En manos de la Virgen de Montserrat

El sábado 17 de septiembre más de 150 miembros de la comunidad catalana de Comunión y Liberación peregrinaron a Montserrat. La mayoría subieron a pie desde Monistrol, con la intención de poner este curso en manos de la Virgen

El pueblo cristiano es un pueblo extraño. No es algo que haya que decir con orgullo, pero tampoco con vergüenza. El pasado 17 de septiembre a las diez y media de la mañana lo constataron algunas almas de Monistrol que vieron cómo una caravana de supuestos excursionistas cruzaba las calles de la población en absoluto silencio. Eran familias de todas las edades, algunas con hijos mayores o bebés, otras recién casadas, sacerdotes, Memores Domini, universitarios, jubilados… En fin, un pueblo en camino. Un pueblo extraño porque iba en silencio. Un pueblo extraño porque más adelante, una vez iniciado el ascenso a la montaña, rezó el rosario. Un pueblo extraño porque no perseguía una meta deportiva, ni se había apuntado a una oferta de ocio de fin de semana, sino que hacía algo que para muchos podría parecer un anacronismo insólito: peregrinar.

¿Y qué es eso de peregrinar? Básicamente, hay uno que sabe adónde va y guía. A quien le costaba más andar, por lo que fuera, iba primero, eran los preferidos de quien guiaba y marcaban el paso. A continuación, sin separación alguna, iba el resto y cada uno hacía lo que sabía hacer: quien llevaba agua, la ofrecía; quien podía cargar al bebé de alguien que estaba cansado, lo cargaba; quien sabía cantar, cantaba siguiendo a alguien que dirigía; quien podía rezar, rezaba; los niños pequeños hacían lo que hacen los niños cuando son pequeños. Y todos, con mayor o menor conciencia, se hacían compañeros de camino con María, Madre de gracia y misericordia. Líbranos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte, amén. Y caminando, paradigmáticamente, somos la Iglesia que camina, en la que María es una peregrina más. Andamos con ella y aprendemos a seguir como ella siguió, atenta a todo lo que hacía Jesús. Peregrinar es esto.

Una vez en el santuario, tuvimos la gracia de poder celebrar la Misa en la basílica. Jesús nos decía que «lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno». Mientras Comunión y Liberación rezaba a la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña, para que en este curso que hemos empezado se nos conceda el don de un corazón bien dispuesto, el corazón del movimiento cantaba “Imperayritz de la ciudad joyosa”, del Libro Rojo de Montserrat, un manuscrito medieval que compendia cantos de los peregrinos de los siglos XIII y XIV. A la salida, el Virolai.

Después de venerar la imagen de la “Moreneta” en el camarín de la Virgen y haber comido en la plaza, tuvo lugar otra rareza de este pueblo extraño que es el pueblo cristiano, una rareza quizás particular de nuestro carisma: juntos, acabamos cantando canciones de todas partes del mundo que nunca te hubieras imaginado que se sabría nadie. El último canto cerró la peregrinación implorante: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!». Y con esta petición, este año, nos ponemos en marcha.
Joan, Barcelona