Algunos universitarios de Perú durante los ejercicios espirituales

Perú. ¿Soy feliz en este mundo o necesito algo más?

Los universitarios de Perú participaron el mes pasado en los ejercicios espirituales de América Latina. Estos son algunos de los testimonios que recogen la provocación que han supuesto esos días y el cambio que han suscitado

Llega un mensaje de invitación para los ejercicios y me pongo a pensar en todo lo que tengo que hacer para poder participar, había llegado el momento de realizarlo presencialmente y no me lo quería perder. Estaba un poco preocupada porque tenía que cambiar mis turnos en el trabajo para tener libres esos tres días y al mismo tiempo no dejaba de pensar en la pregunta propuesta, «¿Eres feliz en este mundo o necesitas algo más?». Pregunta que se ahondó aún más tras una cotidiana conversación con una amiga al regresar del trabajo. Me contó su paso por varias religiones y después de contarle mi vida en el movimiento, me dice que necesita encontrar algo en que creer, porque no quiere estar en la nada.
El viernes por la noche iniciábamos la introducción con el padre Lorenzo de Chile: «El Misterio inventa de todo para cambiar nuestra vida». Inmediatamente pensé en mi amiga; el Señor la ha puesto en mi camino para entender que todos, sin distinción, necesitamos algo más, que las respuestas no la podemos encontrar en nosotros mismos, sino en Alguien que nos mire con ternura, y que responda a nuestro grito infinito.
Lo que me queda ahora es seguir haciendo un trabajo, como nos dijo el padre Giorgio. «El trabajo de la autoconciencia de uno mismo. La autoconciencia es la memoria del reconocimiento de esta presencia; cuando uno se olvida de esto, todo es inútil», pues ponerme una máscara me limita, me hace olvidar que el que mi yo renace cuando lo reconozco a Él. Es así como quiero vivir todos los días.
Arlet

Desde que se anunció que se realizarían los ejercicios del CLU no dudé en asociar este gesto con el tiempo litúrgico de Cuaresma. Rondaban por mi mente aquellas palabras que nos había dicho Davide Prosperi a principios de año sobre la Escuela de comunidad: «La comparación [del texto con nuestra vida] es un factor de conversión, tanto individual como comunitaria. Y esta tensión a la conversión de nuestra mirada y de nuestra vida sirve para desarrollar el movimiento». Este era (y sigue siendo) mi deseo.
La semana de los Ejercicios iniciaba, faltaban cada vez menos días, pero ese lunes estalla un paro de trasportistas en distintos puntos del país y mi ciudad no fue la excepción. Se tornó bastante violento a lo largo de los dos días de paro, dejando incluso un muerto, lo que obligó a mis amigos a no poder viajar. Me entristecí, tendría que vivir solo los ejercicios.
El viernes, almorzando en mi oficina, me sorprendía la sed de Cristo. Tenía una herida abierta pero quizás esta era la posición justa. Por la noche se habló de una canción de Demi Lovato –«Necesito a alguien, alguien, por favor, envíame a alguien. Señor, ¿hay alguien ahí?»– que me conmovió y me hizo entender mejor el título de los ejercicios como una pregunta dirigida a mí. Cada cosa que se decía era una llamada a la conversión, había una mirada llena de afecto hacia mí a través de la pantalla.
No quiero dejar de pasar por alto algo que ha sido decisivo estos días, las indicaciones de Julián de la Morena sobre el silencio: «Tomarse en serio este momento [de silencio] es signo de madurez. Es un acto de inteligencia. Estén solos. Hay un diamante dentro de ustedes que uno no lo descubre si no ve lo que hay dentro de él... El silencio es un asombro, no un vacío». ¡Estamos en camino!
Tobías


Como muchos universitarios, para poder estudiar tengo que trabajar, así que después de los ejercicios llegué al trabajo con la conciencia de que Cristo me genera a cada instante. Este año nos hicieron trabajar en Jueves Santo, además me dejaron a cargo de un grupo de trabajadores que no cumplió con lo que se les encomendó. Ya en otras ocasiones había pasado lo mismo, yo solo me enojaba, los corregía y me iba, pero esta vez fue diferente, mi mirada fue distinta, me pregunté qué habría en ellos que los hiciera comportarse así. Quería conocerlos, quería saber quiénes eran, así que les pregunté qué les pasaba, por qué no trabajaban bien. Empezamos a conversar y uno de ellos me dijo: «Debo acabar rápido para ir a otro trabajo, ya que todo ha subido y no me alcanza para mantener a mi familia». Desde ese día mi mirada cambió, entendí que para resolver problemas hace falta conocer a la persona, como Cristo nos conoce y nos ama. Este es el juicio que estoy aprendiendo y que se concretó gracias a lo que viví en los ejercicios.
Ricardo


Los ejercicios espirituales que tuvimos con nuestros amigos de Latinoamérica me ayudaron a reconocer lo frágil que soy y la necesidad que tengo de ser mirado con ternura, porque con los tantos errores que he cometido, me cuesta mirarme de esa manera. Me dieron una esperanza para vivir, que si no fuera por mis amigos se me olvida. La distracción es una constante en mí, ellos me miran con amor y hacen que empiece de nuevo, que me quiera y me sienta bien conmigo mismo. Es un claro ejemplo de la necesidad que tengo de Otro que despierte en mí el deseo de vivir y sentirme vivo.
Pedro