La exposición sobre don Giussani en el claustro del convento de St. Severin en París

París. El signo de que la respuesta existe

La comunidad francesa celebra en la capital el centenario del nacimiento de don Giussani. Entre encuentros y testimonios, la posibilidad de «verificar hasta el fondo la verdad de nuestra experiencia»

En París hemos celebrado el centenario del nacimiento de don Giussani con dos días de encuentros, exposiciones y sobre todo de vida juntos. Una riqueza totalmente inesperada que ha sorprendido a todos, empezando por los que se encontraban con nosotros por primera vez. Como decía Alberto, «le he preguntado a una amiga que vino qué le había parecido y me ha dicho: “Creo que la gente que es como tú, que pertenecen a un movimiento como el vuestro, es más feliz que la media. No sé si os drogáis o qué, pero os miraba estos días y se nota que sois felices”». Esta alegría era tan palpable en las miradas, en la forma de estar juntos, que nosotros somos los primeros en quedar asombrados. ¿De dónde nace? Cuesta decirlo con palabras, pero intentaré mostrar algunos rasgos significativos.

Durante un encuentro

El protagonista del centenario
El primer “milagro” fue ya la organización del evento en sí. Empezó en abril de 2022 con una docena de amigos, algunos de los primeros inicios como Dino Quartana y otros del último año. Lo que nos ha puesto juntos es la gratitud por esta historia que nos ha cautivado y que nos sigue conquistando, sin la cual no seríamos lo que somos. De este asombro surgió la idea de proponer un gesto público que pudiera mostrar a todos una vida, la vida que ha nacido del encuentro que hemos tenido. Durante los meses siguientes nuestro entusiasmo tuvo que enfrentarse varias veces con los problemas que conlleva organizar algo así en un entorno como el parisino. Pero las dificultades no hacían más que poner en evidencia quién era el verdadero protagonista de este centenario. Como dice Marta, «lo que más me ha sorprendido –y creo que es lo que ha hecho posible todo lo que ha pasado, no solo nuestra organización– es que cada uno se ha entregado personalmente según sus capacidades y su sensibilidad, con el deseo de mostrar que ante todo estaba aquí por ser amado. Cada uno ha sido amado a su manera y a su manera ha amado. Esto es algo que he visto en mis amigos, pero también en mí, con todas mis limitaciones». Añade Giovanni: «Me he visto dándome por entero lleno de gratitud porque he vuelto a darme cuenta de que sin esta historia no voy a ninguna parte. Esta inmensa gratitud que sentía es lo que me ha llenado el corazón de paz después de mucho tiempo».

La misa celebrada por Dino Quartana

Se notaba también en la dedicación de los treinta voluntarios que han trabajado en este gesto misionero, como cuenta Paolo. «La experiencia de sumarse sencillamente a lo que se proponía, no como mero ejecutor sino como protagonista –aunque fuera con una tarea humilde como la restauración–, ha sido fuente de alegría y de conciencia de lo que más me corresponde. Durante el mes de preparación y ese fin de semana, viví algo muy parecido a la estupenda experiencia que viví como voluntario en el Meeting de Rímini: la alegría, el asombro por los pequeños y grandes encuentros, los imprevistos, la conciencia clara de estar participando en algo grande y bellísimo, la atención hasta en los más pequeños detalles (incluso en la manera de doblar el envoltorio de los bocadillos…). Los momentos de compañía entre nosotros han sido muy sencillos, pero llenos de Presencia». Asistir el espectáculo de esa Presencia actuando entre nosotros era demasiado hermoso como para quedarse parado en las dificultades, y así fue como, con gran sorpresa por nuestra parte, la idea inicial se fue concretando.

Una historia de amor
«Estamos aquí por una historia de amor», dijo Stefano el viernes, sentado al lado del filósofo Fabrice Hadjadj en el acto inaugural. La sala estaba llena, más de lo que esperábamos. La mayoría de la gente eran amigos y compañeros que se encontraban por primera vez con la realidad de CL. Hadjadj nos adentró en las profundidades de la palabra signo, tan querida por Giussani, con varios autores franceses. El signo desvela y esconde, haciendo posible una relación amorosa libre. Resonaban las palabras de don Giussani que habían sido elegidas como hilo conductor para todo el fin de semana: «El verdadero protagonista de la historia es el mendigo: Cristo mendigo del corazón del hombre y el corazón del hombre mendigo de Cristo». Esta historia de amor marcó todo el encuentro. De ello hablaron también los testimonios de Dino Quartana, alumno de la famosa clase de primero E en el Berchet, para quien «el fuego de este encuentro sigue ardiendo, y por eso estoy aquí hoy»; Marie-Michèle Poncet, cuyos ojos brillan con una luz inconfundible cuando recuerda su primer encuentro con Giussani, hace cincuenta años; Jesús Iglesias Cobo, joven cura español que describió cómo esta historia de amor no deja nada fuera. Por eso, como señaló el poeta Jean-Pierre Lemaire, don Giussani también tenía predilección por los autores menos ortodoxos. «A él le interesaban las preguntas más que las respuestas. Porque las preguntas son el signo de que la respuesta existe». Sobre esto hablaban también las dos exposiciones, sobre la vida de don Giussani y sobre Alberto Giacometti.

Encuentro con Fabrice Hadjadj

El segundo “milagro” del fin de semana fue ver cómo volvía a suceder, cómo se ha reavivado esta historia de amor en muchos de nosotros. A Giovanni le pasó con los testimonios. «Me conmovió escuchar a Dino y pensar que la historia que empezó entre aquellos pupitres ha llegado hasta mí, con lo miserable que soy, y me ha sacado de mi nada. Ahora me descubro deseoso de ponerme en juego siempre». A Roberto le pasó explicando la exposición dedicada a don Giussani. «Presentarla me ha permitido contar la historia del movimiento, metiendo dentro mi experiencia, cómo ha cambiado y está cambiando mi vida. Lo que más me ha sorprendido he sido yo mismo, al observar una vez más la belleza de este camino».

¿Qué es lo que os une?
Este volver a suceder, casi contagioso, ha sido la gran novedad con la que se han topado muchos visitantes que venían por primera vez. Como Philippe, que exclama asombrado: «¿Pero qué es lo que os une? ¿Qué hacen aquí todos estos jóvenes?». Durante el aperitivo nos bombardeó a preguntas. «¡Esta experiencia hace falta en Francia! La Iglesia francesa tiene que abrirse a realidades así», dijo al final, antes de decidir quedarse también a la noche de cantos, titulada There’s a crack in everything. That’s how the light gets in (Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz, ndr.), un recorrido por canciones pop que entraba en diálogo con el corazón de los artistas contemporáneos. Al marcharse, nos dio las gracias con los ojos radiantes: «¡Qué energía!». Una energía que asombró a los propios cantantes, como recuerda Paolo: «Ninguno de nosotros, hasta una hora antes de que empezara el concierto, habría podido imaginar lo que allí iba a pasar. Entre nosotros había una unidad y una atención, una tranquilidad incluso cuando había algún error, ¡estábamos presentes! Cuando venían a felicitarnos y darnos las gracias, no sabía qué decir: nosotros estábamos tan sorprendidos como ellos… ¿De dónde nace este gusto, que prevalece sobre todas nuestras pequeñeces? Pues nosotros nos peleamos hasta para decidir cómo debe ir vestido cada uno la noche del espectáculo». Carla también quiso colaborar en esta velada, fascinada por el entusiasmo de algunos amigos, pero al principio no se atrevía porque no sabe cantar. «No te preocupes, ya encontraremos algo que puedas hacer», le dijeron. «Con esta mirada y con este deseo en el corazón, puesto en común con otros, todo cambió. Sobre todo, he cambiado yo», cuenta.

El claustro del convento de Saint Severin

El tercer “milagro” fue la unidad entre nosotros, que nos sorprendió. Gabriel Richi Alberti, profesor de teología en la Universidad San Dámaso de Madrid, describió así en su intervención lo que estaba sucediendo ante nuestros ojos: «El acontecimiento de Jesucristo permanece en el hoy de la historia, se ofrece a mi libertad a través de la comunión de los cristianos: la Iglesia. Una comunión que genera el propio Cristo, no es obra nuestra. Por eso podemos decir que la comunión es la forma del acontecimiento presente, es decir, la forma histórica con la que sucede el encuentro con Cristo. “El Maestro está ahí y te llama” (Jn 11,28). Son las palabras de Marta a su hermana María tras la muerte de Lázaro. Estas palabras describen que Cristo mismo, el Maestro, es aquel que nos llama en el presente de nuestra historia y lo hace en y a través de la comunión, que es la forma de su venida en el presente».

153 grandes peces
El cuarto “milagro” fue el asombro de una sobreabundancia, como cuenta Paolo. «Hace dos mil años Jesús decía: “Echad las redes a la derecha de la barca”. Hoy nos dice: “Preparad un aperitivo para cien personas”. Es lo mismo. Y nosotros también nos hemos llevado a la orilla 153 grandes peces…». ¿En qué consiste esta sobreabundancia? Lo describe Natalie desde la primera línea de la organización. «Lo que más me sorprendió fue el sábado por la noche, cuando llegué a casa y me di cuenta de lo contenta que estaba, cuando podría dominarme el cansancio y la fatiga después de todo lo que habíamos hecho. Era una alegría profunda y serena que no comprendía. Al día siguiente, retomando un texto de Giussani, la respuesta se hizo evidente en una frase: “Soy muy amada. Eso es lo único que necesito y me basta”. ¡Soy amada y eso me basta! De ahí nace mi alegría, a pesar del cansancio. ¿Qué más necesito? Reconocer que soy amada y que eso me basta para vivir plenamente». Es por tanto el milagro de un yo que renace, que descubre toda su necesidad y que vuelve a buscar a Aquel que puede responder, poniéndose en juego en los desafíos que le reservan sus jornadas. Como escribió Richi a su regreso a Madrid: «Ha sido, una vez más, una ocasión para verificar la gracia de la presencia de Cristo en nuestra comunión, el hecho concreto de que Él está allí donde estén nuestras casas, y también una oportunidad para crecer en la conciencia de la responsabilidad que tenemos frente al mundo. No tenemos otra cosa que hacer en la trama cotidiana de nuestra existencia más que testimoniar a Cristo». Porque, como escribió Susanna, «estos días para mí ha sido evidente que comunicar lo que hemos encontrado es la manera de verificar hasta el fondo la verdad de nuestra experiencia».
Stefano, París