupación de Pablo por la fe de Timoteo es la misma preocupación por que mi llama no deje de arder; y la espera de Simeón, su sed de salvación, es exactamente igual que la mía.
Todo empezó con el olvido de mi mochila, pero luego vinieron tres días de gracia. También me sentía llena de gratitud por nuestra compañía, por tres razones. En primer lugar, porque esta compañía de amigos sostiene mi camino y mi tarea, a pesar de mis límites. Bastaron un par de llamadas y por una serie de tramas que me parecían imposibles mi mochila llegó el viernes por la noche a Rímini.
En segundo lugar, esta compañía de amigos me ayuda a iluminar mi humanidad, haciéndola más verdadera porque gracias a esa pregunta que se repetía insistentemente de varias maneras, mi olvido no invadió todo mi horizonte para ese fin de semana, sino que esa circunstancia fue la ocasión de dar un paso de conciencia.
Tercero: me he dado cuenta de que nuestra compañía no es especial porque sea buena gente, pero me conmueve porque, a pesar de sus limitaciones, su naturaleza es la de ser signo de una Belleza más grande. Existe porque, en esa humanidad que se mueve y se conmueve, vuelve a acontecer la presencia de Cristo.
Elena, Milán