Una mirada que llega desde Kampala

Con motivo del Centenario de don Giussani, un grupo de amigos decide llevar a su ciudad la exposición dedicada a las “mujeres de Rose”. Buscando voluntarios, hasta se presentaron personas que nunca antes habían oído hablar de ellas

Rita vio la exposición "Tú tienes un valor", dedicada a las "mujeres de Rose” de Kampala, en el Meeting de Rímini el año pasado y se quedó muy impactada. Habló con sus amigos para llevarla a su cuidad y proponerla entre los actos del Centenario del nacimiento de don Giussani. Inicialmente fueron pocos los que se entusiasmaron con la idea. Algunos eran bastante escépticos, otros se preguntaban si alguien en la ciudad se interesaría realmente por una exposición como esta, otros pensaban en lo complicado que sería gestionar y organizar algo así.

Pero bastaba con echar un vistazo al catálogo para secundar la intuición de Rita y entender que hace falta mirar y no medir. Es imposible no identificarse con la experiencia de dolor y con el renacer de estas mujeres que, gracias a su encuentro y amistad con Rose, han conocido a Aquel por el que merece la pena vivir y cuidarse. Una historia que documenta una vida cambiada por un cristianismo vivo porque, como decía el padre Mauro-Giuseppe Lepori en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, «si uno no se encuentra con Cristo, si no se experimenta como algo presente, es como si no existiese».
Unas treinta personas, entre ellas el alcalde, decidieron participar como guías. Algunos nunca habían oído hablar de estas mujeres africanas, pero salían tocados y provocados por sus preguntas.

¿Qué dicen estas mujeres a nuestra vida? Nos interesaba entrar en el corazón de la exposición partiendo del impacto que hemos tenido. Nació así el deseo de hablar con unos amigos que viven desde hace unos años en Kampala y que colaboraron en la realización de la exposición. Nos conectamos por Zoom y lo primero que nos dijeron fue que lo único que debíamos hacer era descubrir quiénes somos a través de esas mujeres, dejarnos sorprender por lo que veíamos en ella. Esa invitación a retomar siempre la pregunta “¿quién soy yo?” es lo que les ha permitido recuperar el valor infinito que tiene su vida y reconocer que son generadas y amada en cada instante por el Misterio.
Después de aquel encuentro online, Valentina se animó a contar la experiencia de Rose y sus mujeres, pero el segundo día se encontró con un grupo de personas que eran todas del movimiento. «¿Pero qué les voy a contar si ellos ya conocen esta historia mejor que yo? ¿Qué pinto yo aquí?», empezó a preguntarse. Entonces se abrió paso una intuición: si ese valor infinito está en todos de verdad, también estaría en ella. Tomó aire y guio la muestra invitando a cada uno a mirar a esas mujeres dejándose mirar por ellas, diciendo “yo”. El momento decisivo llegó antes del video de Rose. Valentina estaba tan conmovida que les dijo que ella deseaba vivir como Rose, siendo mirada y conquistada por el Misterio que conoció a través de don Giussani, y que vive con la nostalgia de una relación así con el Misterio.

La mayor sorpresa es lo que sucede entre nosotros y con la gente que encontramos. Hasta los gestos más sencillos, aparentemente mecánicos, como responder al teléfono para reservar visitas u organizar el montaje y desmontaje de los paneles, se hacían con un cuidado y una atención nuevos. Esos días eran una continua sucesión de encuentros. Las visitas guiadas se convertían en ocasión para ponerse en juego y despertar nuestra humanidad y la de los demás.
Andrea trabaja como funcionario a media jornada en el palacio que albergaba la exposición y esta vez le ha tocado trabajar un poco más de lo habitual. Pero no se quejaba, estaba atento a todos los detalles y afrontaba los imprevistos con gran creatividad. Quiso estar en la primera visita guiada porque no podía dejar de compartir lo que tanto le había impactado: el testimonio de Rose y la alegría de esas mujeres que cantan y bailan a pesar de la dureza de su trabajo picando piedra. ¿Qué hace eso posible? Solo un corazón conmovido, que le llevó a decir al final de la exposición: «Ha sido un privilegio conoceros y estar con vosotros».

La misma conmoción que cautivó el corazón de un grupo de jóvenes de enseñanzas medias, con un silencio y una atención que no eran formales precisamente. Al terminar, los chavales pusieron por escrito sus reflexiones. Uno decía: «Al principio pensé que sería una exposición más, pero luego vi que era otra cosa. Estas mujeres nos enseñan mucho a todos». Y otro: «Probablemente nunca olvidaré lo que he visto en el rostro de estas mujeres mientras contaban sus historias. Intentaba identificarme con su dolor. Miraba alrededor para ver la cara de mis compañeros y por primera vez toda la clase estaba en silencio y escuchaba con atención».
Una chica que padece un trastorno alimentario escribió a su profesora: «Los testimonios de Rose y sus mujeres me animan a reaccionar. Me he dado cuenta de que yo también tengo un valor y quiero empezar a quererme».
Monica, Varese