Astaná (©Ansa/Igor Kovalenko)

Kazajistán. «¿Pero tú quién eres?»

Un viaje laboral a Astaná y Almaty, el encuentro con la comunidad del movimiento y la sorpresa de los compañeros de trabajo por una curiosa forma de ser amigos

Cuando estoy en el extranjero por trabajo intento ir a visitar las comunidades locales. En Doha (Catar), conocí a Sara y Chiara. Cuando les conté que me iba a Kazajistán, les pregunté si conocían a alguien y enseguida me llegó el contacto de Silvia, que me escribió: «Te mando el número de Ramziya en Astaná. ¡Escríbela!». Así lo hizo y ella me respondió enseguida: «Podemos vernos en la misa en inglés que dan el domingo en la catedral». Para ir, tuve que cruzar en taxi toda la ciudad en medio de un frío vendaval. La iglesia es pequeña y había muchos fieles de diversas procedencias. Al acabar la misa, oigo decir: «¡Has llegado! Soy Ramziya, sube al coche que tenemos una cena». Éramos una mesa increíble, con un montón de gente, los amigos de Ramziya y de don Edo Canetta, que había venido de Milán por la visita del Papa. Me di cuenta de que los kazajos tienen un corazón lleno de preguntas y deseo, y no les da miedo mostrarlo. Después de cenar, iba a llamar a un taxi, pero quisieron acompañarme a pie.

Llegó el lunes y salí a cenar con tres personas de la empresa. Hablamos de trabajo, también del kurt (queso tradicional kazajo), a partir de la cual les pregunté si conocían la historia, tanto de los kazajos como de las deportaciones a los campos de concentraciones femeninos de Karagandá. Enseguida se caldearon los ánimos, hablando de la vida, de la guerra, de los refugiados ucranianos que hemos acogido entre varios amigos del movimiento, pero también de grandes amigos que tengo en Moscú. Entonces llegó la pregunta: «¿Pero tú quién eres? Estamos juntos todo el día, escuchas a todos, miras a todos, te interesas, sabes cosas, vienes y conoces a gente a la que no has visto nunca y los llamas “amigos”». Les conté mi aventura en el cristianismo y cómo hace vibrar mi corazón y les dije que sentía no poder ir a ver al Papa que iba a Astaná justo cuando yo me mudaba a Almaty. Se me quedaron mirando y dos de ellos me dijeron: «Yo soy de tradición musulmana y no sé nada, pero me gustaría ir a la misa del Papa». Les respondí que el plazo de inscripción ya estaba cerrado, pero les puso en contacto con Ramziya y me marché.

En Almaty conocí a una compañera de trabajo muy joven y activa en redes sociales. Mientras yo trabajo, ella hace videos y fotos. Comiendo juntas, va y me pregunta: «¿Pero tú quién eres?». La miro extrañada y ella me enseña su perfil de Instagram, donde había publicado fotos y videos donde se me veía trabajando y un amigo suyo de Astaná le había escrito: «¿Cómo es que conoces a Bettina? Es amiga mía». Era uno de los que estaban en la cena. Entonces me dice: «Conozco a los amigos de Ramziya, trabajábamos juntos, siempre me han hablado de este grupo y de todo lo que hacen juntos. ¿Quiénes sois? ¿Por qué sois así? ¿Se puede ser cristiano y llevar tatuajes? Me gustaría hablar con ellos, ¿me das su número?».

Creo que el Señor disfruta muchísimo repartiendo cartas y haciendo de un minúsculo encuentro algo inmensamente grande. La límpida presencia de Alguien que lo hace todo nuevo.
Bettina, Milán