La Habana (Foto: Daniel Sessler Zoe/Unsplash)

Caribe. Volver a lo esencial

Del 20 al 22 de mayo tuvieron lugar los Ejercicios de la Fraternidad en las comunidades del Caribe. Comunidades que atraviesan verdaderas dificultades pero donde el Señor sigue actuando

Cuba
Es siempre una alegría reencontrarse con los amigos, más aún después de tres años en los que las restricciones debidas a la pandemia han hecho imposible cualquier viaje. Cuando nos encontramos el viernes por la tarde, además de los esperados abrazos y la presentación de los nuevos, me impresionó que el tema de conversación estuviera centrado exclusivamente en la situación que están viviendo.
Mi amigo Alejandro, responsable de la comunidad de Cuba, llevaba tiempo insistiéndome en que la realidad de la isla había empeorado notablemente. Algo parecido a lo que sucedió a principios de los 90, en el llamado “periodo especial”: escasez de alimentos básicos, cortes de electricidad diarios, problemas con el transporte… Todo ello unido a las dificultades que existen para realizar ciertas cosas que en la mayoría de los países occidentales se dan por descontadas.
Enseguida me vino a la cabeza una pregunta que nace de la frase del evangelio que ha atravesado los ejercicios: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria [solo hace falta una cosa]. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». ¿Cómo no se van a inquietar y a preocupar nuestros amigos cubanos con la situación que están atravesando? ¿No es justo inquietarse y preocuparse cuando falta algo tan básico como el alimento, cuando la situación social no tiene muchos atisbos de cambiar y el futuro es más bien desesperante? Confieso que un cierto escepticismo arraigó en mi corazón esa noche.
La sorpresa llegó el domingo, en la asamblea de la comunidad cubana, aunque ya había intuido algo la tarde anterior. Como todos los años, el sábado noche es momento de disfrute de la compañía, de los amigos, donde pudimos compartir lo que cabía en la maleta: algo de chorizo, jamón y lomo español, regado con un buen whisky. En el ambiente de aquella noche se percibía una alegría que no estaba el viernes. Era evidente. Una alegría que sabes que viene de Otro.
Dicha alegría se concretó en la asamblea que tuvimos el domingo, donde todos los que intervinieron, agradecidos por lo vivido en esos días, insistían en que habían comprendido que la verdadera cuestión es Cristo, que la situación dramática que atraviesan o que irse o no de Cuba es secundario respecto a Cristo. ¿Qué hace que un grupo de 23 hombres y mujeres que viven en una situación realmente desesperante puedan decir que la única cuestión importante en la vida es Cristo? ¿Qué había sucedido? O mejor, ¿quién había sucedido?
He regresado a Madrid conmovido y con una certeza mayor respecto a Cristo y al camino que compartimos en el movimiento. ¡Todo un regalo! Que Cristo acontece se percibe en que la suma de los factores no da razón de lo sucedido en los amigos de la isla. El padre Lepori nos lo ha recordado en los ejercicios: «El encuentro con Cristo que cambia toda la vida sucede cuando un hombre o una mujer están ante Él tal y como son, con toda la humanidad que los define [¡también las circunstancias, por muy dramáticas que sean!] lo importante es que uno se encuentre tal y como es ante Él, en Su presencia».
La curiosidad sana por saber más sobre los ecos que habían tenido los Ejercicios me llevó a preguntar a Alejandro. Me reenvió una gran cantidad de mensajes donde la alegría entre los amigos era evidente. Uno de ellos decía: «La experiencia del movimiento es una manera de vivir la fe como la vivieron las primeras comunidades cristianas. Es ir a lo esencial; verificar que el Señor lo es todo, cada día; descubrir que nuestra moral nace de un sí sostenido en el tiempo; de una vida bella que el Señor nos regala, sin mérito alguno nuestro y en una compañía con quien compartimos un destino común. Vivir la experiencia de CL es volver a los inicios. Yo estoy feliz porque un día Alejandro me habló de la experiencia que él estaba viviendo y me invitó a los Ejercicios».
Otro amigo escribía lo siguiente: «A partir de estos Ejercicios, que fueron los primeros, nos sentimos diferentes, con unas fuerzas grandes de seguir adelante a pesar de las dificultades. Gracias a Dios por elegirnos para formar parte de este camino».
El propio Alejandro me escribió un mail contándome su experiencia: «Con frecuencia me sucede que para decir de palabra a mis amigos que “solo una cosa es necesaria”, que solo una cosa permite afrontar el terrible mal que nos golpea cotidianamente, quedo preso del temor de que me miren, en el mejor de los casos, como uno que dice fórmulas que tiene que decir. Sin embargo —y esto se me ha hecho más evidente estos días de Ejercicios— me he dado cuenta de que el Señor hace acontecer “la fórmula”, que es Él mismo. En estos ejercicios Él ha acontecido. En situaciones como la nuestra los discursos y las fórmulas quedan más vacíos que habitualmente. No hay otro camino que pedir, mendigar al Señor que Él acontezca. Y entonces ir, seguir el lugar donde Él acontece. Entonces el discurso es una invitación a adherirse a la compañía de la Iglesia donde concretamente y más evidentemente se nos da lo único que en última instancia es importante».
En la asamblea de nuestros Ejercicios salió el tema de “y cómo hago mañana lunes”. El recurrente tema del lunes después de los fines de semana de bellos encuentros de nuestro movimiento, el volver a la bruma de los problemas cotidianos, que en el caso cubano pareciera más bien una nube negra que tapa el sol. Como decía uno de nosotros, no tendremos ni que esperar al lunes, ya el domingo por la tarde estaremos metidos nuevamente en el torbellino de las dificultades de todo tipo. Lo que estoy viviendo estos días posteriores a los Ejercicios desde el domingo por la tarde hasta el momento en que escribo, arranca de un zarpazo cualquier idea de un sentimentalismo post-Ejercicios; no hay estado de ánimo que aguante erguido tan desafiante situación. Ese fin de semana probamos en forma de jarabe, por así decir, el sentido de todo, que todo tiene un sentido último, que es Cristo. Y que estas dificultades no tienen la última palabra lo sabemos, ya no tanto por fórmulas doctrinales, sino primeramente por la experiencia de haber visto y oído a Aquel que tiene la última palabra sobre la felicidad que queremos. No estoy viviendo de secuelas sentimentales del fin de semana —por bonitas que también sean— sino de su Rostro en los rostros de los que allí estábamos.
Lo vivido durante los Ejercicios me ha suscitado la necesidad de mirar a estos amigos cubanos y de otros lugares del mundo. Son, sin duda, un bien para todos. Comunidades pequeñas, pero que afrontan verdaderos problemas sin solución con una fe y una esperanza que son de otro mundo. Creo, sinceramente, que nos hará mucho bien ampliar nuestra mirada a la vida del movimiento en el mundo entero. Será de gran bien para nosotros.
Padre Rafael


República Dominicana
Cuando uno dice “sí” al Señor en la vida siempre trae consecuencias buenas y positivas tanto para el que lo dice como, si Dios quiere, para los que le rodean.
La comunidad de CL en República Dominicana es un ejemplo de ello.
El “sí” que dieron unos cuantos universitarios y profesoras a la experiencia de CL a través de un sacerdote —Diego Di Modugno—, el “sí” de un pueblo que es alegre y festivo, ha sido un “más” a la vida, no han perdido esta alegría sino que la ha llevado a su plenitud.
De ese camino, existe hoy una pequeña comunidad, que sigue afirmando un bien presente que les permite tener un horizonte grande en la vida.
Una comunidad sencilla, que imita lo que han visto (el canto, el orden al entrar en el salón… —¡y son diez!—). También la alegría de recibir el libro de Escuela de Comunidad: allí no se puede comprar, no está en las librerías y funcionan con fotocopias, cosa que recuerda al Señor de los anillos cuando les he entregado los libros (¡mi tesoro!). En definitiva, un deseo grande de hacer más suya esta experiencia.
Volar más de 8.000 km con el regalo de ir con Antonio, que iba a acompañar a la comunidad de Haití, y estar en contacto con mi amigo Rafa, que estaba en Cuba acompañando a la comunidad, me permite entender que iba a compartir y reconocer lo único necesario que hace falta para vivir.
Las periferias, que normalmente no van boyantes en cuanto a economía y trabajo, sí nos ayudan, con su fidelidad y alegría, a reconocer el bien presente que es Jesús.
Y lo grande de Jesús es que ha venido para quedarse.
Padre Jorge