El papa Francisco en la audiencia con Comunión y Liberación (Foto: Daniele Giovannangeli/Fraternità di CL)

El viaje a Roma continúa

Testimonios desde Alemania, Perú, Puerto Rico y Brasil… después de hacer un largo camino para llegar a la plaza de San Pedro el 15 de octubre

ALEMANIA
Cuando llegó el momento de salir de la estación de autobuses de Múnich Haar, se mezclaban las expectativas por el encuentro con el Papa con la conciencia de que el viaje no iba a ser nada fácil. Nos esperaban doce horas de autobús antes de llegar al lugar donde pasaríamos la noche. El cansancio no tardó en hacerse notar. Pero nos acompañaba la presencia de muchos amigos de la comunidad alemana que en breves conversaciones, algunas de ellas totalmente inesperadas, sentían la libertad de contar su experiencia y compartir sus heridas y sus preguntas. Es precioso descubrir que el camino de la vida nunca lo recorres solo. El rezo del Ángelus y los laudes, o los cantos, eran gestos que nos disponían a esperar el encuentro con el Papa. La mañana del sábado, la cita en la plaza de San pedro era a las ocho y enseguida empezamos a encontrarnos con gente, jóvenes y adultos, tan cansada como nosotros, pero igualmente llenos de ganas de ver lo que iba a pasar. Gente que, como nosotros, ha visto cómo cambiaba su vida por un encuentro tan decisivo que les pone en marcha para hacer un largo viaje aunque solo sea para pasar media jornada en San Pedro.
Un pueblo es mucho más que una masa de gente. Qué diferencia con la unión de miles de personas en un estadio de fútbol para vivir un momento juntos pero siendo extraños entre sí. Lo que unía a esos miles de personas en la plaza de San Pedro marcaba el antes y un después en su historia. El encuentro con el Papa, los cantos y los textos leídos durante el encuentro irradiaban una humanidad que ha atraído a gente de todas las culturas y continentes, y que las ha puesto en movimiento. Una gran comunidad, pero que al mismo tiempo solo vive de la vivacidad de cada “yo” concreto.
Andreas, Francesco y Giuseppe, Múnich

PERÚ

¿Qué ha pasado para que nos dispusiéramos a cruzar el océano? ¿Qué es lo que nos ha llevado hasta Roma?
Nuestra historia en Perú comenzó en los años 80 y llegó hasta nosotros, pobres hombres, mediante el testimonio de los “hijos de don Giussani”. ¿Cómo permanecer inmóviles ante la misericordia del Santo Padre que vuelve a recibirnos para hacer memoria viva de esta gran historia de amor?
Para estar en Roma, muchos amigos tuvieron que hacer jornadas laborales más largas, otros han pedido préstamos y han gastado días de vacaciones. No faltaban las preguntas y preocupaciones, pero la gratitud era incontenible. Pocos días antes de la audiencia, un amigo que iba a venir con nosotros cayó enfermo. Esto nos puso a todos en la posición del mendigo que implica el milagro, Su amor y nuestra conversión a través de las circunstancias que Jesús nos da.
Con estos hechos en los ojos y en el corazón, hemos sido protagonistas de una fiesta, de un encuentro con personas vivas, como en el pórtico de Salomón, cuyo denominador común era haber seguido a Jesús con sencillez, en una situación aparentemente imposible. Este denominador común hace que nada se pierda, la realidad es una sola, la vida de nuestro amigo también ha sido abrazada con lo que sucedía en la plaza, por el Papa y por el rostro bueno del Misterio.
Silvia, Lima

PUERTO RICO

El 15 de octubre, la plaza de San Pedro me devolvió de golpe y con una profunda unidad la historia de toda mi vida. Allí estaba mi hermana Antonella con su marido Massimo (¡mi familia!); había un grupo de amigos de Gerenzano, el pueblo donde nací; me encontré con mis amigos de la casa de Memores de Campeche en México; y volví a ver a Conchita 25 años después. También estaban conmigo mis amigos de Puerto Rico. Todos por una historia que nos ha conquistado para siempre, una historia que no sería posible sin la fe y el afecto de don Giussani. Formamos parte de este pueblo que ha nacido de su amor a Cristo y a cada uno de nosotros. Todos allí, como padres e hijos, gracias a su experiencia vivida como hijo de la Iglesia y padre en la Iglesia.
La intensidad y la belleza del gesto hacía evidente que la memoria no es algo del pasado, sino la conciencia de una pertenencia que te hace decir “yo” con certeza y te da una mirada llena de ternura. No me avergüenza decir que me conmoví en varias ocasiones: durante algunos de “nuestros” cantos, durante los testimonios de Rose y Hassina, mirando esos miles y miles de rostros, todos tan diferentes pero tan unidos, objetivamente una sola cosa.
Y esa espera ante las palabras del Santo Padre. Él también agradecido a don Giussani, también él contento y orgulloso por todos esos hijos, y también preocupado, como todos los padres cuando ven crecer a sus hijos, pues saben las dificultades y peligros que tendrán que afrontar. Casi nos suplicó: «Habéis recibido un inmenso don. Tenéis entre manos un tesoro enorme. Por favor, no lo malgastéis». Para añadir: «Espero más de vosotros. El potencial de vuestro carisma está aún en gran parte por descubrir, aún queda mucho por descubrir». ¡La estima de un padre! ¡La confianza de un padre!
El lunes ya estaba trabajando, de vuelta en Puerto Rico: más contento, más cierto, más consciente y tal vez por eso un poco más humilde.
Giuseppe, San Juan

BRASIL

Teniendo la gracia de estar en la plaza de San Pedro, he vuelto más consciente de mi “sí”. Una reflexión sencilla, pero que me impresiona profundamente, porque he comprendido que el “sí” de la Virgen ha generado el “sí” de Pedro, que ha generado el “sí” de los apóstoles, que ha generado el “sí” de don Giussani, que ha generado el “sí” de tantos amigos, y también el mío.
En Roma, encontrándome con tanta gente, he podido experimentar una familiaridad con todos y con todo. Mi “sí” se ha confirmado al ver esa marea de gente junta para dar gracias por la vida de don Giussani. Fue conmovedor oír su voz en los momentos previos a las palabras del Papa porque era como si estuviera vivo, y en efecto lo está, porque con su “sí” nos ha generado, ha generado un pueblo que, como dijo el Papa, se ha encontrado con Cristo, la única razón de vivir. La conciencia de mi “sí” me ha hecho sentir amada, preferida, especial, estando allí con tanta gente he tenido la confirmación de lo que decía don Giussani. «Esta nada que somos cada uno de nosotros puede ser conquistada por Dios y llegar a convertirse en algo grande». No soy grande por lo que tenga o lo que haga, sino en la medida en que soy consciente de que digo “sí” a Aquel que me hace ahora.
Inês, Petrópolis


Durante los días previos al encuentro con el Papa, en mi cabeza resonaban estas palabras de don Giussani: «Todo es gracia». En efecto, no logro imaginar lo lejos que estaría mi vida de esta historia que conocí hace 18 años y que me ha generado y me genera continuamente. Cada día me siento más necesitada de esta compañía que me ayuda a estar delante de la vida. Ha sido impresionante ver a la multitud en la plaza de San Pedro y me conmovía pensando cuántas vidas han sido salvadas gracias al carisma que se nos ha donado con don Giussani, que con su sencillez nos educó para reconocer a Cristo presente aquí y ahora, y por eso la vida se ha convertido realmente en un camino hermosísimo.
Thiciane, Brasilia


Cuando me enteré de la audiencia con el Papa, lo tomé como una invitación personal, no solo porque don Giussani me ha cambiado la vida sino también porque, gracias a él, decidí siendo adulto que quería pertenecer a la Iglesia, por eso quería ir a ver al Papa. No estaba seguro de si estaría en condiciones de hacer el viaje, pero todos los factores se fueron colocando en su sitio: tenía días libres y el apoyo de mi familia y de mi novia. Así que partí con alegría. En la plaza de San Pedro me impactó ver tantos miles de personas en silencio. Miles de hombres y mujeres adultos cantando como niños. ¿Don Giussani habría imaginado en vida que gracias al carisma que Dios le concedió miles de personas estarían hoy tan ligadas a la Iglesia y al Papa? Para mí fue una gran alegría ver a tanta gente que ha encontrado un camino seguro para buscar el sentido de la vida, ese camino que es la compañía de Cristo y la iglesia. Al mismo tiempo, me sentí lleno de ternura por nuestra condición humana, tan frágil, y me puse a pedir: «Dios mío, consérvanos la pureza de corazón para que podamos seguir reconociendo siempre que necesitamos la compañía de la Iglesia». El Papa llegó mientras cantábamos «tengo un amigo grande, grande». Qué bella es esta conciencia, que el Papa no es alguien distante, una autoridad formal, ¡sino un amigo! Oírle decir que los textos de don Giussani fueron importantes en su camino de fe y que supone una gran contribución teológica a la Iglesia me conmovió. Hablando con muchos de mis amigos brasileños (¡me he encontrado con más brasileños en Roma que en Sao Paulo!), estábamos muy agradecidos, con el deseo de seguir profundizando las palabras que el Papa nos ha dirigido con tanta ternura. Por la noche nos acogieron en una obra del movimiento en Roma donde trabajan voluntarios universitarios y después de la cena nos pusimos a cantar juntos. Fue impresionante ver cuánta gente se acercó a la fiesta, fruto del encuentro del que nos había hablado el Papa por la mañana, que se expresa en una Vida que sigue atrayendo a la gente, la Vida de la vida, Cristo.
Thiago, Sao Paulo


Fui a la audiencia por agradecimiento a Dios por el don del carisma que he recibido y que me ha salvado la vida, sacándome de la nada en que vivía inmerso. Un hecho tan atractivo y fascinante que me ha llevado a entregar mi vida entera a Cristo mediante los Memores Domini. Cuando el Papa llegó a la plaza y se sentó delante de nosotros, me conmoví, clavé los ojos en él y ya no pude moverme. Solo quería quedarme ahí, mirándolo. Sentí una inmensa alegría y empecé a llorar. Pero no era sentimentalismo, era una emoción alegre y agradecida por pertenecer a un pueblo con nombre y apellidos. He vivido la experiencia de ser hija de la Iglesia dentro del carisma. Se puede vivir la experiencia de «volver al primer encuentro, a la primera Galilea», como dijo el Santo Padre. Durante los testimonios de Rose y Hassina, también pude experimentar una familiaridad increíble, identificándome con su experiencia, y comprendí que ellas y yo somos una sola cosa, hijas del mismo padre. Así es como ha crecido en mí el deseo de gritar a Cristo al mundo entero, el deseo de la misión para que otros puedan experimentar la misma plenitud que yo vivo.
Angela, Brasilia


Por primera vez en mi vida he viajado a otro país con motivo del centenario del nacimiento del Siervo de Dios monseñor Luigi Giussani. Entré en la plaza de San Pedro con el corazón lleno de agradecimiento y asombro por formar parte de un pueblo inmenso que ha aprendido a amar a Cristo y a la Iglesia gracias a don Giussani. Viva el papa Francisco que nos ha acogido como a hijos.
Claudiana, Sao Paulo