Foto Unsplash/Flavia Carpio

Colombia. La certeza que permite caminar

Primeras vacaciones de la comunidad de CL con jóvenes y adultos después de la pandemia. Después de compartirlo todo, vuelta a casa para dar «comienzo a una nueva jornada»

Finales de marzo. Somos recibidos con alegría por los amigos responsables de las vacaciones del llano colombiano para iniciar el primer gesto de la comunidad en esta región luego de dos años de pandemia y de comunicación virtual. Ubicado en la habitación, la primera sorpresa es ver en la mesita de noche un chocolate, un sobre color ocre y un paquete de snack de yuca o mandioca que realizan nuestros amigos de la región. Abro el sobre y saco una tarjeta que dice: «Descubre en cada rostro la presencia de algo más grande que te acompaña al destino y te da la certeza de que nunca caminarás solo». ¡Nada obvio! ¡Una invitación a la aventura!

La mañana del sábado participamos en juegos que rememoran la cultura del trabajo en los llanos orientales, los cantos de faena, los dichos populares y las bromas cotidianas en la vida de este pueblo que encierra una gran riqueza cultural heredada de los misioneros llegados a estas tierras hace cerca de 430 años. Enseguida, vía conexión desde España, vemos junto a los otros amigos de la comunidad del país que también realizaban el gesto de las vacaciones en La Vega Cundinamarca, el testimonio de nuestro amigo Jesús Carrascosa, vemos la misericordia que abraza cada paso en su vida y en particular en su reciente retorno desde Roma a Madrid. Verlo es estar frente a la juventud que crece con los años gracias a esta compañía que nos sostiene siempre, sin sustituir nuestros pasos. En la tarde, caminata a la montaña para disfrutar de una cascada natural de agua fresca, donde la alegría de vernos domina sobre el cansancio y las dificultades que cada uno traía.

Salimos temprano el domingo para “visitar a un amigo” en la zona rural de Cubarral, donde dos hermanos tienen a cargo una finca de cacao. Con sus familias, nos abren las puertas de su vivienda para acoger a 55 personas, con un refrigerio de arepas y chocolate producidos en el lugar. Luego, entre los cuatro equipos conformados para los juegos, cosechamos los tubérculos, cargamos el racimo de plátanos, atrapamos la gallina y limpiamos los ingredientes para preparar el sancocho, sopa típica de Colombia, una mezcla de tubérculos, plátanos, verduras y carne de gallina. Mientras algunos preparan la comida otros hacemos el recorrido guiado por los trabajadores y dueños del lugar, indicándonos cada etapa del cultivo del cacao y degustando el resultado: una chocolatina preparada con los granos de cacao producidos y beneficiados en la finca. Almorzamos juntos, los jóvenes limpian la cocina y el comedor, compartimos un momento con los amigos de la finca y al final escuchamos el poema preparado por uno de los trabajadores. En la noche de regreso en el hotel, una fiesta organizada por el grupo de jóvenes de 10 a 21 años, lleno de bailes, juegos y bromas.

Al otro día nuestro amigo lee el comentario de uno de los propietarios de la finca: «nunca nos habíamos visto juntos con nuestras familias, siempre cada uno respetaba el espacio del otro y de los suyos, “organizándonos” para evitar cruzarnos los días en que requerían el espacio los otros. Viviendo esta tarde con ustedes, nace el deseo de compartir la vida, así como lo hemos visto».

En la asamblea de la mañana del lunes, los jóvenes se juntan con los mayores y predomina la alegría que nace del mismo acontecimiento: «descubrir en cada rostro la presencia de algo más grande que me acompaña al destino y me da la certeza de que nunca caminaré solo». Esta sorpresa permite gozar del milagro de la unidad viviendo agradecidos por el “sí” de cada uno de nosotros, sin dejarnos dominar por lo “ya sabido”, por lo “obvio” y convirtiendo el deseo natural de compañía en la petición de vernos para seguir caminando juntos con la certeza de hacerlo con este destino bueno que nos acompaña y reconocemos como respuesta a nuestras aspiraciones humanas más sinceras. Es el brillo que ilumina los ojos al despedirnos con un «hasta luego». Con esta luz, cada uno de nosotros iniciamos con alegría los trabajos y compromisos en este nuevo inicio de jornada.
Diego, Guamal Meta (Colombia)