De excursión por las montañas de Almaty.

Una ventana abierta a la felicidad

Llegaron desde varias ciudades de Kazajistán hasta los montes de Almaty para pasar cuatro días juntos. Aprendiendo a reconocer a Cristo presente, «que se encarna misteriosamente ante nuestros ojos»

Sin lugar a dudas podemos decir que el protagonista de las vacaciones que pasamos en Almaty a principios de julio fue el corazón. Un corazón lleno del deseo de satisfacer la sed de belleza, verdad, significado y felicidad. Un corazón amado y abrazado.
Ciento tres personas procedentes de varios puntos de Kazajistán y de Italia, de todas las edades y de diversas tradiciones y religiones, en las montañas de Almaty.
Para muchos la aventura comenzó ya en el viaje. Mil kilómetros en tren llenos de conversaciones, preguntas y conmoción al percibir que algo “imprevisto” estaba sucediendo. Zamzagul, de tradición musulmana, no dejaba de hacer preguntas a Filippo, diácono indonesio residente en Karagandá, sobre la fe, Dios y el encuentro que le ha cambiado la vida. Sus respuestas impactaron a todos por su gran sencillez.
Y así empezaba la aventura entre personas que no se conocían. Lo mismo pasó en un diálogo con un grupo de antiguos alumnos de Karagandá, que hace siete u ocho años habían participado en las vacaciones siendo adolescentes y que ahora habían aceptado la invitación porque la vida adulta no siempre cumple las expectativas y preguntas que urgen cada vez más en el corazón.

Llegados a su destino, ya la primera noche surge el deseo de compartir la vida tras dos años de pandemia, con sus heridas y sorpresas. Durante más de una hora se suceden las fotos, imágenes artísticas, diálogos de cine y canciones que nos acompañaron durante ese periodo de distancia física.

El segundo día, excursión en dos grandes grupos. Al llegar, pequeños y grandes, unos más cansados que otros, todos quedamos impactados por el espectáculo de las cascadas. Muchos se dan cuenta de que a lo largo del camino, como en la vida, se puede aprender de todos. Hasta de quien menos te lo esperas. Llama la atención la capacidad que tienen los niños de maravillarse y seguir dócilmente.
El momento más significativo es un encuentro dedicado a don Giussani. Este sacerdote italiano fue para muchos, también en Kazajistán, padre, amigo y testigo de fe verdadera, y nos regaló un camino sencillo pero necesario para la vida de todos los días. Su persona nos hizo descubrir que la vida es positiva, que la realidad es amiga. De un modo confuso y frágil, hemos conocido a un hombre que nos testimonió la razonabilidad de la fe y nos la propuso con sencillez. Así nos lo mostraron estos amigos con una exposición estupenda sobre su vida y después con cantos y testimonios.
Salíamos con los rostros cambiados y el corazón lleno de silencio. Nuestro amigo Enrico exclamó: «Era como escuchar el Evangelio». Una amiga, para expresar lo que muchos de ellos llevaban en su corazón, decía que necesitaba silencio para estar delante de lo que sucedía y acusar el impacto que causaba en el corazón.

Después de comer, hubo unos juegos tan cuidadosamente pensados y preparados al detalle que era evidente que no se trataba de un paréntesis en medio de las vacaciones.
La última noche fue una explosión de cantos, bailes y poemas que expresaban la belleza vivida esos días y al mismo tiempo una cierta melancolía por algo que está a punto de acabar. Los más pequeños no querían marcharse y los adultos les asegurábamos que esa belleza no acaba, que la aventura continúa.
A la mañana siguiente, asamblea: ¿qué nos llevamos en el corazón? ¿Qué preguntas se han suscitado? ¿Las vacaciones son un paréntesis o una manera de vivir? El principal problema del hombre moderno es que acumula experiencias que al final dejan muy poco. Pero estos días no han sido así. Shynar, que conoció hace poco a los amigos de Nursultan, definió esta compañía como una «ventana abierta a la felicidad», hablando del deseo con que se iba y la paz que sentía. Nina, madre de un joven “especial”, dijo que era como si en ella estuviera naciendo un nuevo “yo”, más verdadero y consciente. Nuestro amigo Paolo, que venía de Italia, contó que tras conocer a las madres del grupo de jóvenes “especiales”, con niños y chavales heridos por la vida y que conocen la muerte de cerca pero viven definidos por un deseo increíble de felicidad, no podía más que desear vivir así él también, pues el deseo y la necesidad son el camino para descubrir que solo Cristo responde a nuestro deseo de felicidad. Hay que tener el coraje de vivir a este nivel de exigencia del corazón.

Así fue la experiencia de las vacaciones. Hace falta tener ese coraje en cada momento de la vida y encontrar continuamente a alguien que ya vive así y tiene la audacia de decirte: no llores, estamos juntos en esta aventura. Nos llevamos a casa esto en el corazón: poder ver que solo una mirada así resistirá el paso del tiempo. Estamos hechos para vivirlo todo, para entrar en las circunstancias como hemos vivido estos días. Esa es la gran aventura que nos espera. ¿Por qué hemos querido vivir estas vacaciones? ¿Por qué tantos sacrificios con tal de estar juntos? Para ver Su belleza, tan única, atractiva y amada, hasta las lágrimas, para reconocerlo cuando se encarna misteriosamente ante nuestros ojos. Como decía Dima en la velada dedicada a don Giussani: «Hace tiempo perdí la fe en Dios pero que Él existe lo veo sin duda en la mirada, en los ojos de cada uno de vosotros». Solo Tú puedes, tocando nuestras entrañas, poner en marcha nuestro corazón y nuestra libertad, abriendo nuestra mente. Solo Tú puedes llenarnos con tu perdón y darnos un nuevo aliento, rescatarnos de nuestros errores, tomarnos en brazos y guiar nuestros pasos en Tu busca. Solo contigo podemos vivir. Por eso queremos permanecer en este camino... cayendo, cambiando, siguiendo, aprendiendo a ayudarnos, sin dejar de caminar nunca.
Lyubov, Silvia y los amigos de Kazajistán